Nos bajamos cada uno por su lado; dos potentes lámparas nos iluminaban, impidiéndonos ver los rostros de quienes nos hablaban; recordé que mi blusa estaba desabrochada y que estaba sin sostén y sin calzones, pero era demasiado tarde, sólo alcancé a cruzar los brazos sobre mis pechosEfectivamente dos vigilantes se acercaron a nosotros y nos preguntaron que hacíamos; el profe les dijo que era maestro y que me estaba haciendo un examen. Uno de los vigilantes le ordenó callarse y le dijo a su compañero que a mí me llevara a otra parte para interrogarme y que no nos escucháramos. Su compañero me tomó de un brazo y me llevó hacia los salones; entramos a un salón y cerró la puerta; me dijo que me parara en el estrado, obedecí y me quedé allí mientras él se sentaba en una banca mientras me seguía iluminando con su lámpara.
El vigilante me dijo que yo era muy guapa y que no tenía necesidad de estar buscando aventuras fugaces en un auto; yo iba a responder, pero él me dijo que no hablara y siguió diciéndome que lo que habíamos hecho era una tremenda falta y que si ellos nos remitían a la autoridad tendríamos muchos problemas, porque, si era cierto que el profe era maestro, lo correrían y boletinarían para que jamás volviera a dar clases; hasta a la cárcel iría a dar por hacerlo con una alumna. Por otro lado, yo sería expulsada para siempre de la escuela y también sería boletinada, de manera que sería prácticamente imposible terminar mi carrera y mucho menos, ejercerla.
Yo sabía que el vigilante tenía razón y él continuó hablando; me dijo que ahora que su compañero nos alcanzara, veríamos que pasaría con nosotros. Durante todo el tiempo él me iluminaba con su lámpara, por lo que yo no podía ver su rostro, con una mano intentaba cubrirme de la luz que me cegaba y con la otra solo detenía mi blusa procurando tapar mis senos.
Poco después llegó su compañero; entró y se sentó junto a él; algo se secretearon mientras ambos me iluminaban con sus lámparas. El vigilante que había estado conmigo todo el tiempo, me dijo que el profe ya había cooperado y no tendría problema, siempre y cuando yo también cooperara, porque si no, ambos seríamos remitidos. Le pregunté cuanto tenía que darles para que me dejaran ir. í?l me dijo que no se trataba de dinero, sino de otra cosa. Comencé a sospechar que iban a pedir sexo y no me equivoqué, el vigilante me dijo que tendría que mostrarles mis encantos, así que me tendría que quitar la blusa y la falda; me molesté, pero lo hice con tal de que me dejaran ir y con la esperanza de que se conformaran con ver.
Quedé desnuda frente a ellos y me pidieron que diera una vuelta despacio sin taparme nada; lo hice también, mostrando mi casi perfecta anatomía; no sé porque, pero aquello comenzaba a excitarme, en un principio sentí miedo de estar sola con dos hombres en el campus universitario, pero ese mismo pensamiento ahora me emocionaba; sentí como mi vagina de nuevo comenzaba a humedecerse, pero no les dije nada, no quería que me consideraran una ramera.
Me pidieron que me bajara del estrado y me acercara a donde estaban ellos; les dije que si no era ya suficiente y uno dijo que ellos dirían cuando fuera suficiente, porque yo no estaba en condiciones de reclamar nada. Así que hice lo que me dijeron y me les acerqué; uno de ellos comenzó a recorrer mi cuerpo con sus manos, tocándome los senos y las nalgas, luego me besó los pechos, lo que hizo crecer en mí la excitación, pero cerré los ojos y evité hacer ruido, esperando que me dejaran, aunque mi cuerpo empezaba a desear que no lo hicieran.
El otro se paró detrás de mí y comenzó a recorrer mi cuerpo con la lengua, bajó desde mi cuello a mi espalda y siguió más abajo hasta llegar a las nalgas; metió su lengua en medio de ellas hasta tocar mi ano; un estremecimiento me recorrió todo el cuerpo y ellos lo notaron, el que estaba al frente le dijo al otro: te dije que le gustaba. Preferí guardar silencio porque si hablaba tendría que gemir por el placer que aquellos dos hombres me estaban haciendo sentir.
Sentí que el que estaba atrás bajaba más hasta meter su lengua en mi rajadita, me dijo que abriera las piernas y lo hice, el que estaba al frente ya había bajado también y me lengíŒeteaba el clítoris; yo empecé a acariciarme los pechos con los ojos cerrados mientras pensaba que por el placer que recibía no había problema por realizar â??el pagoâ? que ellos querían, además, no tenía opción y me dejé llevar.
Un nuevo orgasmo llegó a mi cuerpo con las lenguas de ellos. Los dos hombres se detuvieron y me dijeron que ya me habían consentido demasiado, que ahora yo los consintiera a ellos; entendí y me incliné hacia el que estaba sentado; desabroché su pantalón y saqué su pene; no era muy grande, pero estaba ancho, comencé a chuparlo y con una mano le sobé los testículos; el hombre gimió de placer y yo sentí detrás otra acometida; el otro vigilante se había acomodado detrás de mí y empezaba a metérmelo despacio primero, pero se dio cuenta que yo estaba bastante lubricada y lo empujó con fuerza; él si lo tenía más largo, pues sentí que me llegaba hasta el fondo; luego ambos nos empezamos a mover cadenciosamente mientras yo le seguís chupando el miembro a su compañero, que había colocado ambas manos en mi cabeza.
Pocos minutos después, el que estaba frente a mí terminaba y me ordenó tragarme su leche; yo lo hice no muy convencida y porque él no me soltó la cabeza para poderme retirar; mientras, el otro seguía penetrándome con ganas y me hizo sentir otro orgasmo; al poco tiempo el terminó dentro de mí.
Ambos se subieron los pantalones, me dijeron que esperara cinco minutos allí y luego me fuera con el profe, pero que no volviera a hacerlo o me tendrían que remitir.
Hay una tercera parte igual de intensa, si quieres, léela después.