Lo que sucedio al dia siguiente con la auditora y como termino esta aventura.Al día siguiente fui a mi oficina y a eso de las 11:00 recibí una llamada del dueño de la empresa que había sido auditada por Guadalupe, diciéndome que le habían llamado de la oficina de ella preguntando a que hora se había ido el día anterior pues no había ido a su oficina desde entonces y ni en su casa ni en su celular respondía; yo le recordé que nos habíamos quedado los dos en su oficina cuando ella se fue; agregué que ella me había dicho que quería irse a relajar porque estaba muy tensa con su divorcio y que su jefe la acosaba sexualmente; aunque esto no era cierto, pensé que de esa forma la investigación, si es que había se centraría en el jefe y el esposo de ella. El dueño de la empresa me dijo que era cierto y que eso les iba a decir. Me puse a pensar que si la policía averiguaba a fondo, podrían dar conmigo, pero me tranquilicé al recordar que Guadalupe me había dicho que ya vivía sola y al pensar que para que la policía busque a alguien se necesita que transcurra un mínimo de 48 horas desde el momento de reportar la desaparición; para entonces, yo ya habría terminado con todo lo que tenía planeado para ella.
A la hora de la comida les dije a mi secretaria que iría a comer con un cliente y que no regresaría en todo el día; luego llamé a mi esposa para decirle que estaría en la oficina de un cliente y llegaría tarde.
Tomé de nuevo el camino que conducía a la cabaña donde teníamos a Lupe; solo estaba uno de los cómplices de mi amigo; le pregunté si había novedades y me dijo que no; que Lupe había comido poco y que los otros dos llegarían más tarde.
Fui al cuartucho donde estaba ella y la encontré en la misma posición en que la dejé el día anterior; con el consolador en la boca y la pistola en la panocha; me acerqué sin hacer ruido y noté que dormía. Me desvestí en silencio, saqué una cámara fotográfica digital que llevaba y me acerqué a ella. Al dildo se le había terminado la batería y ya no vibraba; se lo quité arrancando la cinta con fuerza, lo que hizo que me llevara algunos mechones de su cabello; ella se despertó y gritó por el dolor que le causé; con voz burlona le dije: Ya vine amor mío, se que me estabas esperando con ansiedad. Lupe aún medio dormida me preguntó si ya la iba a dejar ir; me reí y le dije que aún faltaba mucho para terminar, que todavía no había visto nada. Después, arranqué de sus nalgas, espalda y piernas las cintas que sostenían la pistola en su panocha, haciéndola gemir por el dolor.
Me acerqué al oído de Lupe y poniéndole la pistola en la frente le pregunte: ¿Alguna vez te han cogido por el culo?, di la verdad o jalaré del gatillo. Ella, asustada, me dijo que no, que nunca se lo había permitido ni siquiera a su marido. Le dije que era una mentirosa y que le dispararía si no me decía la verdad; ella volvió a repetir lo mismo, por lo que le creí y le quité la pistola; le puse el seguro y la coloqué en el piso
Me subí en la mesa, detrás de Lupe mientras le decía que siempre hay una primera vez para todo y que esa sería su primera vez por el culo; ella empezó a suplicar: ¡No, por favor no, no seas malo, no lo hagas, te lo suplico!; sin hacer caso de sus chillidos, coloqué la punta de mi verga en la entrada de su ano; empecé a empujar y noté que ella apretó los dientes y opuso resistencia; por más que empujaba, mi verga no entraba en el cerrado culo de ella; le dije que si se resistía le dolería más, pero aún así no pude entrar.
Me bajé de la mesa y tomé el gel lubricante; me lo puse en un dedo e inserté este con fuerza en el culo de ella; Lupe lloró por el dolor que le provoqué; empecé a mover el dedo en su ano, metiendolo y sacándolo y luego girándolo para causarle más dolor, mientras ella gritaba: ¡Ya no, ay, ya no!; le dije que eso solo era un dedo, que esperara a que entrara mi ancho garrote y entonces de verdad le dolería.
Metí un segundo dedo para ensancharle más el ano; ella se siguió quejando pero no me importó. Después de un rato de estar moviendo mis dedos dentro de su culo, decidí que ya era hora de meterle la verga; así que me volví a colocar detrás de ella y abriéndole el culo con una mano y agarrando con la otra mi verga, me dispuse a penetrarla. Lupe de nuevo suplicó a gritos que no lo hiciera, pero yo estaba muy excitado y esto era parte de mi venganza, así que empecé a empujar mi verga; poco a poco fui entrando en ella; sintiendo como se distendían las paredes de su ano; el apretado culo mordía mi verga, haciéndome sentir un placer indescriptible. Seguí empalándola hasta meter prácticamente toda mi verga, mientras Lupe seguía gimiendo y llorando, suplicando que me detuviera, pero yo no hice caso, una vez que la tuve empalada, comencé a entrar y salir de su culo, primero despacio, luego un poco más rápido y cuando sentí que me iba a venir, me detuve para alargar más mi placer y su sufrimiento.
Varias veces interrumpí la cogida que le estaba dando, para no venirme rápido y que ella sintiera una mayor humillación; pero después de unos cuarenta o cincuenta minutos, no aguanté más y me vine dentro de sus entrañas. Guadalupe seguía llorando y suplicando, cuando saqué mi verga flácida de su adolorido ano.
Me vestí lentamente; tomé un pasamontañas y me lo coloqué; luego, escogí unas piezas de cuero que iba a necesitar para lo siguiente que tenía planeado; desaté a Guadalupe de la mesa, la hice levantarse y le quité la venda de los ojos, le dije que no se moviera o dispararía; le mostré la pistola y le ordené hacer lo que le dijera.
Le di unos guantes blancos largos y unas medias también blancas y le ordené ponérselos; ella preguntó para qué y le dije que no era de su incumbencia, que solamente se los pusiera y no me hiciera enojar. Ella obedeció y se puso las prendas, acto seguido, tomé un armazón de cuero que voy a tratar de describir: Era una tira larga de cuero, de esta salían otras tres tiras unidas con argollas; todas al final tenían agujeros y ganchos como cinturones que hacían que se conectaran unas con otras; en la parte de arriba de la tira larga había una argolla que sujetaba otras dos tiras en forma de V para quedar alrededor del cuello.
Tomé el armazón y le dije a Lupe que se volteara para colocárselo; con un poco de trabajo lo hice; la tira larga empezaba desde el centro del pecho, un poco arriba de sus tetas y bajaba por el frente, luego pasaba por su panocha y por la raya de sus nalgas y subía hasta la parte alta de la espalda, donde se bifurcaba en dos que pasaban por encima de sus hombros y llegaban a la argolla central; las tres tiras que salían de la tira larga, daban vuelta a su cuerpo; una arriba de los pechos, otra debajo de los mismos y otra a la altura del ombligo; la hice colocar los brazos atrás para unir las tiras y cerré las correas, aprisionando sus brazos con su propio cuerpo, de tal manera que la primera tira detenía sus hombros con su pecho, la segunda atrapaba los codos y la tercera los antebrazos; cerré las correas con fuerza para que quedaran apretadas, Lupe se quejó y le ordené callar. Tomé otras dos correas más pequeñas y le coloqué una uniendo los codos y otra las muñecas para que tuviera total inmovilidad.
Una vez que la tuve así, coloqué un tapete en el suelo y le ordené a Lupe sentarse en el piso, lo hizo con dificultad y luego la hice cruzar las piernas dobladas por delante; le coloqué otra correa que le unió los tobillos de tal manera que no podía cerrar las piernas; dejando toda su panocha expuesta, aunque tapada por la correa que cruzaba de adelante hacia atrás.
Me alejé un poco y tomé la cámara digital; comencé a tomar fotos desde diversos ángulos mientras Guadalupe me reclamaba y me pedía que parara; en un principio no le hice caso, pero después empecé a reír mientras ella seguía reclamando airadamente. Me preguntó de que me reía y le dije que esas fotos se iban a vender muy bien; ella comenzó a reclamarme por lo que hacía y yo le dije que se callara y obedeciera o tendría que ponerle algo para callarla; luego la hice acostarse con las piernas abiertas y seguí tomando fotos de ella completa o de su panocha expuesta, así como de sus nalgas y tetas.
Guadalupe volvió a reclamar y entonces fui por otro aparato de cuero. Este era una especie de bozal para humano que tenía un rectángulo grande de cuero que cubría la boca y se sostenía de la barbilla con una pequeña tira del mismo material; de los lados salían dos correas que se cerraban por detrás como cinturones y de la parte de arriba salían otras dos correas que dejaban libre la nariz y se unían a la altura de las cejas con otra tira que se enganchaba por atrás con las dos que salían de los lados del rectángulo.
Me acerqué a Lupe con el aparato y ella empezó a gritar pidiéndome que no se lo pusiera, y prometiendo que se iba a portar bien. Recordando una de sus respuestas le dije que había tenido su oportunidad y que la había desperdiciado, que ahora se aguantara. Ella me vio fijamente y me dijo que ya sabía quien era yo; pero no pudo continuar porque en ese momento comencé a colocarle el bozal.
Ya que la tuve callada, me acerqué pare decirle que más le valía no haberme reconocido y me quité el pasamontañas; ella me miró con odio y yo me burlé de ella, diciéndole que era hora de que pagara por todo el daño que me había ocasionado. Volví a tomar la cámara y tomé muchas fotos, ante el enojo y a veces el llanto de ella.
Salí a donde estaban mi amigo y sus dos cómplices jugando a las cartas y les dije: “Pueden hacer con ella lo que quieran”. Mi amigo le dijo a su cómplice que él entrara primero y yo entré con él; Lupe nos miró asustada y yo me senté en la silla a contemplar lo que le haría y a tomar fotos de lo que sucediera allí.
El tipo se desnudó, luego se acercó a ella; la hizo levantar un poco la rodilla y se metió debajo de ella; unos segundos después salió de allí y me preguntó como haría para cogérsela si las correas se lo impedían; a lo que le respondí que eso era asunto suyo y que hiciera de cuenta que yo no estaba; que hiciera lo que quisiera.
El tipo se volvió; acostó a Guadalupe de lado y se colocó detrás de ella; intentó hacer a un lado la correa que pasaba por debajo de ella; pero estaba muy apretada y no pudo hacerlo; Lupe me miraba con mucho odio y yo le sonreía satisfecho. El tipo se levantó y fue hacia donde estaban los objetos tirados; tomó un machete y se acercó a Lupe, ella pataleó desesperada al verlo, pero él la tomó del cabello y le dijo que no quería lastimarla, pero que se estuviera quieta o podría cortarla. Lupe se quedo quieta pero nerviosa; el tipo desabrochó las correas de los tobillos, la colocó boca abajo y la hizo abrir las piernas; ella cerró los ojos y volteó la cara temerosa. El tipo intentó meter el machete entre al cuerpo de ella y la correa, lo pudo hacer con el machete de lado a la altura de sus nalgas y comenzó a cortar poco a poco hasta que rompió un lado de la tira; pensé que toda la correa se aflojaría con ese corte, pero no fue así; el tipo volteó a Lupe boca arriba y tomando la correa suelta, la cortó a la altura del ombligo; así que la correa quedó de la cintura para arriba.
Sin más preámbulo, el tipo se colocó en medio de las piernas abiertas de Guadalupe y de un golpe metió su tranca hasta el fondo de ella, provocándole un chillido apagado por el bozal.
El tipo empezó a entrar y salir de Lupe con fuerza, mientras ella cerraba los ojos y lloraba, intentando gritar. No pasó mucho tiempo para que el tipo terminara dentro de ella; sacó su verga chorreante, se levantó, se vistió y se encaminó a la puerta; le dije que mandara al siguiente, el dijo que si y me dio las gracias.
Unos segundos después entró el amigo del primero, me miró y me preguntó que si podía hacer lo que quisiera; le respondí que hiciera como si yo no estuviera y que podía hacer lo que le diera la gana. El se encaminó a donde estaba Lupe tirada, la cual nos miraba con los ojos muy abiertos y suplicantes, desvié la mirada hacia el tipo, que ya se había desnudado y mostraba su verga levantada en toda su extensión; se agachó y la tomó de los cabellos; la obligó a hincarse y él se hincó detrás de ella; vi como intentaba meterle la verga por el culo infructuosamente; molesto, él se levantó y la volvió a tomar del cabello; la hizo pararse y la llevó a donde estaba la mesa; la obligó a empinarse en ella y de nuevo se colocó detrás; le abrió las nalgas y empezó a penetrarla por el apretado culo. Lupe intentó zafarse de él, pero estaba imposibilitada de todo movimiento; él la empaló con mucho esfuerzo; gruesas gotas de sudor denotaban que se le había complicado la penetración, pero al fin lo consiguió.
Noté que un hilillo de sangre bajaba por las piernas de Lupe y supe que el tipo le estaba desgarrando el culo; sin importarle eso o el sufrimiento de ella, la tomó del cabello, haciéndola arquearse hacia atrás, mientras le bombeaba el culo con fuerza durante unos diez o doce minutos hasta que terminó sin salirse de ella, provocándole una mayor humillación.
El tipo se salió y se vistió sin decir nada; cuando iba a salir, le pedí que me enviara al siguiente y el me dijo que si.
Poco tiempo después entró mi amigo, vio a Lupe empinada sobre la mesa y luego me vio a mí, me sonrió y se acercó a ella mientras se desnudaba; se colocó detrás de ella y colocó su verga en al entrada de su panocha; Lupe gemía desesperada, pero él la empaló de un empujón, haciéndola chillar; él empezó a moverse y así estuvo durante unos diez minutos; luego, se salió e hizo a Lupe voltearse boca arriba; ella intentó patearlo, pero él detuvo las piernas de ella y la vio con furia; le dijo: “¡Ah quieres jugar rudo ¿eh?, pues juguemos rudo!”. í?l tomó del suelo unas pinzas con punta y se las mostró a Lupe; las abrió y luego las cerró en el clítoris de ella; noté que ella se retorcía del dolor y entonces el comenzó a darle vuelta a las pinzas, torciendo el clítoris de ella; la desesperación de Lupe era evidente, pues pataleaba, gemía y lloraba; mi amigo le dijo que se aguantara y que le hacía eso por haber intentado patearlo; luego le soltó el clítoris, pero cerró las pinzas en el pezón de su seno derecho y de igual forma le dio vuelta a las pinzas torciéndole el pezón; Lupe gritaba por debajo del bozal pero apenas se escuchaban sus gemidos y su llanto; mi amigo se inclinó sobre su otro seno y comenzó a mordérselo con fuerza, jalando el pezón hacia él ante el dolor y sufrimiento de ella.
Lo que mi amigo le hizo a Guadalupe me hizo excitarme demasiado y se me ocurrió una maquiavélica idea; salí por los otros dos tipos y les dije que entraran; al que había entrado en segundo lugar, le di mi cámara y le dije que fotografiara todo lo que iba a ver. Yo había sacado algunas fotos de lo que ellos le habían hecho a Lupe, pero ahora iba a participar y entramos de nuevo.
Nuestro amigo había cambiado de posición, ahora mordía el seno derecho de Lupe y retorcía el izquierdo con las pinzas mientras le metía y sacaba la verga; lo dejé terminar, él se vino dentro de ella y después me acerqué a él y le expliqué lo que se me había ocurrido; el sonrió maliciosamente y estuvo de acuerdo; dejó a Lupe unos instantes; la hicimos levantarse y la llevamos al centro de la habitación, la hincamos y le quitamos el bozal; le dije que ya nos habíamos hartado de ella y que tenía una oportunidad de salir viva de allí. Lupe me miró con miedo y me preguntó que tenía que hacer; le dije que primero tendría que chuparnos al verga y tragarse el semen de todos y cada uno de nosotros, luego haríamos un jueguito que le explicaría después.
Lupe dijo que no haría nada más, pero le dije que si no accedía, su muerte sería lenta y dolorosa y que la haríamos sufrir tanto que nos suplicaría que la matáramos. Sin otra opción, ella dijo que haría lo que quisiéramos pero que no la hiciéramos sufrir más y no la matáramos; sonreí complacido y me paré frente a ella para que me mamara la verga; Guadalupe abrió la boca y la introdujo; comenzó a chupar haciéndome gozar como nunca; puse las dos manos en su cabeza y la jalé y empujé del cabello mientras ella me la chupaba con maestría durante unos cinco minutos y me hizo venirme, se tragó mi semen sin chistar. Luego pasó uno de los cómplices de mi amigo y también recibió su mamada, no duró ni tres minutos en venirse en la boca de ella.
Luego pasó mi amigo y él si tardó un poco pues casi acababa de terminar de cogérsela, Lupe se la estuvo chupando durante unos 20 minutos hasta que también terminó en su boca y la hizo tragarse todo su semen; por último, pasó el cómplice que tenía la cámara; la cual me dio para que yo siguiera tomando fotos; tomó a Lupe del cabello y también la hizo mamárselo, unos momentos después, él había terminado también en su boca; ella lo tragó todo, excepto un poco que se resbaló por las comisuras de sus labios.
Ya satisfechos, le dije a Lupe que era hora de comenzar un jueguito; si ella ganaba, la dejaríamos ir sin más. Ella preguntó que pasaría si no ganaba; le sonreí y le dije que mejor no preguntara.
El juego que se me había ocurrido era bastante cruel y no había posibilidad alguna de que Lupe triunfara, todo estaba planeado para hacerla perder y así consumar mi venganza.
Le vendamos los ojos y la hicimos caminar hacia fuera de la casa; las piedras y lo desigual del terreno le lastimaban los pies y casi la hacían caer; ella se quejaba pero nosotros no le dijimos nada.
Caminamos durante unos veinte minutos y al final llegamos hasta una zona donde no había prácticamente nada, solo pasto y tierra; le quitamos todas las correas; la hicimos colocar los brazos atrás y le pusimos una correa que le unía las manos; luego hicimos lo mismo en sus tobillos, uniéndole ambos pies y colocamos una tercera que unía las dos anteriores; en medio de sus piernas colocamos un consolador prendido, de tal manera que todo el tiempo estaría adentro de su panocha y lo sujetamos con otras correas; luego la amordazamos y le quitamos la venda de los ojos; le dije que todo estaba listo y que el juego empezaba.
Le expliqué que el juego consistía en que nosotros cuatro nos esconderíamos y ella tendría que buscarnos y encontrar cuando menos a dos de nosotros en quince minutos o en su defecto, llegar a la casa en ese mismo tiempo. Como cualquiera puede comprender, eso era imposible, pues nos habíamos tardado más en llegar, la íbamos a dejar allí sola, con manos y pies atados, prácticamente no podría caminar y en plena oscuridad, era imposible que nos encontrara; precisamente para que ella no se nos perdiera, le atamos una lámpara encendida alrededor del cuello, pero se la pusimos en la espalda para que ella no la pudiera usar.
Lupe gritó pero nada escuchamos; le dije que su tiempo comenzaba y nos alejamos corriendo en diferentes direcciones; muy pronto quedamos lejos de ella; yo quedé solo y alcanzaba a ver la luz de la lámpara moviéndose errante; la seguí a prudente distancia; aunque se movía muy poco.
Al poco tiempo vi que la luz estaba casi en el suelo y supuse que se había caído; silbé a mis amigos una clave que habíamos acordado para que alguno la ayudara y escuché la respuesta de ellos en silbidos, por lo que me tocó a mi levantarla; me acerqué y la ayudé a incorporarse; le dije que no me había encontrado, que solo la había ido a ayudar y que le quedaban ocho minutos; me alejé corriendo de nuevo y volví a observar; pasaron seis minutos en los cuales avanzó muy poco; luego se volvió a caer y escuché un silbido de que uno de ellos la ayudaría; respondí y vi como la luz se levantaba; dejé pasar los dos minutos finales y entonces silbé otra clave de que el juego había terminado; nos acercamos de nuevo a Lupe y le dije que el tiempo se había agotado y que como no había logrado ninguno de los objetivos, recibiría su castigo. Lupe cayó de rodillas, vencida y agotada.
Aproveché para quitarle la mordaza y ella empezó a suplicar que por favor la dejáramos ir; que no diría nada pero que ya la dejáramos. Yo le respondí que había tenido su oportunidad y la había desperdiciado; me bajé el pantalón y le puse mi verga frente a su boca; tomándola de los cabellos la hice chupármela mientras mis amigos le quitaban las correas; la hicieron levantarse, quedando empinada y uno de ellos aprovechó para meterle la verga sin compasión, tomándola de las manos desde atrás; cuando estaba a punto de venirme, me detuve y saqué mi verga de su boca; otro de mis amigos tomó mi lugar y yo esperé a que mi otro cómplice terminara, lo hizo sin salirse de ella; Lupe se quejó del dolor y por la humillación y en cuanto él se salió, yo tomé su lugar; le metí la verga de un empujón a Lupe y luego la bombeé sin ninguna compasión, mientras le sujetaba con fuerza los brazos; no tardé más de cinco minutos en venirme también dentro de ella, disfrutando con su desesperación.
Así, uno a uno, volvimos a cogérnosla por última vez y luego, viéndola tirada en el pasto, me coloqué en cuclillas junto a ella y le dije: “Mira, para que veas que no somos tan malos, te voy a dar a escoger: te podemos dejar aquí atada y sola para que te coman los animales y solo queden tus huesos o podemos llevarte a un lugar donde haya gente, pero irías desnuda y atada para que sufrieras la humillación de que te vean así; tu decide”. Lupe, llorando me dijo que por favor ya la dejara en paz; por lo que yo ordené a mis cómplices que la ataran y dejaran allí; en eso, Lupe gritó que no hiciéramos eso, que prefería que la lleváramos donde hubiera gente, aunque fuera desnuda y atada; así que terminamos de atarla y amordazarla y tomándola del cabello la hicimos caminar de regreso a la casucha; una vez allí, le atamos las piernas, abrimos la cajuela de su carro, la cargamos y la metimos en él; entramos en la casa, nos tomamos unas cervezas y platicamos acerca de todo lo que le habíamos hecho a Lupe y lo que le íbamos a hacer; luego salimos y mi amigo y yo nos subimos a mi auto mientras sus cómplices manejaban el de ella; les pedimos que nos siguieran hasta un lugar que estaba a las afueras de la ciudad; estacionamos mi auto en una calle escondida y nos subimos con ellos; avanzamos unos dos kilómetros más.
Llegamos a un lugar donde cuatro vagos se calentaban con una fogata hecha en un bote de basura; ellos nos miraron con curiosidad; sin decir nada nos bajamos, abrimos la cajuela del auto y le dije a uno de ellos que les teníamos un regalo, pero que ellos lo sacaran porque estaba pesado; cuando él se asomó vio a Lupe desnuda y atada se asombró y emocionado, llamó a sus amigos; entre dos la sacaron mientras Lupe se retorcía y los veía con los ojos muy abiertos; ella me miró por un segundo con mucho odio y yo solo le dije adiós con la mano; en lo que nos subíamos al auto, ya uno de ellos había tirado a Lupe al piso, le habían desatado las piernas y el vago estaba entre ellas, metiéndole la verga hasta el fondo; mientras ella cerraba los ojos y lágrimas de dolor salían de ellos. Antes de que arrancáramos para irnos, ya otros vagos se habían acercado y rodeaban la escena, calculé unos diez o doce de ellos y vimos que varios más se acercaban a ver que sucedía; compadecí a Lupe pero no hice nada por ella; arrancamos el auto y nos fuimos.
En el camino le pregunté a mi amigo que si creía que Lupe sobreviviría a eso y el me dijo que estaba seguro que no; que esos vagos eran los más salvajes que existían y que no la dejarían ir viva.
Llegamos adonde estaba mi auto; nos bajamos del auto de Lupe; lo llenamos de trapos humedecidos con gasolina y le prendimos fuego; nos subimos rápidamente a mi auto y nos fuimos de allí a toda velocidad.
Durante varios días busqué en los periódicos y en las noticias de la TV a ver si decían algo de la desaparición de Lupe; no encontré nada acerca de ella ni de su automóvil, no sé que habrá sucedido, ya hace tres años de esto.