Una nueva millonaria solterona descubre a sus 35 años que debe recuerar el tiempo perdido, su sirvienta paraguaya la ayudará y la transformará en bisexual, bebedora de semen y hara de su ano un agujero por el cual comenzará a penetrar cualquier cosa.I
Marcia había vivido demasiados años con su abuela esperando que se muriera. Ya tenía treinta y cinco años y una vida sexual y afectiva que nunca había siquiera comenzado. Cuando Marcia quedó liberada de su tarea de cuidadora de su anciana abuela se encontró con una sorpresa increíble. La muerta había dejado una enorme herencia en joyas. Su pequeña pensión había alcanzado siempre para gastos imprescindibles, apenas para vivir con lo justo. ¿Pero entonces de dónde habían salido esas joyas que el escribano manifestaba le pertenecían a Marcia? Totalmente loca y temerosa, la abuela las había guardado pensando en guerras que nunca llegaron y necesidades que un día tal vez debieran ser satisfechas con una cantidad enorme de dinero. Luego, sencillamente se había olvidado de que era una vieja rica y la pensión que cobraba se estiraba mes a mes para ella y su sacrificada nieta.
Ahora la millonaria era la solterona de Marcia con todas esas joyas que solamente vio esa vez ante el escribano y que pronto se transformaron en un par de millones de dólares, cuando alguien le ofreció comprarlas, suma que enseguida depositó en unos cuantos bancos en el exterior. Marcia entonces decidió cambiar sus hábitos de vida por otros un poco más sofisticados, pero nada más. Algo faltaba en su vida que le hiciera devolver el tiempo perdido. Todo cambió cuando conoció a Cecilia, la paraguaya.
II
Cecilia era una sirvienta paraguaya que Marcia contrató para que hiciera las tareas que durante tantos años ella había hecho para su abuela. La joven mucama tenía veintiún años y un cuerpo fabuloso, con su cabellera renegrida que le llegaba hasta la cintura, siempre atada en una larga cola de caballo. Su temperamento era una mezcla de cierta timidez con gran alegría. Siempre sonriente, paseaba su cuerpo por toda la casa nueva que su patrona había comprado. Con sus tacos altos resaltaba tremendamente su cuerpo y hacía las tareas domésticas con una habilidad envidiable sobre semejantes plataformas. Siempre usaba vestidos muy cortos para su trabajo y con Marcia no hizo excepción alguna por lo que se compró para su nueva ocupación un vestidito negro de profundo escote y con una falda que intencionalmente dejaba ver claramente su ropa interior apenas se agachaba, cosa que hacía con frecuencia delante de Marcia.
La solterona al principio no parecía percatarse de esa provocación, pero a los días comenzó a sentir la intranquilidad de sentirse atraída cuando miraba a la joven paraguaya. Pronto comenzó a desear que se agachara o subiera las escaleras para ver su diminuta bombacha rosa metida entre sus nalgas. La sirvienta también se dio cuenta que ella la miraba. El juego había comenzado.
Una tarde Marcia se sentó en el sillón del hall de la casa mientras Cecilia se hacía la distraída y pasaba el plumero por cuanto lugar podía mostrándole las piernas y el culo a su patrona. En un momento en el que Marcia miraba muy concentrada a su empleada, ésta se agachó de tal manera que su hermoso culo y su bombacha bien metida en la zanja se expusieron delante de la solterona. Entonces la joven paraguaya sintió un profundo suspiro que provenía de su patrona. Se dio vuelta y entonces la sorprendió con su mano en la entrepierna en una especia de intentona por masturbarse. Cecilia tomó el plumero y mirando fijamente a Marcia se lo pasó por su entrepierna mientras sacaba su lengua y se la pasaba por los labios. Lentamente se acercó a su patrona y sentándose con las piernas abiertas sobre la falda de Marcia la besó en la boca introduciéndole su lengua durante un par de minutos que a la nueva mujer adinerada le parecieron una eternidad. Ahora sabía que el tiempo perdido se podía recuperar.
III
Marcia comprendió que su nueva vida debía estar acompañada de una nueva estética. Sus millones en depósitos bancarios y sus interesantes rentas le permitían gastar dinero en ropas sensuales y caras, zapatos, peinados que jamás hubiera imaginado llevar. El cambio definitivo fueron un par de cirugías a las que recurrió por consejo de Cecilia, quien obviamente a esa altura ya no era más una sirvienta, si no una amante que disfrutaba de los dólares de Marcia. Nuevos labios para la millonaria y un par de tetas enormes fueron el resultado. Al mirarse al espejo no se reconocía. Lejos había quedado la estética de esa joven apagada y casi avejentada que cuidaba a una anciana que no se terminaba de morir nunca. Ahora veía su rostro pintorrajeado como el de la puta más glamorosa, con sus labios anchísimos y un par de tetas que le pesaban una enormidad pero que le habían quedado perfectas. Y verdaderamente sus tetas ahora eran enormes, redondas, saliéndole casi desde la espalda y coronadas por unos pezones rosados que se habían ensanchado con las nuevas formas.
Cecilia también disfrutaba esa nueva estética que había resultado mejor de lo que se había propuesto para su ex patrona y actual amante. La paraguaya no paraba de cojérsela a toda hora y en cualquier rincón de la casa. Pero Marcia ahora ya no era la de antes y comenzó a necesitar más. Cecilia entendió que no debía dejar que su protectora se cansara de ella y cambiara de aires sin incluirla. Entonces le propuso a Marcia un proyecto que durante casi un mes las dejaría a las dos al borde del éxtasis más peligroso que pudieran imaginar.
IV
Se trataba ahora de acostarse con la mayor cantidad de mujeres y hombres que se pudiera, aprovechando por supuesto, el dinero de Marcia. Todos los viejos conocidos de la paraguaya desfilaron por la cama de las dos durante una semana varias veces al día. Marcia no terminaba de experimentar con cada uno que pasara por su cama. Había descubierto la penetración anal con el mayor de los placeres y no paraba de rogarle a cada nuevo amante que la penetrara por el culo como a la peor de la putas. Cuando ya ambas quedaban solas la historia continuaba con unos enormes consoladores que Cecilia le había comprado. La exuberancia parecía haber invadido la vida sexual de Marcia. No paraba de ponerse con su hermoso culo para arriba gritándole a Cecilia que le metiera el consolador hasta que lo sintiera en el estómago. La paraguaya creía estar viviendo una vida de película, jamás hubiera imaginado acceder a tantas maravillas sexuales con una patrona y a una vida de lujo que siempre había visto desde su lugar de mucama. Con todo el placer del mundo le metía por el culo los enormes consoladores a Marcia que tanto disfrutaba. Su agujero ya complaciente se ensanchaba de una manera entre increíble y excitante que la llenaba de tremendo placer y goce que terminaba en una seguidilla incalculable de orgasmos. Pero Marcia quería más y entonces la fiesta comenzó.
La idea de Cecilia fue que cada uno de sus amigos trajera a otros dos amigos de confianza y de ser posible bien dotados. Todos se reunirían en la casa de Marcia y podrían disfrutar de ella haciéndole lo que cada uno quisiera, siempre y cuando la penetraran analmente en primer lugar.
Así, se juntaron cuarenta hombres jóvenes y bien dotados dispuestos a disfrutar de una millonaria medio loca que se entregaba con su cola bien lubricada para que le fueran penetrando de a uno. Entre ellos reían y fumaban arreglando sus turnos, tomando una copa antes de entrar a la pieza de Marcia. Al lado de ésta se encontraba la paraguaya, con todo su esplendor vestida apenas con una bombacha rosa muy pequeña, metida sugerentemente entre la zanja de su culo y la raja de su hermosa vagina totalmente depilada. Desfilaba entre los amantes que aguardaban en la gran sala mientras era manoseada por alguno de ellos cuando pasaban a su lado.
Desde la pieza se sentían los gemidos de placer y los gritos de Marcia pidiendo que se la metieran cada vez más adentro. A veces exageraba en sus goces pero igualmente lo hacía porque sabía que generaba una sensación de expectación entre los hombres que aguardaban su turno.
Cecilia ingresaba a la habitación y a veces también participaba en la acción, mientras la penetraban profundamente a Marcia, ella le lamía la raja a la vez que le metía sus dedos hasta que casi toda su mano desaparecía en lo profundo de la concha.
Marcia estaba exhausta pero con la piel ardiente de tantos orgasmos que tenía con cada amante que por allí pasaba. Cecilia también disfrutaba del espectáculo y se dedicaba a juntar cada preservativo lleno de semen de cada uno de los hombres que gozaban con Marcia. Luego los vaciaba en una copa que lentamente se iba llenando del líquido amarillento a la que vez que no veía el momento de que se completara hasta el final. Cada condón cuidadosamente vaciado era lamido hasta la última gota por la paraguaya y a veces también por Marcia.
Finalmente, el turno de cada uno de los cuarenta amantes se fue cumpliendo, algunos repitieron y ambas mujeres se lo supieron agradecer prometiéndoles futuras sesiones más exclusivas. Después de casi un día de penetraciones anales, Marcia se encontraba cansada y con ganas de dormir durante una semana entera. Entonces Cecilia, apareció con una de las dos copas que juntó de semen y poniéndosela en los labios a Marcia se la hizo tomar lentamente. El semen le caía por la comisura de los labios y la paraguaya con la punta de los dedos se lo volvía a introducir en la boca mientras Marcia se los chupaba con su lengua. Como si fuera un sedante y a modo de conclusión, Marcia se acostó sonriente y feliz.
V
Marcia había recibido penetraciones hasta cansarse, su ano, luego de un año, terminó siendo una especie de agujero tan complaciente que entraban tranquilamente los miembros más grandes que pudiera encontrar, hasta el delgado brazo de su amante Cecilia. La vida de Marcia ya se desarrollaba de una manera impensada con respecto a lo que era cuando cuidaba a su anciana abuela. El tiempo perdido en el sexo lo comenzaba a recuperar a pasos agigantados. Un día, su ano complaciente enfrentaría otras aventuras con un caballo que uno de sus amantes tenía en su campo en la afueras de la ciudad. Pero esa es otra historia, un poco más reciente que pronto se deberá escribir al igual que esta.