Relato enviado originalmente por Yola el 19 de Noviembre del 2001 a www.SexoServicio.com
hola amigos espero puedan publicar este texto que me escribio mi novio y es
cachondisimo.
saludos
yola
Hola Yola, amorcito divino, te escribo únicamente para que sepas que te amo
y que te extraño mucho. Pero además escribo para charlar un ratito contigo,
para sentirte cerca y mitigar un poco esta sed inmensa que tengo de ti.
Uno de estos días soñé contigo. Desperté en medio de la noche, con la
respiración agitada y el pene erectísimo. Tenía unas ganas enormes de ti. Yo
creo que la leyenda del hombre lobo debe basarse en alguna historia de un
hombre que se transforma con la luna en un hombre necesitado de sexo que
sale a buscar a su hembra y que aúlla de deseo. Si supiera donde estabas en
ese momento, creéme que hubiera salido a buscarte, te hubiera arrancado de
tu sueño y hubiera hecho desesperadamente el amor contigo. Me habría
transformado en un lobo en brama y habría ido en pos de ti.
En lo que al sueño concierne, no es la gran cosa, sin embargo me gustó
tanto, que no puedo dejar de contártelo. Ojalá lo disfrutes.
Has de saber que este sueño comenzó con agujeros blancos, no negros. (Estoy
hablando de astros, por supuesto). Estaba soñando una gran masa de energía
que devoraba galaxias deformándolas conforme se las iba tragando, pero
despedía enormes cantidades de luz blanca conforme iba triturando la materia
que se engullía. Luego de esta experiencia cósmica, mi sueño se transformó
en algo un poco mas sensual:
Por alguna razón, estamos en una playa solitaria, yo llevo puestas unas
bermudas que me dejan ver las piernas y unos zapatos marineros, llevo puesto
también una playera de manga larga, de color negro pegada al cuerpo. Tu
llevas unos pantalones arremangados a media pantorrilla y una blusa blanca.
Es una tarde tranquila, nublada, pero con clima agradable, una brisa ligera
sopla y entibia tu piel. Las olas besan la playa ritmicamente. Vamos
caminando a la orilla de la playa, justo en la línea donde llega el agua.
Decidimos acercarnos un poco al mar y una ola traicionera nos moja los
zapatos.
Ya mojados los zapatos, que más da. Nos los quitamos y nos sentamos a las
orillas, a disfrutar de ese movimiento pausada y arrullador de las olas. El
agua moja suavemente nuestros pies, los acaricia. Está tan tibia que se
antoja meterse un poco. El mar no está picado, así que nadar no es una mala
idea. Te vas quitando tus ropas y las dejas en la arena, a buen resguardo
del agua. Te quedas en un bikini y tanga, de color blanco. Yo también uso
una tanga de color blanco. Cuando nos mojemos, se nos va a ver todo, sin
duda.
Nos metemos en las tibias aguas y comenzamos a nadar un poquito chapuceando.
Nadas muy bien. Me retas a una carrera y yo nado por debajo tuyo, tratando
de tomar tu resbaladizo cuerpo, pero te zafas. Jugueteamos un poco en el
agua, dejandonos que las olas tranquilas nos mezan un rato. Finalmente te
alcanzo y te abrazo la cintura, te aproximo a mi y con mis manos uno tu
cadera con la mía. Te abrazo por la espalda y pego mi pene en tus pompis,
están tan paraditas que inmediatamente lo estimulan y tu sientes como va
creciendo empujando. Te abrazo y te beso, mientras mi pene siente la
separación entre tus pompis, se entretiene y se deleita oprimiendose contra
tus esponjosos gluteos.
Mis manos te atraen hacia mí tomandote por el vientre. Suavemente te voy
sacando del agua y te voy llevando hacia la playa, caminando hacia un montón
de rocas y un peñasco grande que nos dará cobijo y nos protegerá de miradas
impertinentes. Ya estando fuera, te separo de mi, puesto que quiero ver como
luces en bikini. Estás fenomenal.
No he parado de mirarte, tus pezones se insinúan a través de tu mojado
bikini. Puede verse también la forma de tus labios en forma de un grano de
trigo esculpirse en la húmeda tela de tu tanga. El delgado hilo dental que
sostiene esos diminutos trapos no cubre para nada tus dos deliciosas nalgas,
que desafían la gravedad, irreverentes.
Tu mirada también está clavada en mis genitales. Tampoco puedo ocultar mi
excitación. Mi pene levanta la piel de la tanga exigiendo ser liberado de su
prisión, forma una tienda de campaña en pie de guerra. Quiero disfrutar de
tu imagen completita, así que jalo los tirantes de tu bikini y de tu tanga
para poder verte bien. Eres tan hermosa. Me encantan tus pechos desafiantes,
tu vientre y tu lindo sexo cubierto de negro bello. Tu no te quedas atrás y
me arrancas la tanga de un tajo. Mi pene erecto te lo agradece y da un salto
en cuanto tu lo liberas de sus cadenas.
Extiendo una mano hacia ti, para tocar suavemente esos delicados senos. Tus
pezones reaccionan de prisa. Me encanta verlos. Ahora mi boca los besa,
quitandoles la sal de encima. Una lluvia ligera comienza a caer, eso nos
ayuda a quitarnos lo salado del cuerpo. En otras circunstancias habríamos
partido, pero amaina pronto y deja el ambiente ideal para disfrutar del
amor.
Me acuesto en una roca, boca arriba, lo que me permite estar a la altura de
tu sexo. Escondida por tu negra selva de bello púbico, me aguarda tu vulva.
Tu negro bosque es tan sugerente, tan suave y áspero a la vez que incita a
ser besado. Lo beso y me deleito sintiendo su roce en la cara, aspirando el
fuerte aroma a deseo que emana de él. Te olfateo como un animal en celo,
ansioso de tomar posesión de su hembra.
Tu aroma me provoca. Siento la imperiosa necesidad de comenzar a pasear mi
lengua por tus labios, recorriendolos en toda su extensión. Estoy tan
excitado que mi aliento quema, lo sientes estimular tus labios vaginales
mientras mi lengua horada lujuriosa la deliciosa longitud de tu sexo,
saboreando inmensamente tus fluidos.
Tus ojos están cerrados, pero en cuanto los abres, notas la excelente
dimensión que ha alcanzado mi pene. Está tan hinchado, tan excitado que
puedes notar el latir de mi corazón en él: emite pulsos frenéticos
sincronizados con mi respiración y los ataques que mi ávida lengua propina a
tu vagina.
Parece como si mi pene fuera a reventar, como si fuera a estallar de un
momento a otro. Una gotita trasparente lubrica su ojillo, su meato.
Súbitamente te lanzas al ataque, tu cuerpo se inclina sobre el mío, hasta
alcanzar ese miembro henchido de deseo por ti. Primero tu mano comienza a
recorrerlo desde la base, sintiendo su grosor, su calor y su dureza acerada.
Tus manos tiemblan, estás tan excitada que un chorro caliente sale de tu
vagina. Tu mirada está clavada en mis genitales, tus ojos se pasean por
ellos, lo mismo que tus dedos, que acarician mis testículos, emitiendo
caricias flotantes, que rozan el bello púbico que los cubre y que logran
hacer que levante la cadera hacia tus manos con desesperación, pidiendo que
subas el tono de tus caricias.
Lo has entendido perfectamente y ahora tus dedos ejercen suave presión sobre
ellos, tus manos los manipulan con una maestría exquisita, moviendolos de un
lado hacia otro, estrujándolos de vez en cuando, explorando con curiosidad
la consistencia extraña de que están hechos.
Juegas ahora con mi pene. Tu mano se cierra en la base y lo recorre en toda
su extensión, jalando la piel hasta cubrir el glande. Luego, retraes la piel
del mismo y dejas completamente al descubierto su hinchada cabeza. Tus dedos
sienten en su totalidad cada una de las curvas de mi miembro.
Tu boca comienza a darme besos en el vientre y los muslos, dandote a desear,
prolongando la angustiosa espera, hasta que tu lengua recorre la piel de mis
testículos. La deliciosa sensación de humedad y calor que tu lengua me
proporcionan no tiene parangón, con nada se puede comparar. Luego tu lengua
recorre mi pene desde la base del mismo para terminar en la punta, con la
que se deleita recorriendo sus bordes.
Yo por mi parte, no he cesado de lamer tu rajita, orbitando alrededor de tu
vagina, siendo atraída inexorablemente hacia ese pequeño agujerito negro que
representa tu vagina, que está a punto de atrapar mi lengua y triturarla sin
piedad. La presión que ejercen tus paredes sobre mi lengua llega casi al
dolor.
Te recuestas en la arena y me atraes hacia ti, jalándome por los brazos, de
manera que yazca sobre tu cuerpo. Nuestros pubis se tocan y mi pecho roza
ligeramente tus pezones. Nos abrazamos. Reposar sobre tu mullido pubis es
maravilloso. La sensación de acojinamiento que brinda tu vulva tapizada de
negro bello me proporciona una sensación de bienestar incomparable. Nuestros
brazos están trenzados, abrazandonos muy fuerte mientras nuestras mejillas
están muy juntitas y mis brazos acarician tu nuca y tu cabeza.
Abres las piernas y las levantas muy alto, para enseguida enrollarlas en mi
cintura, al tiempo que tus manos buscan mi poderoso tronco, para insertarlo
en ti. Tu vagina está lubricadísima, mi pene va penetrandote, con un solo
impulso, hasta llegar al fondo de ti. Tu interior es muy caliente, parece
como si tuvieras brazas en el interior. Me sumerjo repetidas veces en ese
baño caliente, húmedo y rico que me proporciona tu estupenda vagina.
Estamos hechos el uno para el otro. Mi verga se ajusta perfectamente en tu
funda. Tiene el tamaño exacto para dosificarte placer y causarte ese dolor
maravilloso de una penetración profunda. El tamaño preciso que te hace dar
las gracias de que seas mujer y que puedas satisfacer tus más íntimas
necesidades y hacerte gritar en una mezcla de placer y dolor.
Mi tronco se deleita recorriendo lentamente sus dominios, abriéndose paso
una y otra vez entre esas paredes amorosas, en ese túnel del amor, que
pretende atraparlo, quedarse con él para siempre. Saborea el roce de cada
arruga y cada pliegue vaginal. Sale completamente de ti, solo para disfrutar
una vez más la penetración desde el principio, forzando a tu vagina a
abrirse nuevamente para darle hospedaje.
Ahora alterno el ritmo, efectuando penetraciones cortas, que abren tu vagina
al máximo, permitiendo que te deleites con la parte más gruesa de mi pene:
su glande, que abre y cierra tu entrada permitiendo que tu introito se
agasaje y sienta la forma de mi glande y luego yendo hasta el fondo de ti.
Esa penetración profunda hace que frunzas el ceño. Me encanta hacerte gozar
y sufrir.
El agua comienza a alcanzarnos, nos remoja las plantas de los pies.
Súbitamente me atraes hacia ti, arañando mi trasero, como si no quisieras
que saliera nunca de ti. Me pides que eyacule en ti. Oh mi amor, cuanto
quisiera eyacular en ti muchas veces. Comienzo a moverme muy rápido, más
rápido que un conejo, mi movimiento hace que tus senos se muevan en
círculos con mi empuje. Emito un gemido de placer, mientras te susurro al
oído que te amo.
Bye amor, te AMO Yola.
Amorosamente: Luis