Un Vampiro rapta a una hermosa pelirroja… (segunda parte)Segunda parte
Oscuridad…
Todos los miedos de su infancia se congregaron cuando despertó sóla y desnuda en medio de la más absoluta oscuridad. ¿Dónde estaba?. ¿Qué hacía allí?. Temblaba de miedo, y de frío. ¿El hombre del saco la había secuestrado?. ¿Debajo de su cama un monstruo esperaba a que caminase fuera para devorarle los pies en el acto?. ¿Un espectro maléfico rondaba alrededor suyo para aniquilarla si le miraba?. Nunca debió ir sóla… No se atrevía a respirar.
Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.
Podía sentir una presencia vigilándola. ¿La miraban desde uno de los rincones de la habitación?. No… era una presencia que la subyugaba más adentro, en lo más profundo de su alma y de su mente. La temía… porque moraba en el interior de sus recuerdos, porque sabía acerca de sus miedos. Podía sentir como se abría paso a través de sus recuerdos, leyendo cada fragmento de su vida. Las frustraciones, los anhelos, las alegrías, las tristezas… todo. Ya nada pertenecía a su mundo de secretos, porque “algo” estaba dentro de su alma, y era oscuro…
Oscuridad…
Cerró los ojos y se cubrió con las sábanas. Notó que algo frío la estaba rozando. Se apartó levemente pero podía sentirlo, el tacto de la carne… Se forzó a no hacer ruido alguno. Toco con la mano a su izquierda. En efecto, había una mano helada. Se apartó conteniendo un grito de terror saliendo de la cama a toda velocidad. Sigilosa como un gato, fue palpando con manos y pies hasta que dió con una silla.
Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.
Tocó buscando algo, y casi gritó de alegría al notar su bolso allí depositado. Eso era bueno. Su bolso tenía un mechero y tenía un movil. Abrió con cuidado la cremallera sin dejar de sentir que “algo” la estaba vigilando. Sacó el teléfono y la luz de su pantalla iluminó un poco la enorme habitación. En la cama había un bulto que no podía aún distinguir y en el fondo, tampoco quería hacerlo, pero debía, si quería averiguar donde estaba. ¿De qué le serviría avisar que la habían secuestrado si no sabía dónde la tenían?.
Acercándose a la cama enfocó la luz del movil hasta la figura que llacía en ella. Vlad. Era él… Se alejó respirando aceleradamente. Se forzó a si misma a dejar de hacer ruido con su respiración tapándose la boca con las manos mientras marcaba nerviosa el teléfono de un amigo.
Tirorii, tiroriii. Ha sido imposible establecer la llamada.
Pegó el teléfono a su oído temiendo que se escuchara el sonido odioso de aquella máquina que le privaba de la posiblidad de llamar. No tenía cobertura. Eso significaba que debía estar encerrada en la mansión.
Sssssssssssssara
Un viento helado la recorrió de pies a cabeza. ¿De dónde provenía esa corriente que susurró su nombre?. Era su imaginación. No existían los monstruos, ni los espectros… pero sin embargo, “algo” la miraba, la seguía, la espiaba desde lo más interior de si misma. Su desnudez exterior no era nada comparado con la desnudez que sentía por dentro.
Orientó el movil a modo de linterna y sus ojos acostumbrados algo más a la oscuridad percibieron la forma de una puerta. Caminó de puntillas hasta ella, pero como suponía no se abría, estaba cerrada con seguro. Su intuición le decía que quien la había cerrado, conservaba en su poder la llave de su libertad.
Se acercó hasta la cama nuevamente iluminando de refilón con la escasa luz de su telefono, la cual se apagaba periodicamente causándole el mayor de los terrores hasta que volvía a iluminarse. Apartando las sábanas con cuidado de no despertar a quien dormía, la sensación de violencia aumentaba, su corazón latía a tanta velocidad y con tal fuerza que temía que sus latidos fueran audibles. Vlad estaba desnudo, y su piel pálida hasta el extremo era fría, demasiado fría… Examinó lentamente sus manos, y en la diestra, encerrado en un puño sobresalía un cordel dorado que seguramente debía sostener la llave que tanto ansiaba.
Tiró del cordel con cuidado. Se volvió a oscurecer todo. – Sssssara. – El viento helado susurró su nombre por segunda vez en esa noche. Pulsó las teclas del teléfono con nerviosismo, como queriendo aullentar el mal por medio de la luz ténue que este emitía. Su mente era penetrada nuevamente por ese ente que la avasallaba introduciéndose en sus pensamientos.
De repente se percató de algo. En su intento por abrir el puño de su raptor, notó que no había pulso en su muñeca. Se aseguró antes de sacar conclusiones, recordó vagamente haberle recordado decir que pensaba quitarse la vida. Lo hizo. ¿Se había suicidado?. Eso explicaría el rictus de su mano imposible de abrir, así como la frialdad de su cuerpo. Pero entonces, ese ente que sentía apoderándose de su mente, ¿sería el espíritu del difundo?.
Oscuridad…
Salir de allí. Era lo único que le importaba en esos instantes… Forzó la mano a abrirse y tiró del cordel sacando su precioso objeto. Más cuando esta salió, los mismos dedos que habían soltado el objeto se aprisionaron machacando los dedos que habían osado robar y profanar el cuerpo. La fuerza era inmensa. Se calló al suelo y tiró de su mano hasta que se pudo soltar del agarre tremendo.
Corrió hasta la puerta llorando, tropezando con quien sabe qué cosas porque ya no pensaba en más luz que la que pudiera aparecer detrás de esa puerta. Metió la llave en la cerradura tan rápido como sus manos temblorosas le permitieron. Sabía que estaba desnuda, sintió verguenza de salir huyendo así, pero la sensación de ser vigilada era tan tremenda que no se atrevió a coger siquiera una sábana. Después de varios intentos fallidos giró y escuchó el sonido viejo de la apertura. Música en sus oídos.
Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.
Corrió por los pasillos tenebrosos. Abrió las ventanas en busca de la luz, sólo para darse cuenta de que no estaba amaneciendo, sino que atardecía y el rojizo del cielo daba paso a la negrura de la noche. Quiso apresurarse. Marcó de nuevo otro teléfono de su listín, solo para encontrarse con el mismo mensaje que le hizo desear tirar el movil por la ventana.
Voló escaleras abajo, crugiendo las maderas viejas a su paso. Todo estaba en silencio, nadie se movía, ni un alma, o quizás una, ella… y alguien más… que la seguía y por más que miraba no alcanzaba a saber de dónde venían esos ojos que le desnudaban el alma.
– FUERAAA. – Gritó presa de la angustia, queriendole sacar de su cabeza. Pero esa energía la estaba violando, la violaba en lo más profundo de su intimidad susurrándole secretos lascivos, recordándole imágenes eróticas… De unos besos, de unas caricias, de unos pechos que son lamidos llenos de sangre, de una vagina penetrada por una lengua fría, y enrojecida.
Jadeaba mientras corría tratando de encender las luces, pero no había interruptores en esa casa. Tropezó golpeándose en el muslo con la esquina de una mesa. Del corte brotó un hilito de sangre, y las luces se encendieron. Racionalizó que no fue su herida sino el sonido lo que provocó que la luz se encendiera y sin embargo, notó que ese ente que la seguía se había encendido a la par que las otras.
Buscó un teléfono con desesperación. El viento helado la sacudió de nuevo. Corrió perdida por el laberinto de habitaciones hasta que dió con la puerta de salida, también cerrada. La golpeó con fuerza y se rindió en el suelo llorando. ¿Tendría la llave también guardada su fallecido raptor?.
Armándose de valor subió de nuevo las escaleras, recorrió la casa otra vez con destino al origen de sus pesares, palmeó a cada paso encendiendo cada luz que existía. Los amplios ventanales ya no permitían el paso más que a las últimas claridades del día.
Entró temblando, palmeó pero no se encendieron las luces en esa ocasión. Fue hasta él sintiendo a cada paso como la violaba con imágenes de sí misma tormentosas y eróticas al mismo tiempo. De sus pezones tan firmes y calientes mientras son rozados apenas por unos dedos… por unas manos… por una cara que se restriega en ellos…
Revisó la otra mano, pero en ella no había ninguna llave. Miró bajo la almohada acercándo su cuerpo desnudo al cadaver. Su cuello peligrosamente expuesto a la altura de una boca hambrienta. Su corazón latiendo tan fuerte que resonaba en las maderas viejas de aquella casa.
– AHHHHHHHHHHH. – Los ojos se abrieron y el resucitado la cogió tumbándola sobre la cama.
– Sara. – Pronunció sin mover los labios.
Era él, quien le violaba el espíritu y ahora el cuerpo, con su tacto de hielo. El aullido de unos lobos indicaron que la noche se había cernido sobre aquel bosque maldito.
Y sus ojos ambarinos se clavaron en los sedientos como la luz del sol, recriminándole sus acciones, quemándole por dentro.
Continuará…
y donde termina
Quiero la tersera parte como termina esta historia