Desde que conocí a mí cuñada, siempre quise ponerle mí pene en su prominente boca. Ese día tuve oportunidad de derramarle mí venida en su boca.Continuando mis relatos de manoseo a escondidas, les contaré el día en que el producto de mí masturbación quedó esparcido en la boca de mí cuñada.
Como ya había escrito. Mí cuñada es pelirroja y tiene un cuerpo extraordinario, con medidas de 92-61-92, además de una actitud provocadora y una boca sensual.
En una ocación se quedó a dormir en la casa y ocupó un cuarto que sobra y que tiene vista hacia el jardín. Serían como las 10:45 P.M., así que decidí salir a espiar desde la ventana que dá al jardín para ver si ya se había dormido.
Al asomarme, pude ver que ella estaba completamente dormida, pues tenía todo el cuerpo relajado, desplegado en una posición muy desparpajada. Tenía puesta una blusa casi transparente de color negro, y un pantalón de ceda verde, de esos que se sujetan con listones, había olvidado apagar el televisor del cuarto, pero tenía la luz apagada. Pude ver desde la ventana que no había puesto el seguro del pestillo de la puerta de la recámara, así que comprendí que era un momento invaluable para volverla a manosear.
Giré con delicadeza la chapa de la puerta, ya que es muy ruidosa y de un enpujón súbito abrí la puerta. Es la única forma de hacerlo, ya que de lo contrario hace demasiado ruido y ella podía haber despertado. Dejé la puerta semi abierta por si había necesidad de huir.
Al entrar completamente en la habitación, avancé poco a poco hacía la cama, hasta estar delante de ella. Al ser sorprendida por el sueño, olvidó taparse con las sábanas, así que su cuerpo yacía cubierto solamente por ropas ligeras. Como hasta las pijamas las usa ceñidas al cuerpo, eran evidentes sus maravillosas formas. Sus perfectas pantorrillas estaban desnudas, pues era un pantalón corto. Sus maravillosas caderas destacaban sobre el atuendo. Y sus perfectos senos lucían más protuberantes ante la presión que desde abajo ejercían sus brazos, y sobre todo; su cabeza sobresalía del costado derecho de la cama, porque se había quedado dormida de costado, lo cual hizo renacer en mí la idea de colocarle mi pene en la boca.
Pero había que ir por partes, pues no todos los días se tiene un cuerpo tan impresionante a disposición propia. Primero me acerqué hacia sus pies y los acaricié, éstos son un buen lugar para comenzar un manoseo, pues es menos comprometedor ser sorprendido tocando un pie que cualquier otra parte del cuerpo, y son un excelente indicador de si una persona está dormida profundamente o no.
Después de palpar sus pies, obsevé que ella no hizo movimiento alguno. Entonces me agaché para escuchar el ritmo de su respiración. El ritmo era homogéneo y semilento. Cuando alguien respira así mientras duerme es porque está completemente dormido.
Entonces, saqué mi pene de la pijama lo comencé a sacudir hasta que adquirió forma, después lo puse sobre sus pies y comencé a frotárselo hasta las pantorrillas. Me inqué delante de sus pantorrillas y comencé a besarlas y a tocarlas. Fue grandioso tocar esa piel suave como el algodón. Mientras seguía besando las pantorrillas, con mi mano fuí recorriendo sus excelentes piernas. Así permanecí por espacio de unos tres minutos. Después decidí acercarme hasta su entrepierna para darle un beso. Desafortunadamente esa noche estaba menstruando y lo que en realidad sentí fue el bulto que hacía una toalla femenina.
Decidí que en vez de seguir besando su entrepierna era mejor idea tocar sus maravillosas caderas. Entonces, me levanté y comencé a presionar con mis manos al mismo tiempo cada una de sus amplias y firmes caderas. í?sta vez era imposible tocar sus nalgas porque estaba acostada boca arriba, pero sus caderas fueron un buen bocadillo.
El plato fuerte fueron esas extraordinarias tetas que posee, y que en ésta ocación no tenían el yugo del brasier, unicamente una blusa de lino era lo que se interponía entre mis manos y sus senos. Como es obvio, no paré de tocar esos perfectos senos, firmes y rígidos, pero suaves al tacto. Me recosté en esas tetotas, las mordisqueé, las mamé. No podía creer que eso estuviera pasando, pero mi pene; que cada vez crecía más, fue quién me hizo volver a la realidad.
Le dí un beso en la boca para probar como estaba su sensibilidad, pero ella continuó totalmente dormida. Al ver esto comencé a masturbarme mientras seguía palpando cada uno de sus senos. Finalmente empecé a secretar semen del glande, esperé a que todo se llenara de semen y utilicé mi glande como si fuera lápiz labial. Es increible recordar ese instante, el sentir como tu pene esta paseando por los labios de alguien que ni lo sospecha, y mejor aún, va dejando semen a su paso.
Después de terminar de untar mi semen en su boca, me fuí a mi cuarto a dormir, sin poder conciliar el sueño esa noche trémulo por la excitación.