Vacaciones en pareja
O de los nuevos juegos
Cap. IV – Un día tranquilo
Era ya el ultimo día de nuestra odisea de “solteros” al día siguiente se acababan las vacaciones y debíamos regresar a buscar a nuestro retoño. Y si el día anterior habíamos ido de cena como celebración, en este decidimos recordar nuestros tiempos de novios y marchamos a disfrutar de la noche de la ciudad.
Eso sí, yo seguía siendo su esclavo, y como tal se encargó de que como tal se notase, introdujo un dilatador especial en mi ano, y me hizo ir con un tanga. Ella se vistió primorosamente, como si de una diosa se tratase.
Fuimos a comer a un restaurante del centro. Durante toda la velada yo no hacía más que admirar su belleza serena y sensual al mismo tiempo, y ella, percatándose de esto, no hacía nada más que insinuarse coquetonamente.
Luego nos fuimos a un bar de copas que estaba de moda. La música sonaba estruendosamente, todo el mundo bailaba frenéticamente.
Entre cumbias, merengues, rock y baladas la pasé muy bien con ella. Posteriormente se escuchó un potpurrí de música romántica y bailamos muy pegaditos. Yo sentía como si mis pies pisaran una inmensa nube, dejándome levar por el ritmo lento y sintiendo aquel cuerpo divino aferrado a mi. Hizo un silencio y me dijo sin tapujos:
-¿Dame un beso?
– Claro -exclamé tratando de aparentar naturalidad. – Su boca fragante buscó mis labios antes que yo hiciera el primer movimiento. Su lengua se adentró dentro de mi boca buscando furiosamente la mía en una húmeda y excitante caricia. Separó sus labios de los míos sólo un momento para susurrar:
-Me gustas cada día más …
-Tú también me enamora cada minuto del día -le contesté.
-Llévame a un lugar más íntimo, y rápido -susurró.
Entonces sí, se me fue el… alma al suelo. Donde iba a encontrar un lugar apartado en ese pub.
– Vayámonos a casa.- le dije
– No, tiene que ser ahora, obedece y busca.
Miré a todos lados, al fondo del local pude observar una puerta que ponía privado, me acerque a ella, disimuladamente la abrí, parecía una especia de despacho y estaba desierto, hice una seña a mi ama y ella se acercó. Entramos en el cuarto y lo cerramos con un pestillo que se hallaba en la puerta.
Pensé que si de verdad era tan inminente el deseo que tenía en ese momento. Pero este pensamiento se esfumó de un tirón, cuando su mano derecha bajó ansiosa hasta mi entrepierna y asió todo lo que pudo de mi abultado miembro que comenzaba a erguirse descontroladamente.
-Te quiero todo dentro de mí -murmuró.
La temperatura comenzaba a subir, mi pene ya estaba como una piedra y mi respiración comenzaba a entrecortarse, signo incuestionable de que estaba excitándome. Ella estaba empapada de un sudor que hacía que la ropa se pegara a su cuerpo, sus pechos se endurecían, al tiempo que sus pezones ya no podían disimularse bajo su ropa porque la rigidez no se lo permitía.
Soltó la exquisita presión que ejercía sobre mis genitales y se montó sobre mí, y continuó besándome en los labios. Desenfrenadamente, zafé los botones de la blusita que tenía puesta y delante de mi quedó evidenciado su pecho. Sus senos eran formidables, blancos y hermosos, sus pezones grandes y marrones, estaban tan duros que al morderlos ella sólo atinaba a gemir con dulzura. Los chupé y lamí a mi gusto sintiendo en mi lengua lo afilado de su consistencia. Aquella posición me permitió recorrer su espalda, centímetro a centímetro, desde sus hombros hasta su deslumbrante trasero, que se encontraba apenas cubierto por una falda.
Desabroché su falda blanca e introduje mis manos entre los plieges, alcanzando a asir sus nalgas hemisféricas, suaves y magníficas y empecé a acariciarlas por debajo de su braguita y pasé mi dedo mayor por la división de sus glúteos hasta llegar a su ano. Lo acaricié por unos segundos, sintiendo en la yema de mis dedos el calor de esa zona, ella se encrespó y lanzó un profundo suspiro, revolviendo sus caderas como para dejarle paso a la falange a su cálido interior posterior.
Se separó de mí, colocándose en frente y de un movimiento se sacó lo que le quedaba de ropa. Se recostó de nuevo en el sofá que había al fondo, piernas abiertas en ángulo obtuso, mostrándome su vulva húmeda y dilatada, y dijo:
-Ven, esclavo. Chúpamela…
Me acerqué al corazón de sus piernas preciosas y con mis labios abarqué por completo aquella carnosidad abierta para mi.
Con mi cabeza entre sus muslos comencé a lamer sus labios vaginales para luego separarlos con mis manos y comenzar a abrirle camino a mi lengua. Se la metí lentamente acariciando cada rincón de su concha
Sentía el apretón de sus muslos contra mi espalda y su excitadas contorsiones acompañadas de sus gemidos encantadores. Fui entrando poco a poco hasta llegar donde pude, una vez ahí comencé a mover mi lengua de manera rápida y con fuerza para luego detenerme y deslizarla sobre las paredes de su vagina… sentí las oscilación de carnes húmedas y tibias en mi lengua mientras una cantidad no muy abundante de sus jugos comenzaban a resbalar por mi barbilla. Luego fui sacando lentamente mi lengua para realizarle una sesión sobre su clítoris. Comencé chupándoselo dándole pequeños apretones con mis labios a la vez que lo acariciaba con mi lengua… sentía como aquella protuberancia se endurecía enormemente.
Otra vez mi lengua buscó su más recóndita profundidad. Sus contorsiones se volvieron orgásmicas y en pocos segundos alcanzó el clímax por primera vez en esa noche. El apresuramiento de sus gemidos y su respiración entrecortada me indicaron que su pletórico cuerpo había sido sacudido por el máximo éxtasis. Pensé que esperaría unos momentos antes de proseguir, pero se sentó en el sofá y me dijo:
-Ponte de pie.
Obedecí y quedé parado delante de ella, quien continuaba sentada en el sofá. Con habilidad pasmosa, desabrochó mi pantalón y lo desmontó hasta las rodillas y me bajo con tranquilidad el tanga y mi verga quedó expuesta bamboleándose rígidamente a la altura de su rostro, mientras no podía disfrazar su desasosiego ante el tamaño de mi miembro. Tomándolo con la mano derecha, primero. la restregó contra una de sus mejillas con fuerza y arrebato, luego sobre la otra y empezó a recorrerla con la punta de la lengua desde la cabeza hasta los testículos, brindándome un placer inexplicable.
Luego se la metió en la boca y me la chupó de una forma excepcional. Tomo el dilatador de mi ano y al tiempo comenzó a introducirlo y sacarlo con fuerza.
-Tienes prohibido correrte por ahora. -Me ordenó.
Por poquito me derramo dentro de su boca, sino fuera porque logré controlarme y porque no le hubiese gustado aquello. En cinco minutos me regaló una mamada sorprendente, como si aquello fuera lo que más le produjera placer sexual. Le encantaba ver como mi animal se inflamaba a cada lamida, esperando el momento justo para insertarlo dentro de sí. Ella no aguantó más (ni yo tampoco hubiese soportado) y entre succión y succión, me pidió que me la follara.
Bruscamente se lo saque de la boca, la recosté en el sillón, ella se abrió de piernas y me mostró su abundante nido de nuevo, pero esta vez pidiéndome sin palabras que le enterrara hasta lo más profundo de su cuerpo, mi garrote férreo.
Le alcé las caderas y empuñando mi verga se la mandé con todo mi vigor, provocándole unos gritos medio ahogados de placer, en un paroxismo posesivo. Se la zambullí hasta el fondo, y comencé a mover a esa hembra poseída por el deseo. Ella afanada por el deleite movía sus caderas en forma opuesta a mis movimientos de invasión y yo la metía y sacaba con más fuerza, haciéndola gritar de felicidad.
Pocos segundos duramos en esa posición, porque Helena era una mujer que le gustaba más participación activa en el sexo.
Me hizo que me recostara en el sillón, justo en el puesto que ella ocupaba y se acomodó sobre mí calzándose mi pene en su vagina, y sin esperar ni un segundo comenzó a cabalgar desenfrenadamente.
Al ponerse sobre mi, pude contemplar toda su genenerosa belleza y la visión de aquel par de tetas saltando sobre su pecho aumentó mi estado de excitación Tuve que ajustarme a sus movimientos y penetrarla a su ritmo; me estaba volviendo loco, al ver aquel cuerpo maravilloso haciéndome el amor a su antojo.
Le pedí que se colocara de espalda, lo que hizo sin dejarse rogar, con muchísimo gusto. Me senté en el sofá y a sus espaldas, y de nuevo la penetré vaginalmente, pero esta vez desde atrás, esto la volvía loca, sentir el golpe fuerte de mi cuerpo en sus nalgas la descontrolaba, se movía adelante y atrás implorándome que la penetrara con fuerza.
Helena estaba quietecita, abrazada a uno de los cojines al que le hincaba los dientes para no gritar. Empecé a bombardearla despacio y a medida su vagina se llenaba de mi falo, ella comenzó a moverse hasta el punto de soltar el almohadón que mordía y pedirme que le diera más fuerte, más dentro, más rápido, que quería más, acompañándome con sus bamboleos, esto elevó mi calentura y seguí dándole cada vez más fuerte hasta que ella se corrió de nuevo. Sin embargo, me pedía que le diera más. El que ella me pidiera más aún habiendo alcanzado un orgasmo me dio mas bríos para empujar y al hacerlo con más fuerza sentí como Helena se desvanecía y se aflojaba toda.
Casi simultáneamente logró otro orgasmo… y otro… y otro.
Sus orgasmos fueron apoteósicos: gritó, gimió, se retorció y por unos instantes lo vivió con tanta vehemencia que se olvidó de mi. En ráfagas, la sucesión de las descargas invadieron su cuerpo haciéndola desplomarse sobre el mueble. Yo me percaté de ello desde el momento en que sentí sus piernas temblar y vagina apretar aún más mi miembro erecto. Lanzó un delicioso clamor y se quedó así, inerte. Yo mientras, me encontraba aún encendido y un torrente de semen saltó de mi verga bañando su interior.
Como buenamente pudimos, recompusimos nuestros atuendo y con mucho cuidado salimos otra vez al local, nadie se percató ni de nuestra salida , ni del uso que la habíamos dados, abrazados como dos enamorados salimos a la calle. Tranquilamente nos dirigimos a nuestro hogar paseando, eso sí, sin dejar de meternos manos a la mínima oportunidad de no ver a nadie.
Cuando por fin llegamos casa dejamos nuestras cosas a un lado para dedicarnos a abrazarnos y besarnos apasionadamente, nuestras bocas se unieron en besos llenos de ganas, las lenguas se entrelazaban en una lucha por atraparse una a otra.
Las manos volaban de un lado a otro acariciando sobre las ropas las formas de nuestros cuerpos.
En medio del gusto de los besos, comencé a soltar su ropa, la blusa salió primero y luego mis manos se dedicaron a palpar los pechos de mi amada ama. Ella me rodeaba el cuello besándolo sin cesar, luego sus manos se deslizaron sobre el botón de mi pantalón dejando deslizar sobre mis piernas hasta el suelo. Le acaricié los gluteos con ambas manos, apretándola contra mi cuerpo, nos hallábamos muy excitados. Terminé de desnudarla mientras ella hacía lo propio conmigo.
La deposité sobre la cama, y pude observar la excitación de que era presa al acariciarla, nuestros cuerpos se restregaban ansiosos otra vez de contacto íntimo, bese sin demora sus pechos, los chupe y los comí golosamente, mientras ella frotaba su sexo contra mi pene.
Se sentó con las piernas abiertas sobre mí, y frotándose contra mí busco mi pene, lo tomo con una mano y lo llevó dentro de su vulva. Pero yo forcé la posición un poco para que nada más pudiese notar la punta de mi poya, entonces ella riendo comenzó a buscar más la penetración mientras yo la mantenía a distancia afirmándola en sus caderas.
Así la evite varias veces hasta que la solté logrando penetrarla de una sola vez profundamente. ella gritó y luego comenzó a gozar del pene que se había refugiado dentro de su cuerpo…subiendo y bajando.. comenzamos un ritmo sexual que solo nosotros conocemos y logramos… Jugamos así por mucho rato… hasta que sentí un deseo de acabar, pero lo contuve y me retire de su cuerpo para respirar.
Ella se aparto un momento y bebió un poco de agua para bajar el calor, yo luego la atraje hacia mi nuevamente y sentándola sobre mi sexo comencé a acariciar su vulva y acomodé mi pene, volví a penetrarla siguiendo el rito sexual. Nos movíamos lentamente, abrazados, y sintiendo el vibrar de nuestros genitales. Nos tumbamos de lado y me acerque por detrás, rodeandola con mis brazo y besando su nuca. Ella se movió facilitandome la entrada por detrás, se acomodó para recibir otra vez mi pene duro dentro de su cuerpo.
-Follamé mi pequeño esclavo.
Abrió sus piernas, me acerque lentamente y la penetré a la vez que acariciaba su clítoris y subía por su agitado vientre hasta sus cimbreantes senos.
-La quiero toda entera.
Ella quería más y acercandose más agarro el pene por la base y apretó contra la gruta de su deseo.
Poco a poco iba abriendo camino, yo empujaba un poco y ella retrocedía para luego volver con un nuevo movimiento de caderas autopenetrándose un poco mas, su pene entre los labios vaginales, los tan pronto estaba dentro por completo como sus labios vaginales se abrían dejando la punto fuera, como si de un tibio beso invitando a entrar se tratase.
Con sus piernas abiertas llevo el pene a la abertura de sus labios donde recibió la penetración en forma total y deliciosa, jugando a cabalgar su potro con lujuria y deseos de más.
Nos dimos la vuelta. La penetraba con fuerzas y la sostenía para ir controlando los arrebatos de ella, así lograba prolongar el gusto por más tiempo.
-Que bien te he enseñado a follar esclavo. -Me decía mientras clavaba sus añas en mi grupa dejando profundos surcos de pasión.
Levantó sus piernas y las apoyó en mis hombros, la penetré entonces con profundidad mayor, ella gemía y daba quejidos de placer con cada embestida.
-Que rico…Que bien, así.. Hasta dentro..
Acariciaba sus piernas mientras la veía que se abandonaba al placer. Noté la necesidad de descargar todo el placer acumulado.
-Puedo correrme, ama – pedí permiso.
-Por su puesto con lo bien que lo estas haciendo no te lo puedo negar.
Ella entró en un trance sexual de arrebato total, se quejaba y gemía por las sensaciones que sentía a través de su cuerpo, a la vez que me arañaba cuanto podía y me azotaba salvajemente con sus manos.
Bajé sus piernas y las deje abierta, apoye mi cuerpo y su peso sobre ella penetrándola con fuerza y lleno de deseos incontrolables. Apreté mi pubis contra su clítoris a la vez que tiraba de sus caderas para sentir más cerca aún su sexo, ella tomo la base el pene y los testículos, los cuales se introdujo por entero dentro de ella.
Acaricié sus senos coronados por unos pezones ahora puntiagudos, los mordí mientras mi pene entraba y salía a un ritmo fuerte y en aumento. Ella me beso con lengua ansiosa mientras sus amos agarraron mis nalgas para asi tener una penetración con más dureza y fuerza e impedir que saliera de su cuerpo
Helena movía la cabeza de un lado a otro gimiendo por placer… al verla así de descontrolada mi pene ya no pudo aguantar más y explotó en placer apretando muy fuerte para vaciar mi pasión en ella… 2 fuertes sacudidas dieron paso a una carga en la que mi tronco pareció endurecerse más y las paredes de su vagina comenzaron a convulsionar apretándolo con calor y humedad
Ella respiraba entrecortadamente y gemía y daba grititos hasta que exhaló fuertemente y su orgasmo la arrebató, luego de unos segundos de silencio y con los sexos palpitantes aún muy unidos y manteniendo un suave ritmo.
-Que placer me das pedazo maricón.
Aún estuvimos por un buen rato más unidos por nuestros sexos y mirándonos a los ojos tras tan tremenda descarga de amor.
-Muy bien por fin ha terminado tu inicio en un mundo nuevo, en el mundo que te marcará a partir de este momento tu ama.
Nos abrazamos y comenzamos a dormir lentamente convencidos de que esas vacaciones había cambiado de forma radical nuestra vida sexual.
FIN
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