Tiempo atrás recibo un mail de un miembro de un foro de AutoSatisfacción al que pertenecía en ese entonces. Lo singular de esta mujer que lo enviaba, es que no solo vivía en la misma ciudad donde resido, sino que compartíamos el barrio. En otras palabras: éramos vecinos.
En la introducción de rigor que hacía, compartía ciertos comentarios míos los que fueron finalmente el motivo para escribirme. Resaltó en más de una ocasión, la absoluta necesidad de reserva de ese contacto sin concesiones. A término, esta discreción significó una demanda para invitarme en esa instancia, a iniciar un intercambio de experiencias y dar motivos â??frescosâ? a nuestras prácticas. Más que obvio esto y dada mi calentura crónica, ya empezaba a sentir cosquillas en la barriga (o debiera decir a una cuarta bajo mi ombligo). Ese requerimiento de mantener en máxima privacía sus secretos, fue la chispa necesaria para convertir en fuego mi curiosidad libidinosa.
Después de intercambiar algunos mails donde gradualmente y de ambas partes confesamos fantasías íntimas que cara a cara son pocas veces expuestas, en un envío incluye su número de teléfono y la invitación para proseguir lo nuestro telefónicamente tarde por la noche. Después de leer incontables oportunidades este correo al grado de memorizarlo, comenzaba a vivir excitadísimamente, imaginación mediante y por adelantado lo que me esperaría al final del día. Recuerdo que desesperé hasta la llegada de la hora de llamarle y conocer, al menos de ese modo, a esa mujer apasionada que había logrado calentarme con solo recibir un mensaje en mi casilla y comenzar a pajearme desde los inicios en cada lectura.
A medianoche, ya en la cama e inalámbrico en mano, le llamo. No es menor mi sorpresa cuando una singular voz contesta al otro lado. Provenía de una mujer mayor (y crean que bastante) lo que provocó en mi un completo desconcierto. En ese instante y mientras escuchaba, intentaba asociar en mi memoria incrédula su voz con extractos de relatos recibidos de ella. Historias de confidencias que me habían calentado a más no poder, su confesión de haberse pajeado con las historias por mi enviadas. Esto para mi fue concluyente y decidí, confieso que perplejo y casi entregado, a proseguir la conversación.
Obvio que sacarse la careta para ambos no resultó sencillo para nada. Si bien los temas tocados apenas sugerentes se acercaban al motivo por el cual realmente nos habíamos contactado, no fue fácil pasar a otros definitivamente más afines a nuestro interés libidinoso y secreto. Hablando de parejas pasadas y cambiando drásticamente el tenor de charla, me relata la historia de un amante con quien mantuvo relaciones paralelas a su matrimonio (ella era viuda). Contó que mamándole la verga, éste pedía que le metiera su dedo en el culo. Estas palabras solo condujeron a aumentar su calentura (tanto como la mía) y le excitaba esto a tal grado que comenzó a introducirle varios dedos en lo sucesivo lo que le enloquecía de placer y estimulaba el solo hecho de recordarlo. Ya “soltado” esto admití que había logrado calentarme lo suficiente como para enterrar el resto de respeto que me quedaba.
Ella continuó en esta línea y amplió su enfoque relatando que la excitaba extremadamente pensar en un trío con dos hombres y observarlos coger entre ellos. Esto último me hizo parar la verga al instante y de un modo que me resultaba imposible no acariciarme, estaba tan caliente como para comenzar una feroz paja deseoso de gozar lo que prometía ser una charla de lujuria descomunal por un camino por mí aún no explorado hasta entonces. Me dispuse al placer de ser conducido por su embriagante deseo. Continué jugando con mi pija invitándole a fantasear sobre esto al instante. Su respuesta fue un jadeante si al otro lado del teléfono.
Comencé contando lo que veía en mi imaginación: los tres desnudos en una habitación, abrazados y besándonos compulsivamente. Le invité a que â??vieraâ? al otro bajando con sus besos por mi cuerpo hasta llegar a mi verga ya al mango y tomarla con su mano para metérsela en la boca mientras yo le chupaba sus mamas. Realmente el placer que me hacía llegar con síes y jadeos me hacían disfrutar sin tabúes su fantasía. Estaba gozosamente pajeándome a más no poder con una mujer al teléfono, cuyo increíble erotismo, no coincidía con la edad que parecía tener y me desafiaba derribando barreras.
Continué pidiéndole que se imagine ella tendida boca arriba y chupándole la verga a nuestro “invitado”, jugando con sus dedos en su culito, mientras yo me deleitaba saboreando su clítoris descapullado y sus jugos. Le invité a cambiar de posición y sugerí que pensara en un 69 entre ellos. Solo debía preocuparse por dejar a su amante encima para facilitarme lo que vendría en mi imaginación â?Š estando yo detrás de él (y frente a su cara), pondríamos nuestras vergas a disposición de su boca para que disfrute chupándolas sin concesiones, para que, cuando determinase ella que mi garrote estaba lo suficientemente duro y lubricado, con su ayuda, metérsela poco a poco en su cola, la de nuestro amigo, que invitaba ser poseída y llenada de carne al hartazgo. Ella escuchaba sin participar. Sus rítmicos suspiros y jadeos me convencían de estar en el camino correcto. Esto tenía un efecto en mi de particular locura.
En la medida que yo relataba en detalle como disfrutaba poniendo mi barra de placer en esa cola caliente y estrecha, ella clamaba por que se la rompiera sin resguardos, por que la verga de nuestra pareja en esos instantes, se endurecía en su boca con cada empuje que recibía. Insinué que la penetráramos ambos. Con aaahes y papitos aceptó la idea y en mi cabeza la garchamos hasta más no poder. í?l por detrás y yo gozando esa deliciosa concha que divinamente abierta y deseosa me ofrecía en mi imaginación. Próxima al orgasmo me â??pidió verâ? como lo garchaba mientras ella sencillamente observaría acariciándose el clítoris. Verdaderamente pocas veces sentí tanta lujuria como en ese instante. Solo le insistí para escuchar eso nuevamente de sus labios y calentarme aún más mientras reiterase lo que clamaba. Repitiendo con suspiros de placer sus palabras enganchaba un polvo tras otro. De mi parte diré, que mientras escuchaba esto, mi verga escupió suficiente leche como para pintar el techo mientras un escalofrío de placer recorría mi cuerpo.
Al día siguiente y a vuelta de mi trabajo, el portero del edificio me entrega un peluche y un sobre. Verdaderamente lucía bonita en una foto blanco y negro ya décadas atrás ….
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