Contiene BDSM, sexo gay, lesbianas, heteros, virgenes, salidas, malvados, violaciones, orgías, etc. Capítulo 5
– No comprendo como puede parecerle excitante a Leek una criatura tan llorona, débil e insulsa. – Susurró el Rey viendo llorar en el suelo a Amadis. – Levanta. – Ordenó, pero ella quedó paralizada sin moverse.
Perdiendo la paciencia se le acercó y tomándola de un brazo la levantó por los aires como si fuese una pluma. La aprisionó contra su poderoso pecho y la comenzó a magrear tocando ásperamente todo su cuerpo, comenzando por las nalgas, siguiendo por su espalda, sus senos, sus muslos, su sexo… Cansado de los constantes lloriqueos la lanzó a la cama rudamente y se quitó la ropa mientras Amadis se abrazaba a la almohada en busca de una protección imposible de encontrar.
Olió el aire, lleno del dulce aroma del sexo. “No se si aguantará” pensó al ver su cuerpo aparentemente frágil. “Maldita Leek”. Sus ojos fijos en la pequeña doncella, denotaban excitación por los recuerdos de la escena erótica que protagonizó con su esposa. La imagen del puño de esa chica entrando y saliendo del coño de su mujer le estaba volviendo loco por momentos. Esa criatura llorona había logrado poseer a su esposa de un modo que él jamás alcanzó siquiera en sueños. ¿Así que a la doncellita le gustaban las emociones fuertes?. “Aguantará”.
Escuchó el sonido de la armadura del rey callendo al suelo. Percibió su olor en toda la habitación. Ese olor a hombre la comenzó a volver loca. Tembló con anticipación de lo que vendría, porque era la primera vez que la tocaría un macho y porque aunque su querida Leek había sido su única amante, muchas veces Amadis había fantaseado con ser violada por un saiyajin. Y aquí estaba, su fantasía más morbosa a punto de realizarse, mientras que su amada reina era entregada para morir cruelmente. Se odió tanto por excitarse que quiso estar muerta y lloró casi con histeria cuando abriendo los ojos se percató de que ya desnudo, se disponía a violarla.
Gritó con todas sus fuerzas. – NOOOOOOOOOOOOOOO. – y su respiración acelerada llenó el ambiente de jadeos. El Rey Vegeta se le acercó lentamente, impúnemente, sonriendo con una expresión retorcida que la hizo sentir una pulsión en todo su cuerpo. El miedo la comenzó a excitar más aún.
Cogió su coño con la mano frotándolo morbosamente. Sonrió adivinando el secreto de aquella mentirosa. – Estás chorreando, jajaja. – La rudeza de su tacto no consiguió más que mojarla más aún.
– Noooooooooooo. – Gritó culpándose a sí misma por gozar de algo que debería estar sufriendo. Vegeta agarró sus pechos y los amasó exprimiéndolos con morbo mientras le escupía y restregaba la saliba por ellos para volver a amasarlos. Su cola estaba dentro de su vagina y sentía como cada vez que le escupía se la apretaba.
– Puta barata… – Le escupió a la cara y removió su saliba mezclándola con el pelo que revolvió mientras sentía nuevamente un apretón en su cola. Su enorme mano cubría la cara pequeña de rasgos casi infantiles a pesar de ser una mujer adulta. Casi no podía respirar y nuevos salibazos la bañaban una y otra vez haciéndola percibir el sabor y el olor de quien la poseía. Quería llorar y lloró, gritó, para demostrar que no le gustaba, pero su coño delator no hacía más que contraerse por la excitación cada vez que la abofeteaba y la insultaba. Y cómo deseaba lamer los dedos anchos de esa mano de guerrero implacable, morderlos, comerlos, chuparlos… pero eso sólo lograba mortificarla más y más.
Cuando la vió toda mojada y brillante de sudor, lágrimas y saliba, la penetró de una estocada. Esa bestialidad, el poder de esa espalda tan tremendamente ancha, el bombeo de esos músculos perfectos, saber que el más fuerte de aquella raza la estaba violando era demasiado excitante como para ser cierto. Amadis adoraba sentirse poseida por la reina, pero ahora, la potencia de un pene ancho que jamás podría compararse con una anchura de la colita saiyajin de Leek la saturó de sensaciones nuevas, desconocidas, soñadas sólo en sus más oscuros y secretos desvelos… Energía, poder, brutalidad… Gimió y el Rey rió una vez más recordándole que cada uno de sus gemidos los arrancaba él.
– Ahora verás lo que es follar con un macho, puta, doncella de mierda. – Un charco de jugos vaginales manchaba las sábanas sobre las que estaba recostada, sentía como la humedad le pegaba la tela al cuerpo. La abofeteó, castigó sus pechos con pellizcos y sus brazos con mordiscos. Gimió de nuevo. Lloró otra vez. Gritó después entre jadeos. Sintió los dedos impregnados con su sabor entrandole en la boca. Qué delicia, qué placer, qué horror…
– Le gusta… le gusta… la muy zorra… – Comentó en alto justo antes de morder su cuello. La estaba marcando como suya, de su propiedad, de su harem. Amadis sentía sus dientes presionando, sacando un fino hilo de sangre que bebía con violencia y deseo siguiendo una de las pulsiones más animal e instintiva de la especie saiyajin. Sentía como sus huesos eran machacados por el abrazo tremendo de aquella mole de músculos. Quiso sentir como se quebraban cada uno de ellos lentamente. Mordió sus labios para no gemir hasta que sintió el sabor de su propia sangre. “Maldito” se dijo, “maldito seas”, porque adoró cada acción impune que cometía con su cuerpo de mariposa, porque le gustaba sentirse tan utilizada, maltratada y sucia…
Su sangre sabía tan deliciosa que embriagaba… toda ella sabía a delicias prohibidas. Ese cuerpo que temblaba cada vez que la tocaba le llevaba al paraiso. Ahora entendía por qué Leek la había tomado como amante. Era tan sensible al tacto que podría excitarse tan sólo mirándola con lascividad. Exploraba una y otra vez cada centímetro de su piel, notaba como cuanto más rudo, bestial, grosero y terrible era con ella, más parecía excitarse. Gritaba la muy puta, lloraba… porque era la más perfecta actriz que había tenido en la cama.
– AHHH NOOOO. – Un nuevo ataque de culpabilidad por su infidelidad a la reina la desoló el alma, pero en su interior, a la vez que solicitaba que la dejase, temía que lo hiciera. – Déjame, suéltame, suéltame, para, ahhhhhhhhhh, para, PARAAA, AHHHHHHHHHHH. – Su histeria excitaba más aún al Rey. “No pares, no pares, no pares” repetía su mente mientras su cuerpo alcanzaba cada vez más el éxtasis.
– Grita, grita, GRITAAAAA. – Pidió acelerando los movimientos. “Maltrátame, apodérate de mi, viólame” susurraba su yo interior desatando una Amadis que había permanecido demasiados años conteniendo sus oscuros deseos. “Quiero ser la puta de cada saiyajin” se repetía deseando que después de esto vinieran a follarla todo el ejército de Vegetasei.
– Te gusta, perra. – Susurró tirándole del pelo hacia atrás empujando más adentro. El vocabulario sucio la excitó más aún y de nuevo se contrajeron sus músculos vaginales delatándola. – Te gusta… – Le restregó la mano por la cara asfixiándola casi. El tremendo pene del Rey salía y entraba impunemente. Cada embestida le arrancaba un gemido que reprimía gritando, chillando con unos sonidos que a veces demostraban el placer que sentía mortificándola interiormente llenándola de verguenza. Sus jugos rechinaban con el movimiento provocando las risas de Vegeta, complacido por el grado de excitación que conseguía en la hembra que era de su esposa.
“¿Ves Leek?” se repetía mentalmente. “Ahora si que está gozando tu pequeña doncellita”. – Grita, perra, grita, que todos escuchen como te gusta. – “Ahhh Amadis, puta… ¿qué me estás haciendo?.” Se preguntaba Vegeta embriagado por las convulsiones de la doncella. – Grita, llora, GRITA. – Pidió de nuevo con palabras entrecortadas.
Mordió sus labios para dejar de gritar avergonzada, temerosa de que sus sonidos llegasen a oídos de quien amaba. Pero el amor poco tenía que ver con lo que sentía, era un placer tan intenso que casi quería morir para no sentirlo y a la vez sabía que moriría si dejaba de sentirlo.
Sus piernas estaban tensas, con un rictus casi doloroso, todo su cuerpo rígido, también su sexo lo estaba, así como su culo. El Rey gemía y reía, le decía toda serie de improperios recordándole que sabía su pequeño secreto. – Estás gozando de esto… pequeña puta. – Le susurraba y ella no podía más que admitirlo en su interior. “Estoy gozando de esto y quiero más… y más aún”.
– AHHHHHHHH. – Gritó desquiciada por la dualidad que sentía. Iba a enloquecer, de placer, de dolor, de excitación, de culpabilidad, de poder, de pasión… pero sólo sabía que deseaba más. Era insaciable. La insaciable amadis, la más puta entre las putas, la más zorra… eso era ella, y quería más.
Como si hubiera escuchado sus pensamientos calenturientos, la cola del saiyajin presionó en su ano. Se le escapó otro gemido delator al sentir cómo se abría paso en su estrechura. Apretó el culo lo más que pudo, y no era para impedirle el paso, sino porque quería que le doliera. Era tan delicioso sentirse penetrada doblemente que no podía imaginar un placer mayor y su cuerpo reaccionando se relajó balanceándose bajo el poderoso ataque de su violador.
– Jajajajajaja. – Ahora rió ella rendida a la evidencia de su locura. – Ahhhhhhhhhhhh. – Chilló histérica moviéndose atormentada con toda la velocidad posible. La reina, el Rey, esos saiyajins malditos que la pervirtieron. Les odiaba, les amaba, quería estar en el lugar de la reina, morir violada por una jauría de ellos. – Jajajajajaaja. – Estaba loca, había perdido la razón totalmente. Reía desquiciada gimiendo como la perra que era.
Queriendo avergonzarla más aún, Vegeta se dió la vuelta y viendola jadear y convulsionarse de placer, la dejó montarle. Así tendido de espaldas, el violador era utilizado por aquella pequeña viciosa de placer desatado. El movía su pelvis clavándole el pene hasta el fondo, dejando que sintiera la anchura demoledora. Ella saltaba sobre él una y otra vez queriendo más y más de aquello. La cola de mono se movía con tanta rapidez que parecía imposible aquella fricción sin derretirse. – Ahhhh. – Un orgasmo la sobrevino, después otro, y otro más, todos seguidos. Y sus risas, y sus llantos tormentosos mientras jadeaba y gemía retorciéndose en su locura sobre el cuerpo de quien estaba violando su cordura.
El Rey tomó las riendas nuevamente, la iba a hacer acabar tantas veces que jamás podría olvidar aquel día. Asió sus pechos con una mano y sus caderas con la otra, la colocó debajo de él y mientras le susurraba “perra”, “viciosa”, “mira como gimes”, “mira como gozas·, “estás chorreando”, “puta”, “malnacida”, “zorra” y todo un arsenal de insultos tremendos. La embistió tan potentemente que la cama temblaba a punto de romperse, y más orgasmos continuaron saturándola de placer, de risas, de llantos, de poder, de pasión, de lujuria, de horror…
Sentir el semen caliente dentro de ella la hizo sufrir un último orgasmo que le arrancó un gemido tremendo. Después, quedó sóla en la cama, rendida por su cuerpo que estaba molido por la intensidad y la culpabilidad de su traición. “Placer maldito…” la sofocó en llantos incontenibles. El satisfecho Rey se vistió y se alejó a presenciar la violación masiva de su odiada esposa.
Cuando cerró la puerta escuchó la risa sádica de Amadis. – Jajajajaaajaja. – una risa llena de dolor e histeria que le hizo estremecer. Ya nunca sería la misma, ambos lo supieron, pero uno pensó “que importa” y otra rió llorando.
Veget salió de la enfermería ya vestida. Su cuerpo estaba completamente recuperado gracias a la acción del líquido regenerador de la cámara médica. Zarbón la esperaba en la puerta sabiendo la hora en que estaba programada su curación.
– Me golpeaste. – Le encaró nada más verle.
– Fue necesario. –
– ¿Dónde está mi madre?. – Zarbón miró a un lado sin intención de dar semejante información.
– ¿Cuánto tiempo he estado metida en la cámara de regeneración?. – Silencio. – ¿CUANTO?. – Le sostuvo de la ropa aunque no se inmutó.
– 8 horas. –
– ¿Está muerta?. –
– Si. – Mintió sabiendola capaz de intentar algún acto de rescate que sólo le valdría un destino terrible.
La vió contener las lágrimas y la rabia. Luego le miró con determinación. – Algún día… – Apretó los dientes. – Cuando sea Reina, impondré justicia verdadera. Lo juro solemnemente. – Le agarró el brazo con fuerza. – Vamos. Tenemos un plan que desarrollar, el tiempo apremia. ¿Qué vamos a hacer para arreglar el entuerto de mis supuestos desposorios?. –
Respiró tranquilo al verla reaccionar de aquella manera. – Seguidme. –
– ¿Dónde vamos?. –
– A las salas de entrenamiento de la élite de Vegetasei. –
– ¿Qué vamos a hacer allí?. –
– Elegir un candidato adecuado, por supuesto… – Sonrió con anticipación, esa iba a ser una parte bastante divertida.
La reina estaba rendida encadenada sobre la misma piedra que la había sostenido las últimas 8 horas. Su cuerpo estaba lleno de semen por todas partes, se sentía sucia, pegajosa, maloliente. Había sido humillada, mancillada, violada de los modos más crueles. Odió su propia especie capaz de obrar tales atrocidades. Escuchó el sonido de la puerta abriéndose para dejar entrar a otros diez saiyajins de tercera clase, los más bajos, los que no eran dignos siquiera de conseguir pareja, aquellos que debían aliviar su tensión sexual violando allí donde iban de misión. Si tener que soportar el tacto del Rey le resultaba una tortura, soportar el tacto de aquellos malnacidos era más terrible que la misma muerte. Ella, la mejor de las hembras de Vegetasei, la respetada reina relegada al puesto de una vil esclava… Si tan sólo pudiera vengarse antes de morir… ¿Cómo?… ¿COMO?. Sintió que uno de ellos le agarraba el coño. – No me toques insecto bajo e inmundo. – Las risas contestaron sus insultos.
Mientras tanto, Veget y su tutor acudieron a las instalaciones más modernas del planeta, aquellas que ocupaban los nobles, la élite, los guerreros más fuertes y poderosos. A su paso, todos se arqueaban y pronto se corrió la voz de que los entrenamientos estaban siendo presenciados por la Princesa, así que todos los machos se dispusieron a mostrar sus mejores habilidades ante ella. ¿Por qué visitaría las instalaciones?. Era la pregunta colectiva, y la excitación crecía por presenciar sus maravillosos ojos de cielo, y su figura de legendaria belleza de cerca.
Los enormes ventanales de la segunda planta daban una visión directa de cada una de las salas de entrenamiento. En ellas combatían en solitario, bien a pares, o en luchas de conjunto. En otras modalidades, se entrenaban con saibamen, unas criaturas temibles de gran fuerza exportadas del planeta Saiba, que surgían después de sembrarlas en el suelo como semillas. Su existencia era tan efímera como el entrenamiento, ya que jamás se les conservaba, y se recurría a su eliminación una vez finalizadas las prácticas. Aunque en alguna ocasión se había dado el caso de alguna muerte saiyajin causada por un entrenamiento que subestimaba en demasía a aquellas criaturas.
– ¿Veis algún guerrero que os resulte atractivo?. – Zarbón sonrió al verla sonrojarse totalmente.
– Ninguno. – Mintió. No era de piedra, por supuesto que le excitaban, pero tanto como ansiaba el tacto de un hombre, temía que esto la atase a un destino que aborrecía.
– Aquel es bastante guapo… y muy diestro en el uso del hacha… – La princesa miró de reojo al seleccionado por Zarbón.
– Y… ¿te parece “manejable”?. – PReguntó con sarcasmo puro.
– Hmm. Ya veremos… – Veget le miró como si estuviera loco de atar. – De momento haremos una lista de candidatos y más tarde, eligiremos al más adecuado. Pero para hacer la lista debeis decirme cuáles os son más deseables… no soy yo quien va a casarse con ellos. –
– Hmp. – Casarse… esa palabra la estaba desquiciando. – Bueno… apúnta a ese en la lista. – Indicó al que había elegido Zarbón.
– Buen gusto en la elección. –
– Siempre lo he tenido. –
– Nunca lo he dudado. ¿Siguiente?. –
– Apunta a ese otro de la espada. Es un arma mucho más noble que el hacha, desde luego… –
– Definitivamente la elección va mejorando. –
– Oye, ni que fueras una hembra. – Protestó ella al escuchar tantos comentarios lascivos.
– Jajaja. ¿Siguiente?. – Prefirió no decir nada al respecto, pero hasta se excitó cuando dijo que parecía una hembra.
– Apunta al de la lanza. – Dijo fascinada por su pelo rubio, tan raro en un saiyajin.
Y muy pronto la Princesa comenzó a decir nombres sin reparos. Les miraba con la misma avidez de quien va a comprarse ropa nueva a unos grandes almacenes. “Ese, apunta ese de allí, tiene unos ojos… “, “ah, el que está luchando contra esos 7 saibamen… ese también”. “Y aquel…”. La lista iba creciendo y la exaltación de la jovencita más aún, que encontraba en su juego de selección una diversión encantadora.
La princesa recorría los pasillos mirando cada una de las salas de entrenamiento. Sentía los ojos de aquellos varones distraidos mirándola, luego esfrozándose por complacer sus ansias de un espectáculo. Era… adictivo… sentirse tan adorada, tan complacida, tan… excitada. Corrió a la otra sala seguida por Zarbón que no podía creer la increible frivolidad de su discípula. Y entonces sucedió algo inevitable. Con las prisas por llegar a la siguiente sala, la puerta de una de aquellas habitaciones se abrió tan violentamente que de un golpe acabó en el suelo sentada de culo.
Su cara se volvió roja de furia. – ¿QUIEN HA OSADO ABRIR ESA MALDITA PUERTA?. – Gritó levantándose para asesinar a ser posible al culpable de una caída tan vergonzosa.
El joven no parecía estar de buen humor tampoco a juzgar por su expresión de rabia. Sus ojos negros se clavaron en los azules sin miedo a las consecuencias.
– Tú, ¿cómo te llamas miserable?. –
– No respondo a hembras insolentes. –
– ¿COMO DICES?. – Gritó ella trastornada por aquella respuesta.
– Estás hablando con la Princesa de Vegetasei, saiyajin estúpido, mide tus palabras. –
– La… ¿princesa?. – Su expresión cambió enseguida. – Lo lamento. – Indicó inclinándose con el puño en el corazón, que era el saludo reservado a la realeza.
– Debes ser el único en todo este planeta que no sabe quien es su princesa, necio. – Siguió insultándole Zarbón, bastante enojado por sus modales con su protegida.
– Es cierto, lo reconozco, he pasado los últimos 5 años en misiones continuadas y no he pisado el suelo de mi querido Vegetasei hasta hace unos días. La última vez que vi a la princesa era apenas una niña y no pensé que se hubiera convertido en una mujer… tan hermosa. El tiempo pasa muy deprisa. –
– Pues para tu información soy además de una hermosa princesa, una hembra bastante insolente, y ahora mismo me vas a decir tu nombre. – Ordenó en tono imperativo. Zarbón la miró y parpadeó. ¿Había visto un atisbo de coquetería?.
– Broly, alteza, ese es mi nombre. De la noble familia de Paragus. – Explicó sonriendo. – Lamento haberos golpeado. –
– Nada que no sea solucionable… ZARBON. Quiero que combatas contra él, deseo saber qué tal es como guerrero… – La lucha era desigual y ella lo sabía. Zarbón era infinitamente más poderoso que cualquier saiyajin.
– Como deseeis. – Indicó su tutor.
– Como deseeis, así como nunca he podido resistirme a un buen combate, jamás he podido obviar la petición de una hermosa mujer, aunque sea insolente, y más si es princesa. –
“Deslenguado…” Pensó Veget. – Quiero que le des una buena paliza a este insolente Zarbón, para que aprenda a dirigirse a la realeza. – La miró algo perplejo de nuevo. Juraría que le iba a decir que le añadiera a la lista y le pide que le de una paliza… aunque no era mala idea. Probarle en combate iba a ser mucho más edificante que hacerlo mediante la revisión de sus expedientes. Y él sabía algunos trucos sucios que podría utilizar para averiguar hasta que punto podría resultar “manejable”…
– Vamos, mi paciencia se agota, comenzad de una vez. – Ambos combatientes entraron en la cabina de entrenamiento y se dispusieron a dar una buena demostración de maestría, sólo que uno de los dos, no sólo era maestro en artes marciales, y el otro de ellos, sabía más de lo que aparentaba.
Continuará…