Relato enviado originalmente por Sergio A. el 4 de Mayo del 2001 a www.SexoServicio.com
No nos conocíamos de nada, sólo habíamos intercambiado algunos mailes y
ella me había premiado con un cd que contenía una serie de fotos de su
maravilloso cuerpo desnudo y en poses muy sugestivas. Tanto ella como yo
estábamos casados y de mi parte mi pareja no sabía nada de los mails que
nos cruzábamos aunque el esposo de ella si lo sabía y aparentemente no le
afectaba, al contrario, sabía que tenía una hermosa mujer y generosamente
me permitía admirarla.
Fue ella quien propuso que nos viésemos en un hotel del centro de la
ciudad. Yo no me atrevía y de hecho a ella le costó mucho vencer sus
creencias y encontrarse con un desconocido. Pero después de todo éramos
dos adultos que querían sentir el placer de lo diferente. El trato era sencillo y sin compromisos, nos encontraríamos en el bar del
hotel para tomar una copa y decidir si seguíamos adelante. Ninguno de los
dos quería tener contacto físico, como si tocarse fuese pecado pero
mirarse no. Lo que habíamos planeado era muy sencillo, ella quería ser
espectadora de un hombre masturbándose y él quería ver una mujer teniendo
un orgasmo provocado por ella misma. No haría falta que nos tocásemos
mutuamente, sólo debíamos mirarnos, exhibirnos y masturbarnos uno frente
al otro. Quería saber si yo sería capaz de superar mi propia vergíŒenza. La
situación era llegar a un alto punto de morbosidad y lujuria sin caer en
lo vergonzante o escatológico. Todo debía ser llevado con la máxima
educación y respeto.
Y, sí, decidimos hacerlo.
Quedamos un día según lo convenido, no nos habíamos visto nunca y no nos
conocíamos más que por referencias de los mails y las fotos que me había
envíado. Ella era una mujer impactante de treinta y tantos años, llevaba
un vestido gris cortísmo y untado a su escalofriante cuerpo que cubría con
un bonito abrigo, zapatos de tacón alto y medias negras. Era una persona
muy educada y segura de sí misma, la verdad es que me impresionó mucho. Yo
iba con un traje negro. Nos reconocimos enseguida y nos saludamos con un
apretón de manos y un tímido beso en la mejilla. Los dos estábamos
nerviosos así que pedimos unas bebidas. Ninguno de los dos sabía cómo
empezar la conversación. Empecé yo hablando del tiempo y la buena
temperatura que estaba haciendo para la época del año en que estábamos.
– Bonito día.
– Sí, realmente lo es.
– Te importa si te digo lo bellísima que eres??
– Claro que no, además si nos vamos a mirar desnudos, mejor será que
llevemos la conversación hacia temas más picantes.
– Empieza tú si quieres.
– Me gusta el aspecto que tienes, tus cuarenta y cinco años también están
muy bien llevados. Estoy empezando a excitarme sólo de imaginar como te
coges el miembro.
– Bueno, eso es empezar fuerte, ¿puedo preguntarte de qué color llevas la
ropa interior?
– Para esta ocasión, no llevo.
– ¿Te depilas el sexo?
– Normalmente sólo me lo recorto y arreglo, pero no te preocupes que luego
lo verás. Me encantará enseñártelo.
– Dios!, esto si que es una conversación subida de tono.
– De eso se trataba, no. Por cierto cuando quieras vamos subiendo a la
habitación, ya tengo ganas de verte la verga.
– Sería gracioso que ahora con los nervios no se me ponga dura.
– No pienses en ello y disfruta del momento, después de todo a eso hemos
venido, a pasarla bien y sin agobios.
Recogimos la llave en recepción y subimos en el ascensor a la cuarta
planta. Dentro del ascensor cada uno se puso frente al otro en esquinas
opuestas. Ella no se cortó para nada cuando al cerrarse las puertas se
abrió la chaqueta y con la mano derecha empezó a darse masaje en sus tetas
al mismo tiempo que me decía:
– Vamos! quiero ver cómo te sobas!! me encanta decir estas cosas.
En ese momento el ascensor llegó a su destino y se abrieron las puestas.
Nuestra habitación quedaba justo enfrente. Era la típica suite de hotel
con una cama king zize, una sala al entrar, muy lujosa y confortable.
Sin más preámbulos me quité el saco y la corbata, me senté en el borde de
la cama he hice lo mismo con los zapatos y calcetines. Ella por su parte
había dejado el bolso sobre un sillón y mirándome directamente a los ojos
se quitó el abrigo, se subió el cortísimo vestido y lo saco por sus
hombros dejándolo caer sobre el suelo, descubriendo unas maravillosas
piernas oscurecidas por las medias que acababan en un liguero de encaje
negro. Dio dos pasos hacia atrás y se sentó en el sillón diciéndome:
– Recuéstate contra la cabecera de la cama, quítate ya la camisa y los
pantalones que estoy deseando verte !!!
Hice lo que me pidió y quedé totalmente desnudo ante ella, separé un poco
las piernas y mi pene quedó en semierección. Ella no quitaba ojo de mi
aparato al tiempo que empezaba a sobarse los pezones. Lentamente empiezo a
tocármela, tiro de la base y descubro el glande, la erección es total
cuando me sujeto los huevos con la otra mano. Me ensalivo dos dedos y con
ellos me froto suavemente la cabeza, en la punta aparece una gota de
líquido que esparzo por todo en glande. Le estoy mirando directamente a
los ojos mientras ella mira mi verga. Mis huevos han subido y están duros
y apretados contra la base de mi aparato.
Ella está excitada, con una mano se pellizca con fuerza los pezones y con
la otra se esta tocando la vulva . Respira con fuerza, separa un poco más
las piernas para acceder directamente a sus labios vaginales. Lleva el
vello púbico arreglado y se le nota la humedad incipiente previa al
orgasmo.
– ¿Te gusta mirarme la rajita?
– Sí, mucho!!
– Vamos, masajeate con fuerza la verga, quiero ver como eyaculas y salen
tus chorros de semen. ¿Has probado tu semen alguna vez?
– Pues la verdad es que no.
– Yo si!!
Ahora ella está nerviosa, seguramente no llegará al orgasmo hasta después
del mío, está ansiosa por ver las eyaculaciones de semen, no para de
frotarse el clítoris, ahora me mira a los ojos, entreabre los labios y se
los humedece, yo hago lo mismo, además me ensalivo dos dedos y vuelvo a
frotarme el glande, me estoy masturbando lentamente pues quiero venirme
sin apenas frotar mi miembro.
Noto que mi orgasmo no tardará mucho en llegar, realmente ahora la tengo
durísma y enorme, ella me dice que quiere ver cómo eyaculo, se levanta de
la silla y se acerca, con un par de movimientos más me vendré, ahora estoy
muy caliente y noto cómo me llega el placer, me voy a venir y ella verá
mi orgasmo a centímetros de mí. El semen empieza a subir y sale disparado
una, dos, tres, cuatro veces, he eyaculado sobre mí mismo, mi leche ha
llegado hasta mi pecho, también por mi vientre, mi mano tiene semen,
respiro nervioso sigo excitado, ella también quiere venirse, esta de pie a
mi lado, ha separado un poco las piernas y se frota el clítoris con furia,
flexiona un poco las piernas y se mete dos dedos en la vagina, los mueve
rápido, entrando y saliendo, sus dedos están empapados con sus jugos, me
toma una mano y me pide que sea yo quien meta dos dedos en su empapada
cueva, al sentirlos lleva la cabeza hacia atrás.. está gimiendo de placer,
no puede controlarse y se viene entre espasmos de placer, su orgasmo es
largo, intenso, tiene el placer pintado en el rostro. Sus ojos desprenden
lujuria, quiere alargar el momento.
Ya estamos más relajados, ha sido excitante y morboso, sólo de recordarlo
nos excitamos, queremos alargar el encuentro y no sabemos cómo continuar,
pero se lo ocurre algo:
– Oye, y si nos bañamos por turnos, mientras uno se ducha el otro mira.
– Bueno, por qué no. Empieza tú que estas más cachonda, además, yo
necesito más tiempo para recuperarme.
– Pues siéntate en el banquillo que te voy a enseñar cómo se masturba una
mujer en la ducha.
Vaya si me lo enseñó, consiguió que me recuperase antes de lo previsto y
no tuve ningún problema en venirme por segunda vez mientras ella llegaba a
su tercer orgasmo mirándome directamente a los ojos.
Una hora más tarde nos despedíamos en la recepción del hotel satisfechos
los dos de haber hecho realidad una fantasía de esas que hacen la vida más
alegre, pues sólo con el recuerdo la sensación de placer vuelve. Tal vez
algún día podamos repetir la experiencia y quien sabe, podríamos llegar a
hacer el amor!
MH