Lo cierto es que ahora que intento ordenar las ideas en mi mente para poder escribir todo lo ocurrido me parece algo un poco surrealista, un “eso a mí no me puede ocurrir”.
Dicho lo dicho, iré al grano. Hace unos tres años empecé a salir con el que fue mi novio durante unos 6 meses aproximadamente, un chico extremadamente celoso y bastante salvaje (en todos los aspectos). Los primeros dos meses de nuestra relación fueron, dejando a un lado el hecho de que fuera algo posesivo, normales. Nos veíamos casi cada día ya que me venía a buscar allí donde yo tenía que ir, y con asiduidad iba a su casa a esperarle o a pasar un rato.
Justo cuando hacía unos días habíamos cumplido los dos meses, me invitó a pasar la noche a su casa. Supuse así, que teniendo la casa para nosotros solos, querría aprovechar para pasar un buen rato.
Antes de dirigirme a su casa me di un buen baño aromático, me puse una crema hidratante con olor a coco (a él le ponía mucho que oliera a frutas) y con una cortísima faldita de pliegues, unas botas de tacón, un corpiño y sin siquiera ropa interior corrí para llegar a la hora acordada.
Cuando llegué, cual fue mi sorpresa cuando se abrió la puerta y apareció el rostro de su padre. Me miró de arriba a abajo, y dejándome escaso espacio para pasar al interior, me comentó que Víctor me esperaba arriba.
Aquello me desorientó un poco, ya que des del día en que nos conocimos sus intentos de llegar a la penetración habían sido constantes pero no habíamos gozado de oportunidad para completarla. Así pues, empecé a pensar que quizás pretendía hacerlo con la familia en caso, a lo cual me negaría porque lo último que deseaba es que sus padres reportaran lo ocurrido a los míos, que se escandalizarían de que su pequeña ya hubiera perdido la virginidad tan jovencita.
Subí a su habitación e inmediatamente empecé a soltarle todo lo que se me había acumulado en la cabeza desde que su padre me había abierto la puerta de entrada. í?l ni se inmutó. Se giró, y vi algo descolocada como su bragueta estaba abierta, y con su miembro en la mano se acercaba rápidamente a mí, me levantaba la falda, me buscaba la rajita y me la entraba apresuradamente allí mismo.
Todo mi improvisado “equipaje” cayó al suelo causando un gran estruendo, seguido del sonido de unos pasos que iba haciéndose cada vez más perceptible.
Intenté apartarle diciéndole que nos iban a coger infraganti, a lo que él reaccionó empujándome contra la pared para clavarla mejor, y pasandome sus manos con mucha fuerza de mi entrepierna a mis pechos, amarrándolos y mordiéndolos.
Gotas de sudor me resbalaban por la frente cuando la puerta se abrió de par en par. El padre de Víctor se quedó mirando a su hijo empujando y agarrando fuertemente mis manos, mientras toda mi faldita arremangada y mi corpiño medio desabrochado dejaban entrever mis, llamémoslas, verguenzas.
Todo sucedió muy rápido, pero yo sentía como ardía de calor, por el bochorno de encontrarme en una situación tan embarazosa. Víctor ni se había girado y su padre minutos después pasó a desabrocharse el pantalón y mientras se masturbaba animaba a su hijo a poner más enfasis en su tarea.
Media hora más tarde, Víctor ya había acabado conmigo. Me dejé caer como un peso muerto, pared abajo hasta terminar con las piernas abiertas extendidas como pude por el suelo, descolocada, acalorada y con todas las piernas embadurnadas por su corrida.
Decidí cerrar los ojos e imaginar que estaba sola y que la entrada de mi “suegro” no se había producido, cuando asiéndome de los brazos me cargaron a sus espaldas. Por la corpulencia supe que era el “suegro”. Todo mi trasero debía quedar al descubierto en esa postura, y como no tenía fuerzas para llevar la contraria me resigné a esperar a ver donde me llevaba.
Bajaron los dos las escaleras, y el ruido que al llegar a la casa había notado y adjudicado erróneamente al televisor se iba haciendo más intenso.
Me bajaron al suelo, y antes que pudiera pronunciar palabra, mientras Víctor me aguantaba, su padre me colocó una venda en los ojos. Posteriormente, con uno a cada lado cogiéndome la mano, entramos a la sala de estar.
Con mi entrada se hizo un silencio, roto por algún que otro silbido y pequeños cuchicheos y risitas.
Llegados a lo que debía de ser el centro de la habitación, me alzaron y me quedé de pie en una mesa. Alguien subió y por detrás se encargó de atar mis manos con una especie de cuerda, y a continuación de colocarme los brazos en alto y colgar mis manos de algún artilugio (supongo alguna especie de gancho) en el techo.
Por abajo también había empezado el movimiento: mis tobillos habían sifo fijados con algo que debía semejarse a unos grilletes, a la mesa.
De esta forma, mi movilidad quedó drásticamente reducida. El silencio terminó, alguien conectó el equipo de música y el comedor pareció convertise en una sala de fiestas.
Muchas manos pasaban por la mesa y pasaban rozando mis piernas al principio. A medida que iba pasando el rato, la mesa recibía cada vez más visitas que se apresuraban a subir… me introducían primero uno, dos…y más dedos en mi coño… que des del principio de la noche estaba muy húmedo.
La ropa que me cubría una ínfima parte del cuerpo, fue arrancada a mordiscos y las partes antes cubiertas por ella pasaron a ser recorridas por muchas lenguas a la vez.
Me sentía totalmente poseída, y deseaba más y más. Empecé a pedir a gritos que me follaran, que me tomaran e hicieran conmigo lo que quisieran.
Mi petición no tardó en cumplirse. Dos cuerpos me entraron, uno por delante y otro por detrás, y yo de pie tuve que dejar caer mi cabeza hacia atrás…Quería abrir más las piernas, pero no podía moverlas… Me estaban partiendo literalmente por la mitad, mi ano debía de estar más dilatado incluso que mi vagina.. Jadeaba de placer, y ellos también.
De repente callaron, y noté como un líquido muy caliente me resbalaba por todo el cuerpo. Empezaron a correrse dentro de mi, pero quisieron dejar un poco para que lo probara… me embadurnaron toda, y prestaron especial atención a mi boca, siempre muy golosa.
En mi éxtasis casi ni me percaté de que me habían desatado hasta que me quitaron la venda de los ojos y vi, en primera línea a mi novio y a su padre aún masturbándose al verme.
Decidí dejarme de prejuicios, y sentándome en la mesa con las piernas bien abiertas, invité a mi “suegro” a probarme aprovechando que estaba bien lubricada. Su enorme pene fue el cuarto pero no el último que me probó esa noche tan especial.