NAE: TRAVESTI, COLEGIALA Y BEBEDORA DE SEMEN

Un joven financista visita Thailandia y una empresa le regala una “jovencita” para que haga con ella lo que quiera. Los más bajos instintos se desatan a partir de una sumisión inesperada. NAE: TRAVESTI, COLEGIALA Y BEBEDORA DE SEMEN

A las tres de la tarde alguien golpeó la puerta de mi habitación en el hotel en el que estaba alojado en la ciudad de Bangkok. Un poco aturdido abrí para ver quién era. Se trataba de un empleado de la firma con la cual había terminado de arreglar un contrato bastante importante. Ahora que mi misión financiera había terminado quería quedarme un mes allí para poder descansar y retomar en mi país de origen la gran actividad que me esperaría por delante. Este empleado me sonreía y me hablaba en un inglés dificultoso diciéndome que me traía un presente de la empresa para que empezara a divertirme en mi estadía de vacaciones.
Fue allí que la vi por primera vez. Se trataba de una pequeña jovencita con ropa de colegiala, con una sonrisa entre nerviosa y cómplice. Traía incluso una especie de bolso con sus libros de estudio al que abrazaba como si fuera un oso de peluche gigante.
El empleado me presentó entonces a Nae, así se llamaba la niña, y me apartó un poco hacia el interior de la habitación donde me murmuró que podía hacer con ella lo que realmente quisiera. Lo que “realmente” quisiera, me remarcó.
No me dio tiempo a responderle nada y comenzó a alejarse caminando hacia atrás. Al llegar a la puerta le dijo algo a la jovencita en su idioma que no entendí. De todos modos me daba cuenta que por sus expresiones el empleado de la firma la estaba dejando en su puesto de trabajo.
Ahí estaba mi regalo: una colegiala de trece años para masacrarla. ¡Yo no había pedido nada! Sabía cómo conseguir ese tipo de compañías en una ciudad como Bangkok. Pero de todos modos no me disgustaba en absoluto tener a semejante niña frente a mí, sabiendo que podía hacerle lo que quisiera. Por supuesto que se lo haría, pero a su debido tiempo. Nadie me apuraba.
Nae se sentó en un sillón dejando ver totalmente sus piernas, ya que la falda corta que llevaba se levantó hasta casi dejar al descubierto su ropa interior. Tenía unas medias de lana muy fina que le llegaban hasta las rodillas y unos bellos zapatos de escolar. Una camisa muy apretada y color blanca mostraba por debajo unas tetas pequeñas pero muy duras y turgentes. Su cabello corto pasaba un poco más debajo de sus orejas y tenía una boina roja apenas ladeada sobre su izquierda, cayéndole un flequillo muy sensual sobre su frente que le cubría parte de sus grandes ojos orientales.
Su boca pequeña me comenzó a hablar diciéndome que se quedaría conmigo durante el mes de vacaciones. Salvo algunas tardes donde efectivamente tendría que concurrir a clases, aunque por la noche volvería a la habitación a dormir. La gerencia del hotel jamás preguntaría por nada de lo que allí vieran o escucharan. Claro, el hotel era de la firma con la que había cerrado el acuerdo.
Cuando le pregunté maliciosamente a Nae qué podría hacerle que yo quisiera, me contestó riéndose que yo sería su niña esclava y que la podría someter a todos mis deseos sexuales, mientras no la lastimara… demasiado. Fue allí que me arrojé sobre ella y le metí mi lengua en su boca hasta más no poder. Nae también hizo lo mismo y no paramos de besarnos durante un par de minutos. Realmente me había excitado esta pequeña. Mientras la tomaba de su pequeña cintura le pasaba la lengua por todo su rostro. No creo que le haya causado placer alguno a ella, pero eran mis primeros ensayos en eso de hacerle las cosas que “realmente” quería.
Ella hacía unos pequeños gemiditos que me calentaban tremendamente, me decía cosas al oído que no entendía mientras me metía su lengua en mi oreja. Le metía la mano por debajo de su cortísima falda y le tomé con mis manos fuertemente su culo, que era hermoso por la firmeza de niña que tenía.
Luego quise tocarle la entrepierna en busca de una vagina ya humedecida, pero grande fue la sorpresa con la que me encontré. Era una verga parada que salía por la parte superior de las bragas de Nae, mientras que por los costados de esa prenda diminuta y color rosa, asomaban sus brillosos testículos. Ella siguió como si nada hubiera ocurrido, pero yo me detuve al instante.
Nae se sobresaltó por mi actitud. Entonces comprendí que ella pensaba que yo sabía que se trataba de una travesti, uno de esos famosos ladyboys que tanto abundan en Thailandia. Pero es que el empleado me había hablado siempre de una niña, de una chica. Sin embargo allí estaba esta jovencita con sus cabellos revueltos sobre el rostro mojado por mi saliva y su sudor, con la falda levantada sobre su vientre y con un miembro bien parado entre sus piernas. Yo no sabía si mirar su expresión o mirar a esa verga parada que me apuntaba con su rosada cabeza.
Ella se levantó y comenzó a vestirse de nuevo mientras lloraba de una manera que me apenó tremendamente. La abracé y le dije que no se sintiera mal, que se trataría de un mal entendido de la empresa y que habrían pensado en que esta situación distinta para mí me agradaría.
Nae me hizo un gesto afirmativo con su cabeza y se paró para retirarse. Y fue en ese momento, al pararse, que su cuerpo se arqueó de una manera tal que jamás la olvidaré. Se acomodó su ropa interior metiéndose en la raja de su culo la fina tira de tela que alcancé a ver cómo se asomaba por debajo de su falda. No lo resistí. La tiré nuevamente sobre el sillón donde nos estábamos besando, la di vuelta de manera que su culo hermoso quedara apuntando mi verga que estaba a punto de estallar. Me lancé sobre su agujero metiéndole mis dedos y llenándoselo de saliva. Saqué mi verga que estaba totalmente parada y se la apoyé contra sus piernas, pero repentinamente se dio vuelta y se la metió en su boca. “Verás cómo me la trago toda”, me dijo, pero no le creí. Mi pija estaba muy parada como para que le entrara toda por su boca tan pequeñita, sin embargo de a poco, cada vez la abría más y más grande hasta que se le la metió toda. Me sentía en el cielo cuando toda mi pija se perdió hasta su garganta. De sus orientales ojos salían lágrimas por el esfuerzo que estaba haciendo. Sacó mi verga de su boca y se dio vuelta ofreciéndome su ano ya dilatado. No pensé en cuidarme de nada, sólo quería partirla en dos. Y fue lo que hice, la penetré de tal manera que sentí sus quejidos que más de placer eran de dolor verdadero. Otra vez mi enorme pija se había perdido dentro del cuerpo de Nae.
Ahora la tenía a mi merced con toda mi pija dentro de su culo. No me importaba que ella se masturbara a su vez con su pija. Nada me importaba, sólo quería penetrarla más y más hasta que estallara mi leche en sus intestinos. Pero al sacarla un momento para embestir nuevamente no aguanté más y le acabé en su culito tan redondo.
Ella se pasó la mano por donde estaba mi semen y disperso por esa piel de colegiala, se llenó la mano y se la llevó a la boca. Mientras lamía su dedos llenos de mi esperma pegajoso, eyaculó sobre el sillón donde estaba aún con su culo bien en alto apuntando hacia mí.
Estuvimos todo el mes viviendo casi encerrados en esa habitación de hotel haciendo cosas maravillosas. A veces Nae me dejaba solo cuando iba a tomar clases particulares a una academia donde preparaba sus exámenes, pero al regresar con su vestimenta de colegiala me sonreía desde la puerta y se arrojaba a mis brazos para besarme en la boca como la primera vez.
Durante un mes hice de todo con ella. La até y la castigué varias veces obligándola a masturbarse con su pija; la golpeaba fuertemente en sus nalgas obligándola a decirme que me amaba y que era su macho soñado. Tomaba con mis manos fuertemente sus testículos y los metía en mi boca apretándoselos con mis labios. Nae lloraba con esas acciones mías, pero luego volvía todo a la normalidad y su rostro se transformaba en el de una niña dulce y primorosa. Jamás le pregunté cuánto le pagarían por aguantar semejantes canalladas, pero imagino que sería bastante porque nunca se negó a nada.
Aprendí a chuparle su pija y a disfrutarla dentro de mi boca. No dejaba que eyaculara en mis labios pero me encantaba sentir sus gemidos antes del momento de que largara su esperma en mi mano y eso me excitaba. Había tardes en las que pasaba una o dos horas manoseando su miembro, que no era muy grande por cierto, y se lo besaba y llenaba de saliva de una manera que sabía que le encantaba.
Por su culo pasaron infinidades de objetos que le metía una y otra vez. Mis preferidas eran las botellas de cerveza. Le entraban casi hasta la mitad. Su rostro se volvía muy sufriente y su expresión era de terrible dolor, pero no se quejaba y lo hacía y a mí me calentaba de una manera que nunca antes había sentido. Era mía, un objeto, un varoncito vestido de nena que ponía su culo a mi disposición para hacerle lo que mi imaginación quisiera.
Por las noches solía ordenarle que se vistiera como una verdadera dama y entonces salíamos a cenar juntos y pasábamos noches maravillosas. Todos me miraban por estar acompañado de una jovencita tan hermosa sin saber lo que tenía entre sus piernas. Me gustaba sentarla cerca de mí en mesas alejadas de los demás clientes y entonces le pedía que se levantara su vestido y me dejara ver su pija totalmente depilada. Ella lo hacía y además se masturbaba muy despacio, llegando a eyacular algunas veces. ¡Era hermoso verla apretar sus labios para no gemir de placer delante de los demás!
Una noche la obligué a que me masturbara a mí por debajo de la mesa. Fue una sensación inolvidable ver sus ojos rasgados mirándome con perversión de niña. Su mano se llenó de mi leche y entonces la mezcló con su comida, una especie de salsa blanca que fue comiendo lentamente mientras mojaba allí unos panecillos que acompañaban la cena.
Esa misma noche entonces me propuso que la dejara a ella elegir la perversión del día. Me llevó a un bar muy elegante que tenía detrás una habitación con una entrada custodiada por un enorme tailandés que ya la conocía. Al entrar al lugar vi una larga fila de hombres semidesnudos, muy sonrientes y hasta algunos medio borrachos. Ella me dijo que me pusiera en la fila y que pronto vería lo que tenía que hacer. Nae habló con una travesti hermosa que fumaba delicadamente un cigarrillo largo, sentada en un sillón rojo. De repente Nae ocupó un lugar a su lado y entonces comenzó la función.
Cada uno de los hombres que estaban formando la fila se paraba delante de ellas y se colocaba un condón para que instantes después las dos travestis lo masturbaran y se metieran las pijas ya erectas en sus bocas.
Cuando eyaculaba cada uno de los partícipes le sacaban el condón lleno de leche y vertían todo el semen en una copa muy elegante. De a poco se iba llenando con cada una de las intervenciones. Cuando llegó mi turno fue muy excitante ver cómo las dos travestis me chupaban la pija y me masturbaban turnándose entre una y otra. En medio de la refriega las muy malditas también se besaban entre ellas y eso me volvía loco y también a los otros que estaban detrás de mí.
La copa al fin se llenó y entonces las dos así lo anunciaron. Nae entonces se sentó en el sillón con las piernas muy abiertas mientras la otra travesti le manoseó la pija hasta dejarla bien parada. Nae gemía y pedía por favor que le dieran de beber, entonces fue ese el momento en que su compañera tomó la copa y mientras Nae abría su boca y se masturbaba furiosamente ésta iba volcando el contenido de la copa directamente entre su lengua y su paladar. Nae tragaba la copa repleta del semen de unos veinte hombres, y gritaba por más. Todos allí tuvimos una erección y algunos se comenzaron a masturbar nuevamente.
Todo el contenido de la copa fue tragado por Nae y cuando nada quedó por verter, metió su lengua buscando hasta las últimas gotas pegadas al cristal. Luego tuvo una fuerte eyaculación que fue a parar directo al rostro de la otra travesti que también se masturbaba.
Fue inolvidable para mí aquella experiencia.
El mes de vacaciones se terminaba y entonces le propuse a Nae que invitara a su amiga para tener sexo entre los tres. Esa noche, ya a punto de volver a mi país, obligué a Nae a que se dejara meter el puño entero de su compañera en su culo. ¡Por Dios! ¡Cómo se abría y cómo gritaba Nae! Fue maravilloso ver la cara de maldita que ponía su compañera mientras le metía cada vez más adentro su puño. Luego, mientras Nae lloraba verdaderamente de dolor los dos le largamos toda nuestra leche en su rostro.
Esto ocurrió hace un año e increíblemente después de haberle hecho semejantes canalladas a Nae, recibí dos cartas suyas y un video donde me mostraba otra de sus sesiones tomando semen de una copa, esta vez más grande y con más leche que la vez en la que yo había participado.
Regresaré a Thailandia en unos meses. Me dijo que me esperará y que volveremos a hacer las mismas cosas que hicimos aquella vez. No sé si eso será posible, estoy más pervertido aún que en esa oportunidad. ¿Se dejará entonces hacer las cosas que mi imaginación le pida?

Author: JuanPablo

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