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Complaciendo a mi nena descubrí algo maravilloso en mí.
Amaba a Sofía con todo mi corazón, era la persona más especial que había conocido; tierna, detallista, cariñosa; había muchas cualidades que podría resaltar; yo estaba realmente enamorada y se podría decir que me gustaba todo de ella, sólo por un pequeño detalle, me quería abrir el culo. Y es que ella tenía ese fetiche, y realmente lo disfrutaba, casi siempre que lo hacíamos me pedía que jugara con su ano, que lo lamiera, que se lo abriera con mis dedos, con consoladores; a mí me gustaba mucho darle gusto en eso, siempre y cuando no fuera el mío. Me daba miedo, todo a causa de una amiga que me contó su primera experiencia anal y me dijo que le había dolido tanto que jamás en su vida lo volvería a hacer, me vendió ese miedo, y el sólo echo de pensar en eso me hacía sentir dolor, para mí ese tema era taboo tratándose de mí. Sofía cada vez que la cogía la arrechera me lo pedía, y mi respuesta siempre era la misma: ¡NO!.
Ese día le estaba celebrando su primer cumpleaños desde que estábamos juntas. La llené de detalles, que si la torta, que si el vino, que si esto y lo de más allá; quería que ese día fuera muy especial para ella y no escatimé en esfuerzos para que así fuera. Comimos, bebimos, conversamos delicioso; las dos ya estábamos muy melosas, sentadas en el suelo la tenía entre mis brazos a la luz de las velas, era la velada perfecta; entre besos y caricias cuando menos lo pensamos estábamos haciendo el amor, todo iba a las mil maravillas hasta que me dijo: “¿te puedo pedir algo de cumpleaños?”. Mi instinto de supervivencia se encendió inmediatamente, no había que ser un genio para saber qué era lo que me iba a pedir. Y sí, efectivamente era eso, me cogió cortica, había estado pensando en cómo hacer que ese día fuera tan especial para Sofía que ni se me había pasado la idea de que me iba a pedir eso, quizá hubiera preparado una excusa para salir del paso sin quedar mal con ella, pero no, fue un tiro certero de su parte el pedírmelo ese día; espero hasta el final para hacerlo, a veces pienso que ya lo tenía planeado. Yo me llené de angustia, tanto sacarle el cuerpo a ese tema para que me lo pidiera en ese preciso momento, fue muy ingenioso de su parte. Me llenó de caricias, me aseguro que no me iba a doler, que ella me iba a lubricar bien, que iba a ver lo rico que se sentía, que por algo a ella le gustaba tanto; a mí me pudo más el amor que el miedo, y sobretodo en ese momento en que ya el vino había echo su efecto en mí, tal vez de ahí saqué el valor para decirle que sí. Le brillaron los ojos cuando lo hice.
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La ternura de Sofía se dejó ver en la delicadeza con que lo hizo, no fue directamente al grano, primero me chupó el coñito de una forma especial, me hizo venir varias veces, luego lamió mis nalgas, me pasaba la lengua cerca del ano pero no la ponía ahí, se estaba tomando su tiempo para hacerlo; hasta que la sentí, su lengua mojada tocó mi ano y la hizo subir hasta mi clítoris, se sintió rico, era una experiencia nueva; lo volvió a hacer varias veces hasta que sólo se concentró en mi culito, ponía su lengua en él y la hacía recorrer por todo el borde, la hundía un poco, lo chupaba; yo lo estaba empezando a disfrutar realmente. Sacó el lubricante y puso un poco en su dedo, lo puso en mi ano y lo hizo mover presionando sólo un poco, me dio un beso con el que percibí todo el morbo que le estaba causando la situación; hasta que lo hizo, sentí como hundía su dedo en mi culo, como se abría; lo metía un poco, lo sacaba y lo volvía a meter, cada vez metiéndolo un poco más; debo confesar que no me gustó, ¡ME ENCANTÓ!; una sensación de placer salía de mi ano y recorría por toda mi espalda, era riquísimo; no me dolió para nada; Sofía supo cómo hacerme gozar, se lubricó dos dedos y los metió suavemente dentro de mí, yo no dejaba de sentir placer. Lo mejor vino cuando metió su dedo pulgar en mi coñito mientras tenía dos dedos en mi culo, empezó a frotarlos y a chupar mi clítoris; perdí la cuenta de la cantidad de veces que me vine, mi coño se llenó de jugo como nunca antes, yo no paraba de gemir, de decirlo lo rico que se sentía, le pedía que no parara, que siguiera haciéndome venir hasta que ya estaba tan sensible que simplemente no era capaz de seguir sintiendo más placer. Me dijo que tenía una sorpresa y se metió al baño, yo me imaginaba que iba a salir con algún traje sensual que me iba a volver loca, pero no, cuando abrió la puerta la veo con un strapon puesto; ahí fue cuando supe que todo lo tenía planeado; sabía que tarde o temprano me iba a convencer de hacerlo; la miré a los ojos y se veía toda su picardía en ellos, parecía una niña chiquita con juguete nuevo. Estaba feliz de verla así, tan contenta, tan arrecha, pensaba que no sabía de lo que me había estado perdiendo por miedosa; en el fondo estaba agradecida de que me hubiera convencido por fin a hacerlo.
Sofía me puso sobre un cojín, levantó mis piernas y empezó a meterlo lentamente; me cogió de las caderas y comenzó a balancear mi cuerpo contra el suyo, era un ir y venir de placer; me encantó cuando ella fue la que se empezó a mover; las dos estábamos en un éxtasis total. Mientras me penetraba con el strapon metió los dedos en mi coñito presionando mi punto G al mismo tiempo que frotaba mi clítoris, yo no podía creer que se pudiera sentir tanto placer; salía tanto jugo de mi coño que ella a ratos los sacaba para chupárselos, yo podía ver mi jugo blanco en sus dedos, se veía tan espeso, era algo fuera de lo habitual.
Continuó por un largo rato, haciéndome venir una y otra vez; yo me sentía tan sensible que le pedí que parara, pero ella no se detuvo, siguió haciéndolo con más ganas, presionaba cada vez más fuerte sus dedos sobre mi punto G hasta que sentí algo que jamás en mi vida había experimentado, era un orgasmo multiplicado por cien, fue una explosión, mi cuerpo se paralizó completamente; dejé salir un grito, no fue un gemido, fue un grito de placer; y sentí como varios chorros de jugo salieron de mi coño y rebotaron en la mano de Sofía bañándonos a las dos por completo; todo mi cuerpo empezó a temblar, me temblaban las manos, las piernas; casi no podía respirar. Nunca me imaginé que dejándome dar por el culo iba a ser la primera vez que tendría un squirt. La cara de Sofía cambió por completo, quitó su mano de mi coño y empezó a lamerla, ninguna de las dos lo podía creer; jamás pensé que pudiera hacerlo, pero sí, fue la experiencia más placentera que había experimentado.
Me subió a sus piernas, lamió todo el jugo que había regado por mi cuerpo, me estrechó entre sus brazos y me dio un beso tan fuerte que hasta dolió un poco, las dos saboreamos mi jugo mientras nos besábamos. Me miró a los ojos y me dijo: “Gracias, este ha sido el mejor regalo de cumpleaños que he recibido en toda mi vida”.
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