Por algun extraño motivo hoy, especialmente hoy, me siento inquieta, inexplicablemente ausente. Ni los suaves besos de Valeria, sus tibias caricias, consiguen calmar esta incómoda sensación. Yo misma le sugerí que viniéramos hasta acá, hasta este oscuro entrepiso bajando la escala de servicio, así nos ocultábamos de todos lo demás, pero aunque me tiene apoyada contra la pared, esforzándome por sentirla a medida que recorre mi cuerpo, no logro estar presente, estoy a mil kilómetros de aquí.
– ¿Qué es lo que pasa? –me pregunta deteniéndose preocupada.
– No sé…nada…
– ¿Ya no me amas?
– No me preguntes eso ahora, por favor…
Entonces me hago un lado apartándola suavemente, quedándome de espaldas a ella.
No me atrevo a mirarla. Me siento pésimo. No sé que es lo que pasa conmigo, tampoco me atrevo a pedirle que me deje sola, ni siquiera sé si eso es lo que realmente quiero…
– Quizás ya te has aburrido de mí –me dice al oído tomándome de la cintura desde atrás.
– No eres tú…soy yo. –le contesto sin mirarla- Hoy soy todo un desastre.
– Mi sangre ya no te satisface…es eso ¿verdad?
– Claro que no, sabes que me encanta…
Te suplico que no insistas, que hoy no me tomes muy en serio, que me siento rara, más rara de lo común, que debes creerme, que ser una vampiresa no evita que me sienta mal, así que sería mejor que cambiemos el tema y bajemos al lobby del edificio a esperar a que aquella escritora, de la que tanto me has hablado, llegue y haga la presentación de su última novela. Que de hecho es por esa razón por la cual estamos acá, además que me tiene muy curiosa la idea de conocerla en persona y que autografíe tu ejemplar de “Antes del Amanecer”, una novela de corte oscuro que, según tú, marca todo un antes y un después en la historia del género…”He visto el futuro de la novela gótica y su nombre es N. N. Saez…¿Crees que sea una de nosotras?”, me dices mientras nos mezclamos entre las numerosas personas que la aguardan. Si no lo es, te susurro al oído contestando a tu pregunta, de seguro que la inicias tú, yo no estoy de ánimo. Te sonríes y me das un rápido beso como para que yo no tenga tiempo de detenerte. De pronto todo el mundo ha comenzado a aplaudir. Señal obvia de que la misteriosa e impuntual escritora acaba de hacer su esperada aparición.
Desde acá, un poco incómodas, tratando de conseguir una posición que nos permita verla, divisamos entre el caos de cabezas que se han colocado delante de nosotras como ella descuidadamente glamorosa, aunque predeciblemente ensayada, hace su entrada entre flashes fotográficos y una agitación general que me parece demasiado. No creo que sea para tanto. Confieso que de presencia como que me cayó mal. Es más joven de lo que imaginé, nadie pensaría que fuese escritora, pero tiene un aire de indiferencia que no soporto, como que estuviese obligada a estar aquí. Por mí que se fuera de inmediato, yo no pienso retenerla. Más encima Valeria ya está casi a su lado llevando el libro en su mano, esperando que luego que termine con su odioso “Buenas noches, gracias a todos, pero creo que esto no lo merezco…” se digne a firmar cuanto papel le pongan enfrente. De lo más patético, en serio. Esto me supera, de hecho me tengo que hacer un lado para tratar de esquivar tantos empujones de los que quieren estar más cerca de ella. Casi parece una estrella de rock. ¡Uf! Debí quedarme en casa, leer un libro, ver una película, tomar un par de sedantes, no sé algo así. Para empeorar las cosas en uno de los momentos de histeria colectiva, de desborde salvaje, soy bruscamente sacudida de un lado a otro tan desconsideradamente que termino por caer al piso y, si no es por la gentileza de los brazos de un hombre que me ayuda a levantarme, de seguro que habría muerto ahí mismo aplastada, vejada, pisoteada, sin que nadie jamás se hubiese enterado.
– ¿Estás bien? –me pregunta el desconocido al tiempo que me levanta.
– Sí, gracias…te debo la vida –le respondo un poco adolorida y totalmente desorientada.
– ¿Sabías que te pareces mucho a N. N. Saez?
– No lo repitas ¿ok? Ni en broma.
– Bueno, pero no te molestes. Es solo que te encuentro muy atractiva.
– Gracias, pero tengo que irme.
– ¿Cómo te llamas?
– En serio, se me hace tarde.
– ¿Ni por haberte salvado la vida?
– …mmm…Nicole.
– Un bello nombre y poco común. El mío es Marcelo Tas…
Repentinamente me invade nuevamente esa insistente angustia. De un modo tan fuerte que tengo que tomarme de Marcelo para no caer. Asustada, voy sintiendo como, sin poder hacer absolutamente nada, aquella sensación se apodera violentamente de mi cuerpo entero y, como mis músculos parecen cobrar vida propia. Apenas puedo manejar mi voluntad. Me resisto, pero esa voz, que repite mi nombre y que invade toda mi mente, me tiene a un momento de caer bajo su poder…¡Nicole!…¡Nicole!.. Algo así como un llamado. Con mis manos intento taparme mis oídos, silenciar aquella voz, pero es inútil tengo que salir, no sé porque razón, pero tengo… necesito desesperadamente salir de aquí, ser guiada contra mi voluntad…
– ¿Qué ha pasado? –me pregunta Marcelo mientras me sostiene de uno de mis brazos.
– No sé…me siento como ahogada…por favor, necesito salir…
Entonces me abraza y trata de llevarme hacia fuera, hacia la salida, pero yo lo detengo y le suplico que me lleve hasta el ascensor, que no me pregunte por qué, que solo necesito ir hacia arriba hacia la azotea, que no depende de mi.
Ya frente a la puerta del ascensor, bastante más recuperada, discretamente me suelto, un poco avergonzada, de entre los brazos de Marcelo.
– Gracias –le digo sin poder mirarlo a los ojos.
– No me agradezcas, fue todo un placer, aunque sigo sin entender lo que te sucedió.
– Te juro que no tengo idea. Primera vez que me ocurre algo así. Es como si algo me impulsara a llegar hasta la azotea. No lo podría explicar. En serio.
– Si todavía sientes esa necesidad podría acompañarte…
– …
– Si es que no te parece muy atrevido de mi parte, claro.
– No, no es eso…Es extraño, pero te prometo que por alguna razón confío mucho en ti…no sé…mmm…creo que hoy no es mi día para explicar cosas, perdóname.
Me siento como una boba., no tengo nada claro y Marcelo sigue mirándome como si yo fuera una oligofrénica grave. Juro que quisiera que esto terminara de una vez por todas, que alguien me dijera “vamos todo era una broma. Saluda a la cámara” o algo parecido, pero pasa el tiempo y yo sigo igual, con el mismo nudo en mi estómago y el eco de esa voz desconocida que susurra mi nombre dentro de mi cabeza y que insiste en llevarme hacia arriba, como una especie de lazo invisible que tira insistentemente de mi, desde cada milímetro de mi piel. Y yo que no me puedo resistir. Y ello me desespera y me da rabia y tomo del brazo a Marcelo y lo hago entrar en el ascensor. Necesito a alguien que me acompañe, que esté a mi lado porque en definitiva todo esto me asusta mucho. Por supuesto Valeria sigue hipnotizada con su escritora-diosa y me ha dejado abandonada, creo para siempre, de modo que con ella no cuento para nada. Y aunque a Marcelo apenas vengo conociéndolo, de algún modo, algo en él, me tranquiliza. Quizás su tono de voz o la forma en que me mira, no sé…grrrr…creo que ya lo había dicho hoy no estoy para ninguna definición…
Una vez dentro del ascensor y a medida que empezamos a subir, curiosamente, mi angustia se va transformando en algo muy distinto. Mi piel completa se eriza y un tibio calor estremece todo mi cuerpo. Miro a Marcelo y él parece no darse cuenta de nada. Entonces me acerco hasta él y me apego a su cuerpo, apoyando mi cabeza en su pecho, sintiendo como mi respiración se hace más agitada a cada momento. Siento como me abraza y como un placer sensual hace presa de mi. Dejo que sus manos recorran mi cuerpo y yo me hundo más en él, más y más, girando mi cabeza, buscando su cuello con mis labios…de pronto me doy cuenta de lo que estoy por hacer y bruscamente lo aparto de mí.
– ¿Te has enfadado conmigo? No fue mi intención…-me dice tratando ingenuamente de excusarse.
– No, no, no –le digo en mi tono más suave- te juro que si no me importaras tanto habría dejado que todo continuase, pero estoy segura que no lo mereces…no sabes quién soy y lo peligrosa que puedo ser…sé que no lo entenderás, pero esto lo hago por ti…
Me quedo frente a él, manteniéndolo separado de mí según la distancia de mis brazos, sorprendiéndome mientras le digo que de aquí en adelante debo seguir sola, que ahora ya sabe que es por su bien, que nunca lo olvidaré, que no me guarde rencor, que en algún momento, cuando necesite de un amigo, lo buscaré y que si él me necesita solo debe decir mi nombre una de estas noches, que esté seguro que lo oiré y que apenas pueda estaré con él…Marcelo permanece paralizado, con su vista fija sobre mi rostro transformado, sobre mis labios que dejan visiblemente expuestos mis colmillos, sin saber que pensar ni decir. En ese momento las puertas del ascensor se cierran delante de él dejándome afuera, sin darle tiempo para decirme nada, con un extraño sentimiento mezcla de pena y gratitud…
Ahora que estoy sola en la azotea del edificio, trato de entender que es lo que me pasa, hacer una pausa, reordenar mis ideas, mis sentimientos. Nunca antes me había ocurrido algo parecido. Si pudiera ponerlo en palabras sería como si alguien allá, en algún lugar perdido en medio de la noche, me lanzara un candente llamado. Como si aquella misteriosa voz se hubiera apoderado voluptuosamente de mi cuerpo, incluso puedo sentir como, a pesar del frío y de la delgada malla negra que me cubre, un leve calor comienza a recorrerme por entero. Entonces me apoyo en el borde, casi a punto de caer, con la imagen de aquella gran ciudad iluminada abriéndose delante de mi, dejándome tomar por ese extraño placer que comienza a erotizar toda mi piel con mayor intensidad cada vez…puedo sentirte tan cerca, tanto que puedo oír como mi corazón en un brusco cambio de ritmo lucha por salir de mi pecho…Juro que puedo percibir tu presencia detrás de mí. Puedo imaginarte como una silueta inmóvil, mirándome de una forma que no me molesta. No me atrevo a dar la vuelta, un extraño temor expectante me lo impide. De alguna manera quiero que te des cuenta que desde siempre he estado esperándote sin saberlo…hasta esta noche, ahora que descubro que mi cuerpo es tuyo, cada una de mis formas dibujadas frente a tu imagen insinuada en mil sueños, en mil noches anteriores…entonces, acercándote ya sin ocultarte, me tomas suavemente de los hombros y mi piel se eriza como un reflejo, y me da miedo, estoy desarmada, nunca me había sentido tan susceptible y es por eso que te detengo y que te hago hacia atrás. Necesito mirarte a los ojos, saber que todo esto es de verdad, que es un pacto eterno, uno entre dos seres de la misma especie y que me acompañaras de aquí en adelante en todas las noches que quedan por venir…y entonces quedamos frente a frente, no más de un segundo, y eres tan oscuramente bello que es todo lo que necesito para bajar mi vista, ofrecerme ante ti mientras te acercas casi corriendo hacia donde estoy…entonces inclino mi cabeza hacia atrás, dejando mi cuello a la vista, mientras entreabro mis labios y como en un susurro se me escapa tu nombre…Lestat…
Comentarios, criticas, abucheos, escríbanme a
nikolesaez@hotmail.com