Ultima parte de todo lo que sucedio en esos aciagos diasMe desperté sumamente adolorida por la incómoda posición en la que me dormí; un rato después entró el flaco y me desató las manos y los pies, me ordenó bañarme; me quité la mordaza y lo hice, mientras él cantaba al otro lado de la cortina de baño; de repente él abrió la cortina y se metió a la ducha conmigo; pude ver que realmente no estaba tan mal de cuerpo, pues era parecido al de mi marido, me ordenó que lo enjabonara y tuve que hacerlo; cuado le lavaba su pene se le endureció; él me volteó contra la pared de azulejo y sin ninguna advertencia me clavó su pene en la vagina; tal vez fue por el jabón, pero el pene se deslizó dentro de mí sin resistencia y ahí sentí un poco de placer; ese tipo me hizo tener un orgasmo en el baño.
No tardó mucho en terminar otra vez dentro de mí; terminamos de bañarnos y al salir nos ayudamos a secarnos mutuamente; fuimos a la recámara y me ordenó vestirme con ropa cómoda; él tomó ropa de mi esposo que le quedaba a la perfección; bajamos a la sala y me hicieron llamar a mi trabajo por teléfono para que me reportara enferma, lo hice tratando de aparentar calma, pues el pelón otra vez tuvo todo el tiempo el cuchillo amenazante en mi vagina.
Me ordenaron preparar el desayuno, lo hice y los tres comimos; luego me dieron mi bolsa y me hicieron subirme al auto y conducir a un centro comercial, no sin antes amenazarme de muerte si se me ocurría pedir ayuda a alguien; al ser un día entre semana en la mañana, no había mucha gente; el flaco me abrazaba disimulando el cuchillo en mi espalda; fuimos a un cajero automático y me hicieron sacar todo lo que se podía de mis tarjetas, luego compramos varias cosas como una televisión, un dvd, y otros aparatos eléctricos hasta que mis tarjetas quedaron totalmente saturadas; contratamos una mudanza de la misma tienda y llevamos las cosas a una casa en un lugar apartado; pero el que manejó en esa ocasión fue el pelón; a mi me vendaron los ojos y me hicieron acostarme atrás, con el flaco cuidándome.
El viaje fue largo, pero por fin regresamos a la casa; como había mensajes de mi oficina tuve que comunicarme de nuevo, inventando esta vez que había ido al doctor y por instrucciones de ellos tuve que inventar que el doctor me había ordenado reposar dos días más; siempre con al amenaza del cuchillo en mi vagina.
En cuanto terminé de hablar, me ordenaron desvestirme; el flaco se tendió en el piso de la sala; me hicieron que me clavara en su pene y luego me moví, dándole placer al flaco; al estar yo seca sentí mucho dolor y sobre todo cuando su largo pene entró hasta el fondo de mí; pero eso no era todo, me hicieron recostarme sobre el flaco y el pelón me penetró por el ano, causándome un tremendo dolor; pero no pude gritar porque el pelón me amenazaba con el mismo cuchillo en mi espalda. Los dos estuvieron penetrándome un buen rato hasta que se vinieron sin salirse, primero fue el flaco y luego el pelón, casi al mismo tiempo.
La pesadilla estaba lejos de terminar, ellos todavía tenían planes para mí; les pregunté cuando me dejarían en paz, se limitaron a sonreír y a decirme: “ya lo verás”.
Todo ese día me la pasé como su esclava, estuve casi desnuda, solo con una tanga; me ordenaron que les hiciera de comer, les lavé la ropa que llevaban; incluso el pelón estuvo desnudo mientras lo hice porque ninguna ropa de mi marido le quedó y de hecho a él no le importó mucho, incluso se paseaba frente a mí y pude ver que aunque estaba fuerte, no tenía grasa; por el contrario era una persona atlética.
Cuando sonaba el teléfono, yo tenía que contestar aparentando tranquilidad, pues siempre el pelón colocaba la punta de la navaja en mi vagina o en algún seno; cuando llamó mi marido me solté llorando y tuve que inventarle que era porque lo extrañaba y él tiernamente me estuvo consolando.
Ya en la tarde, el pelón me llevó a la recámara, me ordenó que me acostara atravesada en ella y lo hice; con unas cuerdas me ató un brazo a la cabecera de la cama y el otro a una pata del otro lado; ya que me tuvo así, me ordenó abrir las piernas y metió su cabeza entre ellas; empezó a lamerme la vagina provocándome un gran placer; estuvo así un buen rato cada vez me hacía sentir más y más placer, hasta que me hizo tener un gran orgasmo; gemí de placer; pero en cuanto terminé me dijo: “Ya gozaste, ahora vas a sufrir” y volvió a meter su cabeza entre mis piernas, pero en esta ocasión no me lamió, sino que con los dientes comenzó a morderme los labios de la vagina y el clítoris, haciéndome retorcer de dolor; el flaco se había colocado del lado donde estaba mi cabeza y cuando abrí la boca para gritar por el dolor que me causaba su amigo, metió su pene en mi boca, haciéndome que se lo chupara y evitando que pudiera gritar.
El dolor era insoportable y más se incrementó cuando el flaco empezó a pellizcarme los pezones; él enterraba sus uñas en ellos y las lágrimas volvieron a saltar de mis ojos; después de un rato de estarme mordiendo, el pelón se enderezó y me penetró salvajemente, se inclinó sobre mí y me mordió los senos, mientras el flaco soltaba grandes chorros de semen en mi boca; casi me ahogo con tanto líquido.
Cuando el flaco sacó su pene de mi boca, me metió de nuevo la trusa de mi marido que me habían puesto un día antes para evitar que gritara, el pelón siguió violándome y mordiéndome durante un tiempo que se me hizo eterno; siguió y siguió hasta que descargó un gran chorro de semen dentro de mí; luego se levantó y me dijo: “Todavía estás sabrosa” y pasándose del otro lado de la cama me sacó la trusa y me ordenó limpiarle el pene con la boca, lo hice lo mejor que pude, sollozando por el dolor que aún sentía.
Me volvieron a amordazar y salieron de la recámara, me dejaron llorando y lamentándome mi mala suerte; con tanto dolor y cansancio me dormí no se cuanto tiempo.
Desperté porque escuché mucho ruido proveniente de la parte de abajo; se oían risas y que movían cosas; de repente entró el pelón y sin decir nada me desató; me ordenó levantarme y me hizo poner los brazos cruzados en la espalda, me los amarró y me hizo caminar desnuda escaleras abajo; allí vi lo que sucedía: Varios tipos sacaban de mi casa los muebles, los aparatos y todo lo que les daba la gana; afuera había un camión de mudanzas en el que estaban metiendo todo. Todos se detuvieron para mirarme; hicieron comentarios acerca de lo buena que estaba y que si valía la pena haber ido; en ese momento sonó el teléfono, el pelón me quitó la mordaza, descolgó y me colocó la bocina para que hablara; me puso el cuchillo en un seno; era una vecina que me preguntaba porque estábamos mudándonos de noche y me pidió que dejáramos de hacer ruido; le expliqué como pude que todo estaba bien y que trataríamos de no molestarla más. Cuando colgué le expliqué al pelón lo que había pasado y el me dijo que si volvía a hablar la vecina, le dijera que fuera a la casa para que ellos pudieran disfrutarla como habían hecho conmigo.
El pelón me llevó al comedor, allí me hizo empinarme sobre la mesa y me ordenó abrir las piernas, de tal manera que los tipos pudieron admirar mis nalgas y mi vagina; el pelón se colocó detrás de mí, se bajó el pantalón y sin ningún preámbulo me metió hasta el fondo su pene, haciéndome gemir de dolor; de nuevo me violó sádicamente, dándome nalgadas y pellizcos en todo el cuerpo mientras sus amigos celebraban. Ellos volvieron a trabajar sacando las cosas de la casa mientras el pelón siguió metiendo y sacando su miembro hasta que terminó dentro de mí.
El pelón se subió el pantalón y me ordenó quedarme como estaba; en poco tiempo uno de sus amigos estaba detrás de mí empujando su pene dentro de mi vagina sin compasión; un buen rato estuvo abusando de mí hasta que también soltó su semen adentro.
Luego él se fue y otro tipo me lo hizo y así uno tras otro abusaron de mí, grande fue mi desesperación al no poder hacer nada, atada y amordazada; solo pude gemir hasta que la garganta me dolió; todos ellos terminaron dentro de mí, dejándome asqueada y adolorida de tanto sexo a la fuerza.
No supe cuantos fueron, calculé unos ocho, incluidos el pelón y el flaco que fue el último. Cuando él terminó, me llevó al baño, me desató y me ordenó asearme; realmente fue un descanso para mí; me sentía demasiado sucia por todo lo que me habían hecho.
Terminé de bañarme y de secarme, siempre vigilada por el flaco; me dejó ponerme solo una tanga y me hizo bajar de nuevo; me ordenó vaciar el refrigerador y preparar una cena para todos sus amigos; les preparé de cenar y se sentaron a la mesa; les tuve que servir como si fuera su criada; ellos cada vez que podían me tocaban las nalgas o los senos y no pude protestar porque el pelón me amenazaba con el mismo cuchillo. Luego comieron y bebieron hasta hartarse, cuando terminaron, juntaron las sobras en un plato y me hicieron comérmelas; pero como se llevaron el comedor, me pusieron el plato en el suelo y me humillaron obligándome a comer como un perro.
El pelón me llevó arriba y me ató en la cama boca abajo, en forma de X; me amordazó como siempre y se fue; al poco rato, entró uno de sus amigos y me abrió las nalgas, puso su pene en la entrada de mi ano y empujó para meterlo; al principio no pudo; pero después de varios intentos y de hacerme sufrir con los mismos, metió su miembro en mi adolorido ano; me hizo llorar y gritar, pero otra vez mis gritos quedaban apagados en la mordaza; a él no le importó, siguió metiendo y sacando su pene hasta que tuvo su orgasmo y se salió; se limpió el pene en mis nalgas y se fue.
No tardó mucho en llegar otro, me hizo lo mismo que el anterior; entró y salió de mi ano hasta que se vino dentro de mí; así uno tras otro masacraron mi ano durante varias horas. Cuando el último terminó, me desataron de la cama y me hicieron caminar hacia abajo; vi como la casa estaba vacía, habían arrasado con todo; me llevaron al patio y el pelón me ordenó hincarme de espaldas a un pilar que estaba casi a la mitad; me pusieron los brazos hacia atrás y me ataron al pilar, luego me ataron también los pies al mismo; finalmente, me colocaron una toalla alrededor de la boca, encima de la mordaza que ya tenía; los vi sacar todos los muebles de mi recámara, incluída la cama; el pelón se me acercó y mostrándome el cuchillo me dijo que no diera parte a las autoridades de lo que había sucedido o regresarían a matarme; me apretó los senos diciéndome que la había pasado muy bien y se fue.
Apenas amanecía y el frío me calaba hasta los huesos, no sabía que día ni que hora era, esperaba que ese día llegara mi esposo para que me liberara, pero las horas fueron pasando y no llegaba, empecé a sentir calambres en los brazos y un intenso dolor en las rodillas y la espalda, luego el sol cayó como plomo sobre mí y la sed empezó a agobiarme; sudaba exageradamente y creí que moriría. Luego se hizo tarde y el viento enfrío mi propio sudor, haciéndome tiritar de frío; después llegó la noche y con ella perdí la esperanza de que mi esposo llegara; creo que empecé a desvariar, pues recuerdo que veía a mi esposo y mis padres; pero creo que esto me ayudó pues ellos me decían que aguantara, que pronto terminaría la pesadilla; en otro sueño, el pelón me mostraba una jarra llena de agua y se la tomaba toda mientras yo le chupaba el pene; no recuerdo que cosas más soñé, pero aguanté esa noche; de nuevo en la madrugada el intenso frío me hizo desear morir; creo que me desmayé, porque lo siguiente que recuerdo fue que estaba en un hospital; mi esposo me explicó que al llegar a casa me encontró en muy mal estado atada al pilar y que de inmediato llamó a la policía y a la ambulancia.
Denunciamos el robo, pero no la violación multitudinaria de que fui objeto, yo se lo pedí a mi marido.
Ahora estoy en un albergue, mi esposo me abandonó cuando supo que estaba embarazada; del trabajo me despidieron por faltar tantos días y como mis tarjetas estaban al tope y no tenía dinero, me vine acá para tener mi bebé, aquí me tratan bien, tuve que registrarme con un nombre diferente porque no quiero que nadie me encuentre, ya veré como salgo adelante después.