La Alcaldesa

– No se si será que la tengo un poco estrecha, pero al intentar que me penetren siento mucho dolor. Queria saber si es algo con base o es que puedo tener algún problema… antes no me ocurría. O tal vez es que… los penes de los hombres que intento introducirme son muy grandes… aunque también lo he intentado con vibradores pequeñitos y no hay manera, me duele horrores cuando intento que entren en mi vagina.

Este era el problema que explicaba Lorena en la consulta de su sexóloga aquella mañana de marzo. Lorena era una chica joven, abogada, de pelo cobrizo, un cuerpo escultural con unas tentadoras curvas, un trasero pequeño y muy firme, y unos ojos azules preciosos.

Su sexóloga, Laura, preguntó:

– Usted ha sido elegida hace pocos meses alcaldesa de la ciudad, ¿no será producto del stress todo lo que nos cuenta? Le hemos hecho toda clase de pruebas y no existe vaginismo ni ningún problema orgánico, además, usted misma ha dicho que antes sí podía mantener relaciones sexuales normales.

– Sí- Dijo la joven.- Hace unos años, con mi ex-novio, pero ahora no… y no creo que sea por el puesto de alcaldesa, ya que antes de haber sido elegida ya tenía el mismo problema.

-¿Cuantas veces ha intentado que le introdujeran el miembro masculino?

Lorena se quedó pensativa:

-Varias… vamos a ver, intenté que me hicieran el amor varios amigos, incluso uno de mis guardaespaldas… que… (sonrió al decirlo) debía creer que quería mas de él, porque me lo hacía totalmente orgulloso y contento, pero al ver su falo erecto y firme, grandísimo y mirando a lo alto, ya supe que eso no me lo podría introducir. Al intentar acercarse a mi abertura vaginal sufrí un dolor grandísimo y no pude continuar.

Laura, la sexóloga, una mujer de mediana edad, con gruesas gafas de pasta y pelo moreno y largo, tamborileó brevemente con sus dedos sobre la mesa:

-¿Sabe? Lo que pienso es que es usted misma la que no quiere que la penetren…

Lorena abrió mucho los ojos:

-¿Qué?- Dijo, sorprendida.

-Sí, a veces ocurre. Resulta que su vagina, su vulva, rechaza que la penetren… Existen vaginas para determinados penes, y penes que están hechos especialmente para ciertas vaginas. Cuando su vulva encuentre al pene que le vaya perfecto lo sentirá y dejará que le entre. Pero solo ese pene, a los otros rechazará.

-Es decir.- Resumió Lorena.- ¿Que a mi vulva no le gustan los penes que le he dado a probar?

-Sí, mas o menos. Su vulva está buscando el pene de su medida, con el que se sienta a gusto. Tenga paciencia, ya verá como lo encuentra. Cuando esté ante el se lubricará mucho y la penetrarán fácilmente, ya lo verá. Es cuestión de tiempo.

Lorena esperaba que la sexóloga tuviera razón y solo se tratase de que su vagina buscaba un miembro varonil especialmente hecho para ella. En el ascensor, mientras descendía al piso bajo, acarició por fuera del pantalón a su vulva y susurró: “vaya caprichosa que eres, ¿eh, pequeña?”.

Regresó al ayuntamiento y en una de las estancias de sus despachos privados se cambió de ropa. Hoy tenía una sesión de fotos oficiales, así que se vistió exhuberante, pero elegante y seria a la vez. Se puso una minifalda blanca, ajustada, y una blusa también blanca.

El fotógrafo era un chico joven, acompañado por un ayudante, que, ante los poses de ella, se les veía visiblemente ruborizados. A duras penas podían disimular sus erecciones sobre los pantalones de algodón, y la “tienda de campaña” se les levantó en varias ocasiones. Lorena estaba pensativa, ¿serían estos los hombres que estaban “destinados” a ser su pareja? Pero no sentía que su vulva se excitara ni que se humedeciera ni mínimamente. Aunque ellos hubieran dado lo que fuera por entrar en su interior, su rajita femenina no sentía ningún deseo de ello.

Se pasó la noche trabajando en su despacho, visualizando las cuentas en la base de datos del ordenador. Estaba a punto de irse cuando, a primera hora de la mañana, una de sus concejales, Marisa, entró por la puerta con un pequeño paquete en la mano envuelto en papel de regalo verde:

-Este es el presente que le enviaron los habitantes de nuestra ciudad hermanada.

Lorena lo cogió, era algo que ya estaba esperando puesto que, en una llamada telefónica, el alcalde de la otra ciudad, una popular villa suiza, con la que estaba hermanada, le había dicho que le harían llegar un reloj de un alto valor como homenaje a su persona.

Aunque a Lorena no le apetecía un regalo de tal índole, no pudo rechazarlo y, al descubrirlo, se encontró con un hermoso reloj de esfera blanca, brillante, bañado en oro.

Lo dejó sobre la mesa y salió a descansar a su cercano apartamento de la ciudad.

Cuando al final regresó por la tarde, descubrió, con terror, que el reloj había desaparecido. Consultó a su secretaria y a la concejala, ambas no sabían nada, ni siquiera habían entrado en las dependencias de la alcaldesa:

-Los únicos que han estado aquí- había dicho su secretaria- es el personal de limpieza, esta mañana.

Llamaron al personal de limpieza sin perder tiempo, cuya responsable, una señora rubia y muy alta, juró y perjuró que no habían accedido a la estancia. La voz se corrió pronto por todo el consistorio. Alfredo había estado de turno esa mañana y había sido el que limpió el despacho de la alcaldesa. Las miradas de sus compañeros de limpieza se cirnieron sobre él. Aseguró que había visto el paquete, pero que no lo había ni siquiera tocado. No obstante, por mucho que dijera su honorabilidad quedaba por los suelos. Era patente que hacia él apuntaban todas las dudas y pesquisas.

Harto de ser objeto de tantas acusaciones infundadas, lleno de rabia subió arriba hacia la planta central donde la alcaldesa tenía sus despachos. Abrió la puerta. Aún estaban dentro, discutiendo, la secretaria, la concejala, la encargada de la limpieza y varios señores y señoras mas que él no conocía. Y sentada, con gesto serio, en su sillón detrás del escritorio, la alcaldesa.

Se miraron, un policía local se dirigió hacia Alfredo, poniéndole una mano sobre el plexo solar para que no avanzase.

-Suélteme!.- Dijo él, apartándola de un manotazo. Lorena lo reconoció en seguida: ¡era su ex novio! Se levantó del sillón y avanzó hacia él:

-¿Que haces aquí?- Inquirió.

-Trabajo aquí, en la limpieza. Yo pasé tu despacho hoy.- Dijo el joven.- ¡Y yo no he robado nada!

-Nadie te está acusando…- Dijo la alcaldesa. Los demás miraban atentamente.

-Ya veo que no.- Respondió a su vez Alfredo, lanzando una mirada a su alrededor. Cogió suavemente la muñeca de su jefa.- Necesito hablar contigo.

Ella se soltó de él:

-¿Qué quieres?

í?l suplicó, con la mirada, y con estas palabras:

-Por favor. Será solo un minuto.

La alcaldesa suspiró, pero, al final, cedió. Pidió que salieran todos y se quedaron a solas.

-No sabía que estuvieras trabajando aquí, ¡y en limpieza!

-Algo había que hacer, y era el puesto al que pude acceder, Lorena…

Se habían separado desde hacía dos años, y, en todo ese tiempo, no se habían visto en ninguna ocasión… ¡y ahora aparecía de repente…!

-…pero -continuó él- lo principal es que podía estar junto a ti. En todo este tiempo no te he podido olvidar… -Le cogió la mano de la chica.- Me gustaría que volviéramos, por favor…

-¿Así, sin mas? ¿No te has planteado que puedo tener pareja, que te pude haber olvidado? ¡Estas loco!

-Correré ese riesgo.- Dijo él, tristemente.- Pero espero que no me hayas olvidado…

Ella se sentía irritada, irritada por todo, por su aparición repentina, por su petición… Por un lado quería mandarlo a tomar vientos pero, por otro, estaba sintiendo algo que llevaba mucho tiempo sin sentir: su vulva comenzaba a inundarse de fluidos, ¡se estaba lubricando! La sensación era muy placentera, la excitaba muchísimo. ¿Sería el pene de su novio de siempre el que su vagina amaba y quería dejar penetrar en su interior? Sin dudar, ella lo creía así.

-No se, Alfredo… todo es ta… repentino…

-Lorena, por favor! -Se abrazó a ella.- No digas nada, vale. Solo… abrázame… no sabes lo que he pasado, lo que te necesito, cariño!

Sintió el abrazo de él. Inmediatamente sus pezones se endurecieron por debajo del sujetador y se clavaron en el pecho de su hombre. Sin duda él también los notaba, puesto que se apretó aún mas contra ella para sentirlos y darles el calor de su contacto.

La miró a los ojos y dijo:

-¿Como está mi “Lorenita”? ¿Me la has cuidado?

“Lorenita”, así le llamaba él a la vulva de su chica. ¡Hacía tanto tiempo que no le decían ese nombre! Lorena sonrió…

-No ha dejado que nadie me penetre, ¿sabes?… ¿Y mi “caballito”?

“Caballito” le llamaba ella al pene de su hombre:

-¿En serio no te ha hecho el amor nadie? – La abrazó con más intensidad – Muchas gracias, cariño… Tu caballito tampoco entró en ninguna mujer, no se erecta mas que contigo…

Ella volvió a sonreir:

-Pues ahora sí que lo está.- Dijo, al sentir el miembro viril erecto contra su vientre.

Alfredo bajó la mano por dentro de la minifalda, y le cogió el chichi entero.

-Mmmm! -Se alegró.- ¡Que humeda y fresca está mi Lorenita…!

Un escalofrio de placer la recorrió a la joven, ¡hacia tanto tiempo que no experimentaba algo así! La mano de su hombre sobre su entrada femenina estaba produciéndole auténticos accesos de gozo, las piernas le temblaban, le salía su nectar por su conejito como un auténtico grifo. í?l le dijo:

-Quiero beberme todo eso que estás echando ahora, Lorena… por favor… pero antes, mi amor, quiero que me digas que vuelves conmigo, que no nos volveremos a separar jamás. Quiero que te cases conmigo.

La alcaldesa sonrió, feliz:

-¿Prometes que no te separarás mas de mí?

El la besó intensamente:

-Te lo prometo, no nos separaremos, ya verás. Seré fuerte por tí.

-Vámonos al sofá, mi amor, que tengo mucho jugo para tí.

Cerraron por dentro la puerta del despacho y se tumbaron en el sofá. Al quitarle la minifalda y la braguita apareció una vulva refulgente, brillante. muy abierta y con todos sus labios hacia el exterior…

-¡Madre mia!.- Enfatizó ella al verla y sentirla así.- ¡Hacía muchísimo que no tenía mi sexo de esta forma, cariño!

Alfredo sonrió. Le gustaba que la rajita de su chica se pusiera así para él, se sentí el rey, su dueño. La joven la tenía tan abierta y abultada que no podía ni cerrar las piernas, las mantenía abiertas, con su sexo palpitando y echando líquido profusamente, como un auténtico manantial de placer.

El chico no dejó perder ni un instante para saciar la joya íntima de su pareja, y se fué al clítoris, lamiéndolo y sorbiendo todos sus nectares. Verdaderamente, estaba empapado. Nada mas sentir su lengua en su abultado clítoris, un orgamos recorrió a la mujer, a la par que exhalaba mas lubricante por su agujero femenino.

Se desnudaron completamente y él se fué a sus pechos, mamándolos intensamente. Pero a los pocos minutos ella le pidió:

-Deja mis pezones, amor mio. Penétrame, quiero sentirte dentro de mi, quiero tu pene en mi chochito, después mientras me folles ya podrás soberme las tetas cuanto quieras.

El aceptó sin dudar su petición, y la penetró introduciendo totalmente a su “caballito”, mientras ella chillaba: “más adentró, éntralo todo, todo adentrooooo!!!”. Por primera vez desde hacía dos años, su vagina aceptaba un miembro masculino: el miembro de su novio de siempre, el de su chico. Era el miembro perfecto para ella, y se amoldó a él perfectamente.

Ella sintió con placer cómo su vagina comenzaba a mamarlo, intentando extraer el semen del pene de su hombre. Alfredo sentía el glande hinchadísimo, dándole placer a su chica, con unas ganas terribles de eyacular y vaciar todo su esperma dentro de ella.

-¡Tengo mucho esperma para tí, cariño, hace mucho que no eyaculo en una mujer!.- Dijo él sinceramente. Ella sonrió, satisfecha:

-Mejor, amor mio. ¡Damelo todo, daselo todo a tu Lorenita!

La chica lo besó, pasando su lengua por el interior de la boca de su hombre, mientras este apretaba los pezones de la mujer. Lorena puso sus manos sobre el trasero de él y se apretó, hundiendo su vagina lo más que pudo contra el pene del chico, sintiéndolo muy endurecido en su interior. Le llegaba un orgasmo extraordinario, grandísimo, cósmico, y pidió:

-Ahora, amor mio, ¡ahora!, ¡¡¡dame todo tu semen!!!

Y se corrió sobre él. Alfredo, al sentir el orgasmo de su mujer y cómo se llenaba la vulva de líquido lubricante, no resistió más y en un gesto de su pene, introduciéndose aún más dentro de ella, soltó todo su esperma y eyaculó dentro de la vagina, llenándola de sus espermatozoides y haciéndola experimentar algo que hacía mucho que no sentía: la presencia de un pene de hombre en su refugio de hembra.

Se abrazaron con pasión, Lorena sonreía, muy satisfecha. No iba a permitir que su hombre, el pene de su vulvita, la volviese a abandonar. El la besó lleno de amor y cariño, y se quedaron aún un buen rato abrazados, con el miembro viril dándole calor y mimitos a la vulva de Lorena.

Al final descubririan que el reloj había sido trastocado por un funcionario sin querer, que había entrado en la estancia sin que nadie se hubiera percatado de ello… pero eso era ya lo de menos.

FIN

La Alcaldesa
©opyleft L. Dojer
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Author: cookie2006

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