Desde siempre, aunque no me diera cuenta, atraigo a los hombres.
Nací con el don de la sensualidad, con un cierto aroma en la piel y el aliento, con una cierta mirada y una forma contorneante de caminar, que los provoca.
Tengo el cabello largo, lacio, negro; la piel blanca; dicen que bellas manos y hermosas piernas; grandes senos; una cola parada y fibrosa, trabajada por el sexo y el ejercicio diarios; ¿mis medidas?: 105, 70, 95; ¿pancita?, sí, ya tengo, gracias. Una voz melódica, dulce al teléfono y extremadamente sexy.
De todo esto yo no me daba por enterada hasta el año pasado. Sí, siempre me dijeron lo perfectas que son mis piernas y por ello uso minifalda desde los 11 años, pero igual no fui nunca una creída, porque nunca me pensé atractiva.
Mi esposo me ama tanto como yo a él, por eso, cuando me dice lo linda, lo seductora, lo calentona que soy, no le puedo creer tanto ya que son palabras dichas por amor.
Pero él insistió y me dijo que yo no era mujer para un solo hombre y me propuso hacerme el amor junto con otros.
Entre esos otros, Lucas, es mi preferido, eso me recuerda a las cortesanas de antaño que tenían su amante preferido entre los clientes, sólo que yo no gano dinero con esto.
¿Cómo lo empecé a frecuentar?, mi marido puso un anuncio en una página web porno y de encuentros: “Pareja busca joven para trío” en el mes de abril del 2004 y Lucas respondió al anuncio el 11 de abril enviando un e-mail con dos fotos de su hermoso pene erecto, diciendo que él estaba disponible para nuestro menage a trois. En el siguiente correo que envió nos dijo que tenía 28 años, era estudiante y trabajaba de electricista y mandó la foto de su cara. Cabello castaño claro, ni corto ni largo, flequillo de nene, ojos color miel, una nariz redondeada y labios gruesos y carnosos, la piel perfecta, tenía una mano debajo de la barbilla en pose y camisa de seda, era una foto en sepia muy elegante.
Siendo que vivimos a 450 kilómetros de distancia nuestra relación se quedó en una virtualidad caliente y una intimidad de la puta madre.
Cuando él se conecta ya me empiezo a calentar sólo con leer su nombre en el monitor y cuando me pide de meter la cámara web, me exito como si lo tuviera aquí a mi lado.
Esa mañana estaba también mi esposo en casa, pero no se mostró en cámara al principio. Lucas me pidió que me desnudara y así lo hice para él, primero me saqué la remera ajustada que dejaba ver mis pezones erectos desde el primer momento y fue cuando hizo un gesto que jamás me olvidaré, tiró, impresionado, la cabeza hacia atrás y dijo UUUUYYY!! poniendo chiquitos los ojos, parece que le gusté, bajó la cámara para enfocarse el pene, enseguida empezó a tocárselo, por supuesto ya lo tenía casi duro. Un 18 centímetros muy bien formado y recto, nada que despreciar. Me fui bajando la minifalda y me fui parando ante la cámara para que recorriera mis curvas con los ojos, no tenía bombacha y me dijo que era espléndida, ya que se vieron muy bien mis tetonas redondas en la pantalla y la curva que la cintura forma con las caderas. A todo esto mi marido, a mi lado sin que Lucas lo viera, se manoseaba el cosotroco con gusto y ya se lo sacaba del pantalón, él tiene un gruesísimo miembro extraordinariamente duro, algo que me da muuuucho placer. Lucas me dijo que me tocara allá abajo, luego que me metiera un dedo, por supuesto que hice todo lo que me indicó, si ese pendejo me recalienta; mientras él , y mi esposo, se masturbaban (cada uno a sí mismo) despacito y yo podía ver cómo sus manos dejaban afuera y escondían después, las cabezas rojas y brillantes de las dos pijas. Mi marido ya no aguantó y me puso de costado a la pantalla, me encurvé un poco y me metió su tremendo pedazo desde atrás con una ganas que me hizo gritar del placer, mi pendejo nos veía coger para él y se empezó a dar con todo a la paja mientras me daban con todo también a mí.
Acabamos los tres al mismo tiempo, me llenaron de leche la conchita uno y la pantalla del monitor el otro, con una lechita blanca y abundante que se veía derramar perfectamente.
Carlos y María.
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