Como recordarán, en mi relato anterior les dije como el director me había llamado a su despacho; esto fue lo que sucedió en el mismo.Toqué la puerta y el director me dijo que entrara, lo hice despacio y tratando de no hacer mucho ruido; me ordenó que me sentara en una silla que estaba del otro lado del escritorio en el que él trabajaba. Levantó la vista de unos papeles que revisaba y empezó a darme un sermón acerca de lo decente que es la escuela y de que solo podía haber personal decente en la misma y que si la junta de padres de familia se enteraban de lo sucedido se vería en aprietos y que por lo tanto tendría que despedirme.
Yo le dije que había perdido la cabeza, que no volvería a suceder; pero que los chicos lo habían disfrutado mucho y yo también y que si él quería podía mostrarle como lo hice y en ese momento me levanté y fui a sentarme en el escritorio frente a el; me desabotoné la blusa y le mostré mis senos, pues no me había puesto el sostén, él estaba mudo viéndome y solo balbuceaba; le acerqué mi seno a la boca y empujé su cabeza hacia él; él me lo chupó cerrando los ojos; me bajé del escritorio y empecé a sobarle el pene por encima del pantalón; el ya estaba a cien cuando le bajé el cierre y saqué su pene; me hinqué metiéndome debajo de su escritorio y empecé a lamerle el miembro, sobándole los testículos al mismo tiempo; el Director cerró los ojos y empezó a gemir; le di una mamada que no olvidaría nunca; le chupé el pene con maestría, haciéndolo gozar demasiado; cuando casi estaba por venirse, me detuve unos segundos, lo dejé calmarse un poco y volví a empezar, durante un buen tiempo se lo estuve haciendo así, cuando veía que estaba a punto de terminar me detenía, apretándole la zona que está entre el ano y los testículos; yo había aprendido este truco con un novio y así duraba mucho más. Al final hice que el Director se viniera en una tremenda descarga de semen; me tragué una parte y dejé lo demás escurrir por mis senos para que él lo disfrutara más.
Cuando el Director terminó, me incorporé y le pregunté con voz melosa si me iba a despedir; el carraspeó un poco y me dijo que por esta vez me perdonaba, pero que no volviera a ocurrir o tendría que despedirme; remató diciendo que esperaba que ninguno de los alumnos contara lo ocurrido; yo le contesté diciéndole que no se preocupara, que yo me encargaba de ellos.