Pensé que ya había terminado todo, pero no sabía lo que me esperaba, los tipos no se iban a conformar con una mamada y menos ahora que sabían que yo estaba solaEntre los dos me hicieron levantarme y caminar adentro de la casa; el pelón me repetía en todo momento que no hiciera ruido ni me resistiera porque me clavaría el cuchillo hasta dejarme hacha trizas; no dudé de que lo hiciera, pues ee notaba que el tipo era un desquiciado.
Una vez dentro me llevaron al comedor; me ordenaron subirme y acostarme boca arriba; me abrieron los brazos y me ataron cada uno a las patas de la mesa; pero mis nalgas apenas se recargaban en la mesa; mis piernas quedaron volando. Les pedí que no me hicieran ya nada, pero el pelón me puso el cuchillo frente a un ojo y me dijo que me callara o me dejaría tuerta y que de todos modos me iba a violar, así que tuve que guardar silencio. El pelón recorrió mi cuerpo con el cuchillo; se detuvo en los senos y me apretó uno causándome mucho dolor; me dijo que sería interesante ver como quedaría yo con un solo seno y acercó el filo del cuchillo a mi pezón; me picó un poco y tuve que gritar, pues ya no aguanté más. Creí que cumpliría su promesa, pero él lo que hizo fue ordenarle al flaco que me tapara la boca; este tomó un pedazo de cinta y me lo colocó en la boca, luego tomó una toalla y me envolvió la boca con ella impidiéndome hacer cualquier ruido; el pelón siguió recorriéndome con el cuchillo y se detuvo en mi entrepierna; me dijo que tal vez me clavaría el cuchillo en la vagina para verme desangrar por allí; yo lloraba suplicante, pero ellos se burlaban de mí, diciéndome que ahora ya no me sentía tan valiente sin mi arma; hubiera deseado decirles que los cobardes eran ellos, poniéndose los dos contra una mujer sola e indefensa.
Después se desnudaron por completo y el pelón me abrió las piernas, sosteniéndolas en alto con los brazos abiertos; se paró en medio de ellas y colocó su pene en la entrada de mi vagina; vi venir lo inevitable, cerré los ojos y sentí un gran dolor cuando el pelón metió con fuerza su miembro hasta el fondo; creí que me partiría en dos; las lágrimas saltaron de mis ojos y los abrí, vi como el pelón sonreía mirándome a la cara, gozando con mi sufrimiento; el dejó su pene adentro y empezó a moverse en círculos, provocándome más dolor; yo gritaba que ya no siguiera, pero solo se escuchaban ruidos inintelegibles. Luego el pelón empezó un vaivén hacia adentro y afuera de mi vagina,; soltó mis piernas y empezó a magrear mis senos, los sobaba, los pellizcaba y los apretujaba haciéndome sufrir.
Todo el tiempo que me estuvo violando, el tipo me dijo cosas burdas y sucias, además de burlarse hasta que terminó dentro de mí, arrojándome grandes chorros de semen en la vagina; él gritó de placer mientras me apretaba con fuerza los senos haciéndome llorar.
En cuanto el pelón sacó su flácido pene chorreante, el flaco se colocó en posición y empezó a meter despacio su pene; al principio lo sentí poco, no dolía mucho porque lo tenía muy delgado, pero lo fue clavando más y más, parecía interminable. Cuando clavó una parte, sentí como si me fuera a atravesar toda y salir por la boca; empecé a retorcerme y a tratar de gritar para pedirle que no la siguiera metiendo, él se dio cuenta y me dijo que apenas llevaba la mitad, que aguantara porque iba a meterla toda y siguió empujando.
Aquel enorme fierro me quemaba, no creí poder aguantarlo todo, pero creo que si me lo metió por completo; luego empezó a moverse adentro y afuera, en cada embestida yo sentía como que me partía en dos; a él no le importaron mis quejidos ni mis lágrimas, siguió violándome hasta que terminó también con una gran descarga dentro de mí.
Pensé que ahora si ya estarían satisfechos y habría terminado todo, pero ellos tenían otros planes.
Luego de que terminaron de violarme ambos me vendaron los ojos; me ataron las piernas abiertas a las otras patas de la mesa y los escuché alejarse; pensé que se habían ido y que me habían dejado en esa posición para que no me soltara rápido y pudiera pedir ayuda. Al creer que estaba sola, intenté soltarme, pero por más que me esforcé no pude liberarme, así estuve hasta que el cansancio me venció y me dormí.
Un salvaje cubetazo de agua me despertó; yo me sentí adolorida, pues seguía en la misma posición. Escuché la voz del pelón junto a mi oído; me dijo que me iban a soltar pero que no gritara y que hiciera lo que ellos dijeran o me matarían; asentí con la cabeza y me soltaron; me quitaron la venda de los ojos y me desamordazaron. Me llevaron al baño y el pelón me hizo que le curara la herida que yo misma le había hecho en la pierna; se la curé y luego me ordenaron que me bañara; lo hice mientras ellos platicaban al otro lado de la cortina de baño; platicaban de cosas intrascendentes, como si nada pasara hablaban de deportes, de cervezas y de mujeres, incluyéndome a mí; lo que más miedo me dio fue que mencionaban que podrían llamar a otros amigos a que les ayudaran a llevarse las cosas y que les pagarían “con cuerpo”, después de ese comentario se rieron y entendí que el cuerpo con el que pagarían seria el mío; no llegaron a ninguna conclusión.
Salí de bañarme, me sequé y solo cubierta por una toalla me llevaron a mi recámara y me ordenaron que me arreglara, pero que o me vistiera; obedecí y luego me llevaron al teléfono; me hicieron que llamara a mi esposo al hotel donde se hospedaba y que le dijera que había llegado tarde pero había escuchado su mensaje y que le llamaba para darle las buenas noches; tuve que fingir que todo estaba bien, pues en todo momento el pelón tuvo el cuchillo apuntando a mi vagina; mi esposo no se dio cuenta de nada, dijo que me llamaría al día siguiente y le contesté que estaba bien.
Luego me llevaron a la cocina; me ordenaron que preparara algo de cenar, sintiéndome humillada en mi propia casa, preparé unos sandwiches, me quitaron la toalla y me hicieron sentarme desnuda y comerme un sandwich que el pelón escogió, supongo que para comprobar que no los estuviera envenenando; ellos se devoraron los suyos y tomaron cerveza; de repente el pelón sin terminar de comer, me miró y me dijo: “Mámame la verga”; sorprendida no supe que hacer, pero el me mostró de nuevo el cuchillo que nunca dejaba y me ordenó: “¡métete debajo de la mesa y mámame la verga cabrona!”; hice lo que me pidió y le chupé el pene mientras él tragaba y tomaba; tuve que satisfacerlo sexualmente y me dijo que me tragara el semen o me pesaría, tuve que obedecer y cuando se vino, me tragué su asqueroso líquido.
El pelón me tomó del cabello y me sacó de debajo de la mesa, de esa manera me obligó a subir las escaleras hasta la recámara que ocupaba con mi esposo; me aventó sobre la cama boca abajo, quedé atravesada y él se pasó al otro lado, quedando frente a mí; con una mano me sostuvo los brazos y me dijo que no gritara o me clavaría el cuchillo que blandía frente a mí; volteé un poco y vi al flaco atrás de mí; sentí sus manos abriéndome las nalgas, escupió en medio de ellas y colocó su largo pene en la entrada en mi ano; empezó a empujar, provocándome un intenso dolor; cerré los ojos y me mordí los labios tratando de no gritar, mi frente se perló de sudor mientras el tremendo garrote me partía el culo.
No pude aguantar más y grité: “¡AAAAHHHH, no, por favor ya nooo, me está matando, por favor, ya noooo!”; el pelón me dio dos tremendas bofetadas y me ordenó callar; me dijo que la próxima vez me clavaría el cuchillo en el ano en vez del pene de su amigo. El flaco le dijo que mejor me amordazara; yo prometí ya no gritar, pero el pelón hizo caso del consejo de su amigo; le dio a él mis brazos que me sostuvo desde atrás, abrió un cajón y sacó una trusa de mi marido; la hizo bola y me la metió en la boca; luego la aseguró con cinta impidiéndome hacer cualquier ruido.
Mientras tanto, el flaco entraba y salía gozando de mi ano; seguí gritando como loca pero ya no se escuchaban mis gritos.
El flaco terminó y llenó de semen mis entrañas; se salió y descansé solo unos segundos, los suficientes para que el pelón me clavara su miembro en mi adolorido ano; me lo clavó todo sin compasión, volví a gritar sin lograr emitir ruidos; él se acostó sobre mí y colocó sus manos en mis pechos, acariciándolos; entró y salió, no tardó mucho en terminar también dentro de mí dejándome sumamente adoloridos el ano y los pechos.
El reloj de pared de la recámara marcaba las 2:18 de la mañana; ellos dijeron estar cansados y el flaco me llevó de nuevo al baño; me ató las manos al toallero y me hizo sentarme en el frío suelo debajo de el, luego me ató los tobillos al lavabo, dejándome sin posibilidad de moverme, me dejó puesta la mordaza, orinó y al salir me ordenó que me durmiera, que al día siguiente tendría mucho trabajo.