Una noche de carnaval puede ser muy divertida, o muy…Noche de guardia
Un relato de Charles Champ dÂŽHiers
Aquella había sido una noche muuuy larga.
Raúl estaba acostumbrado a trabajar mientras el resto de la gente se divertía, pero eso no quitaba para que volviese a casa completamente destrozado después de meter once horas tras la barra de su bar.
Aún así, todavía no quería dormirse. Sabía que en menos de diez minutos Laura volvería. También ella vendría cansada. Ser enfermera en una UVI móvil un sábado por la noche era tanto o más cansado que servir copas. Un sábado de carnaval, como había sido aquel, posiblemente más.
Tomó un baso de leche caliente, encendió la tele y se acostó desnudo. Hacía frío, y maldita la gracia que le hizo el tacto gélido de las sábanas cuando se pegaron a su piel, pero hacía tiempo que Laura le había impuesto la norma de que debía dormir desnudo, y él era un buen esposo.
Un buen esposo. Tenía gracia aquello. Conocía a Laura desde que ambos eran unos niños, habían sido compañeros de colegio, amigos, novios, y desde hacía tres meses marido y mujer. En pocas palabras: era la mujer de su vida. La â??única mujerâ? de sus veintiséis años vida, como le decían en tono socarrón sus amigos.
Que se rieran de él si querían. Raúl sabía que por falta de oportunidades no había sido. í?l era un tipo atractivo. Alto, guapo, de mirada penetrante… y además era propietario de un bar, que cosas del destino, se había puesto muy de moda últimamente. Unos envidiosos, eso eran sus amigos.
Y es que Laura se merecía a un chico como él en exclusiva y mucho más.
Laura en el gimnasio, Laura viendo la tele, Laura comiendo, Laura sonriendo, Laura desnuda: su piel suave y morena, su carita de ángel con ojos de pantera y labios de diablesa, sus pechos redondos y duros, sus piernas largas hasta el infinito… Posiblemente Raúl estaba a punto de poner esa cara de bobo que se le quedaba cada vez que se imaginaba a Laura desnuda cuando sonó el ruido de la llave al entrar en la cerradura. Era ella.
Raúl se fingió dormido. La vio entrar sigilosa en la habitación, la vio dejar las llaves sobre la mesilla de noche, y la vió desnudarse. Estaba cansada, y se desnudaba de forma maquinal, pero aún sin buscar provocarle, entre otras cosas porque le creía dormido, a él le parecía el mayor espectáculo de mundo. Tenía, aún a esas horas de la madrugada y tras una dura jornada laboral, un aspecto arrebatador. Su pelo castaño, atado en una diminuta coleta, sus ojos verdes, su anatomía atlética, forjada en no pocas horas de gimnasio parecían sacados de un sueño erótico; de su mejor sueño erótico.
Una vez entró en la cama, Raúl, satisfecho del espectáculo y de tenerla junto a él, fingió despertarse un momento, la besó y se dio la vuelta mientras ella apagaba la luz. â??Buenas noches, cieloâ?.
De pronto, Raúl notó como de nuevo se encendía la luz, notó como el cuerpo de su esposa se apoyaba en su espalda y como una de sus manos se dirigía, lenta pero segura, en dirección a su pene. Sitió las puntas de sus cabellos sobre su cara, oliendo a tabaco y sudor, y como de sus labios, casi pegados a su oreja, brotaba un suave susurro.
-â??Raúl… esta noche me ha pasado algoâ?.
-â??¿Es importante?â?- dijo él haciéndose el remolón.
-â??Mucho… Ha sido hace un rato…â?- comenzó a contarle con el mismo tono suave y meloso- â??… casi acabando el turno. Los chicos y yo decidimos que en vista de la poca gente que quedaba en la calle, no pasaría nada si íbamos a tomarnos un café. Como Luis estaba dormido como un lirón, decidimos, para no molestarle, que primero iría yo sola, y cuando volviese irían Juan y Ana (ya sabes, como son novios…). Total, porque nos separásemos veinte minutos…â?
-â??¡Abrevia, por Dios!â?- rugió Raúl cansado y medio dormido.
-â??No creas que es fácilâ?- suspiró- â??El caso es que me metí en la primera cafetería que encontré abierta. Estaba hasta la bandera.. En lo que me traían el café me entretuve mirando los disfraces de la gente. Había de todo, pero el que más gracia me hizo fue un chico de unos quince años que iba disfrazado de pollito, con sus plumas y todo. El chico estaba acompañado por un amigo de su misma edad que iba disfrazado de ladrón. Cuando se dieron cuenta de que los miraba comenzaron a hablar entre ellos y a mirarme fijamente. Al principio no le di importancia y seguí mirando al resto de los clientes, pero de vez en cuando me volvía a fijar en ellos y veía que seguían mirándome y hablando por lo que comencé a inquietarme.
No es que me dijeran nada (aunque hubo un momento en que me pareció que el que iba disfrazado de ladrón le empujaba a su amigo para que fuese a hablar conmigo), es que a mí, a esas horas, lo que menos me apetecía era mandar a freír espárragos a un niño. Quizá, para evitarme eso, cuando por fin me trajeron el café, me lo bebí de tres sorbos y salí corriendo hacia la ambulanciaâ?.
-â??Claro, claro, es normalâ?- dijo él medio dormido, pensando que ahí se acababa la historia.
-â??El caso es que, a pesar de la prisa que me di, para cuando volví a la ambulancia había pasado ya más de media hora. De hecho, Juan y Ana suspiraron aliviados cuando me vieron regresar.
Entre bromas me dijeron que si yo podía largarme media hora ellos no iban a ser menos, y aunque yo aún estaba un poco inquieta y no tenía muchas ganas de quedarme sola, les di â??mi permisoâ?. Además, Luis estaba durmiendo en la cabina del conductor.
En cuanto se fueron, entorné las puertas de la ambulancia y me senté en la camilla a leer el libro que había llevado, pensando que me había preocupado por nada.
Sin embargo, no hacía ni tres minutos que se habían ido Juan y Ana, cuando se abrieron las puertas de la ambulancia y aparecieron los dos quinceañeros del bar: el pollito y el ladrón.
Al verlos me asusté un poco, aunque me parecía estúpido despertar al pobre Luis sin saber que era lo que querían.
â??Perdona si te hemos asustado â??me dijo el ladrón- pero es que mi amigo se ha hecho un pequeño corte en la rodilla, y queríamos que se la mirases. Antes en el bar te lo hubiéramos dicho, pero como no sabíamos si eras una enfermera de verdad o estabas disfrazada tú también, pues no nos hemos atrevido…â?
Eso era todo, pensé. Me había asustado de dos críos con las rodillas magulladas, y casi había despertado a Luis por menos que nada.
â??Esta bien, pasa y súbete el pantalónâ?-le dije.
â??No se puede, me lo tengo que bajar, porque no sube hasta la rodillaâ?
â??Vale, bájatelo y siéntate en la camillaâ?
â??¡Ah no!- me dijo muy serio el pollito- No llevo toda la noche cuidando de las plumas que tengo a la espalda para arrugarlas ahora en el último momentoâ?
Como le podía ver la herida de la rodilla y sabía que no me mentía, le dije que se quedara de pie, y se bajara los pantalones mientras yo cogía el yodo y las gasas.
Cuando me di la vuelta, le vi un poco sonrojado, con los pantalones en los tobillos, la rodilla ensangrentada y sus manos intentando estirar al máximo la chaqueta del disfraz para tratar de ocultarme la erección que tenía.
Yo me hice la despistada, me arrodillé y comencé a limpiarle la rodilla, pero a su amigo le parecía la mar de divertido el mal rato que estaba pasando su colega, y ya sabes como sois los chicos a esas edades: comenzó a reírse en bajito y a decirle cosas como â??en que momento, Sergio, en que momento…â?, mientras su amigo se ponía cada vez más rojoâ?
Laura notó que Raúl ya estaba más despierto, y, no sabía muy bien porqué, su pene también. Apenas lo había tocado, pero la imagen de su novia con un chico en calzoncillos a la altura de la boca le debía parecer sumamente excitante.
â??Yo seguí fingiéndome la despistada, pero viendo el mal rato que estaba pasando el pobre chico, le dije a su amigo que ya estaba bien, y que o se callaba o se marchaba. No se lo dije en mal tono, pero él se puso como una fiera, diciéndome que él a mí no me había dicho nada y que si yo era una puritana y no se cuantas tontadas más.
Como estaba limpiando la herida y no quería montar el número, simplemente le dije que se callara y se fuera, pero muy al contrario de hacer lo que le había dicho, el chico se acercó a mí, me paso la mano por la nuca y me empujó con fuerza la cara hacia el paquete de su amigo, el cual parecía tan asombrado con la reacción de su amigo como yo. Lógicamente traté de zafarme, pero no pude, estaba muy asustada, aunque no creí en ningún momento que eso fuera a ir más allá.
Entonces el ladrón le bajó de un tirón los calzoncillos a su colega y volvió a apretarme la cara contra su pene, ahora desnudo. Su amigo, que hasta entonces le había tratado de tranquilizar con algunas buenas palabras, se quedó callado. Supongo que en el fondo estaría disfrutando como un cochino.
El ladrón comenzó a decirme que no era más que una puta y que debía chupársela a su amigo…El miedo, el tacto caliente de su pene en mi cara, y la mano del otro chico empujándome contra él… No quería, pero comencé a lamerle la polla…â?
â??Pero, pero…â?-dijo Raúl cada vez más furioso, aunque también más excitado.
â??¿Y qué quieres, si ellos eran dos?. El pollo estaba ya tan caliente con la situación y las caricias de mi lengua, que se cogió el pene y comenzó a apretarlo contra mis labios, haciendo presión, tratando de penetrarme la boca…
Pronto lo había logrado. Tenía un pene largo y fino, sin apenas bello púbico, que entraba y salía hirviendo de mi boca. Yo, me di cuenta de que ya no tenía la mano de su amigo presionándome contra él, pero por alguna razón tampoco quería pararme. Le agarré el culo, y comencé a empujarle con fuerza hacía mí.
Su amigo debía de estar muy satisfecho con el espectáculo, porque en seguida se puso a mi espalda y comenzó a meterme mano por todas partes. Seguramente jamás hubieran estado con una chica, porque sus manos eran torpes, aunque esa torpeza, en lugar de molestarme me excitaba aún más.
Al cabo de un rato, el que estaba a mis espaldas me cogió de las axilas y me levantó, llevándome a sentar a la camilla. Una vez sentada, separó mis piernas, hecho hacia un lado mis braguitas, y comenzó a lamerme el clítoris, mientras su amigo me daba besos en la boca y me pellizcaba los pezones.
Yo, cada vez estaba más excitada, y no tardé en sentir mi primer orgasmo. Aquello había dejado hacía rato de ser contra mi voluntad, y ya estaba completamente entregada a aquellos dos cuerpos casi de niños.
El ladrón notó como me corría y eso le excitó tanto que se levantó, se bajó los pantalones y metiéndose entre mis piernas abiertas, me penetró con fuerza…â?
Ese â??me penetróâ? sonó en la cabeza de Raúl como una explosión nuclear. No podía creerse lo que le estaba contando el amor de su vida. Ella, follada por casi dos niños, disfrutando, y encima reconociéndolo abiertamente. Y mientras le contaba esto, su mano acariciándole el pene… estaba a punto de estallar.
â??Fue bestial -prosiguió ella- me empujaba con tanta fuerza que me hizo sentirme en la gloria. Me arañaba en la espalda, me mordía la boca… me hizo sentir un segundo orgasmo mucho antes de correrse él. Y cuando por fin se corrió, lo hizo de una manera tan impulsiva, tan salvaje, que no pude resistirme a un nuevo orgasmo.
Mientras tanto su amigo se había quedado a un lado, masturbándose mientras observaba como el otro hacía de mí lo que quería.
Cuando al final el ladrón sacó de dentro de mí su polla, aún dura y tibia, creí por un momento que ya todo había acabado todo. Pero no fue así, porque tras subirse los calzoncillos, el chico me sonrió, me agarro de un brazo y de la cadera y me obligó a darme la vuelta, poniéndome con las piernas fuera de la camilla y el busto y la cara contra ella.
Entonces, mientras me separaba las nalgas, le decía claramente a su amigo lo que tenía que hacerme.
Yo, que me di cuenta de sus intenciones, traté de resistirme, pero él me apretó con fuerza contra la camilla con una mano, mientras me metía uno de sus dedos por el ano.
â??¿Ves que fácil y como le gusta a esta zorra?â?- le decía mientras yo jadeaba sin poderme reprimir- El amigo se acercó a mi culo, me tanteó con la punta de su pene, y tras un par de empellones fallidos, me penetró con fuerza. Nunca antes había sentido nada así. Al principió me dolió mucho, pero enseguida comencé a sentir un gran placer. Me fui relajando poco a poco, y comencé a acompañar al chico en cada uno de sus empujones.
í?l no duró tanto como su amigo, pero a mí me sobró para sentir un último y salvaje orgasmo. Después noté como sacaba su pene de dentro de mí, y mientras me daba la vuelta, les vi subiéndose los pantalones mientras se sonreían entre agotados y excitados.
El ladrón todavía tuvo el arrojo para darme un último y violento beso en la boca, al que no supe ni quise resistirme y al que respondí con igual fogosidad. Después, se marcharon a la carrera.
Me quedé sentada, cansada, relajada, saciada y asombrada… ¿había sido un sueño?. No. Traté de arreglarme lo antes posible, y, afortunadamente, para cuando vinieron Ana y Juan ya estaba todo en su sitio.
Luis ni se había despertado. Juan se puso al volante, y nos fuimos de aquella plaza… Y eso es todoâ?
Raúl permaneció por unos instantes callado, hasta que por fin dijo:
-â??Ha sido la mejor con diferenciaâ?-suspiró él.
-â??¿Te ha gustado?, ¿me harás el amor ahora?â?- dijo ella mientras se limpiaba divertida la mano.
– â??Aunque me hubieras hecho siete pajas más te lo haríaâ?- dijo él sonriendo mientras se daba la vuelta…